LA NOCHE DE LA PROMESA ROJA

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SION

Mis piernas se mueven frenéticamente, el dolor en mis pulmones es un recordatorio de que sigo viva. Cuando escuché su voz ronca diciéndome que corriera, mi cuerpo reaccionó antes de que pudiera procesarlo. Las ramas arañan mi piel, dejan pequeños trazos de sangre a mi paso, pero no me importa. Solo hago lo que mejor sé hacer: correr por mi vida. Esta noche, la adrenalina es mi veneno, una euforia que no había sentido desde que tomé la vida de mis padres y mi hermana.

Extasis. La sangre manchando mis manos, la vida desvaneciéndose en sus ojos. Me sentí más viva en ese momento que nunca. Sus cuerpos todavía yacen sin vida en la sala, como una exhibición macabra que me saluda cada vez que abro la puerta. Mí obra maestra, mi bella creación de arte.

Ahora, estoy corriendo de nuevo. Pero no puedo escapar de él. Puedo sentirlo cerca, acechando. Es un depredador y yo soy su presa, atrapada en este juego perverso que ha orquestado para nosotros. Y aunque el miedo se arrastra por mi columna vertebral, hay una parte de mí que no puede evitar disfrutarlo. Esta noche, más que nunca, estoy viva.

La caza ha comenzado, y aunque sé que me está dando una ventaja, también sé que al final me alcanzará. Y cuando lo haga, seré suya completamente. Pero por ahora... corro, y dejo que la oscuridad me envuelva.

Mis pulmones arden, el aire se agolpa en mi pecho, y el dolor se hace agudo en cada inhalación. Mis pies descalzos, heridos por las ramas caídas, sienten el frío lodo que se aferra a mi piel. En algún momento de esta noche infernal, mientras mataba y asesinaba sin parar a aquellos que me hicieron la vida imposible, me quité las botas de combate. Quería sentir la conexión cruda con la madre naturaleza, dejar que la tierra húmeda me abrazara en este viaje hacia la locura.

Mí primera víctima fue una de las secuaces de Cary. Oh, cómo amé ver el terror inundar su rostro, el miedo y la vida misma escapar de su cuerpo mientras la degollaba viva. Aún puedo sentir la sangre caliente derramándose entre mis dedos, ansiosa por más, más, más. Nací para hacer esto. Algo oscuro y retorcido siempre ha habitado en mi interior, un monstruo que ha estado rogando ser liberado, deseando tomar el control. Y esta noche, lo cedí de buena gana. La euforia y la satisfacción que me inundaron fueron extraordinarias, una explosión de poder que nunca había conocido.

—Te tengo. —Su voz es siniestra, un eco que se desliza entre las sombras de la noche.

Sus manos me atrapan, me aprisionan, y de repente, me encuentro atrapada en sus garras. Ahora soy suya, a su merced, lista para ser devorada, violada y degradada.

—Es tiempo de que pagues.

Su mano corta el suministro de aire, su presión en mi garganta aumenta hasta que veo luces centelleantes en mi visión, como estrellas en un cielo envenenado. El instinto de supervivencia se despierta, pero mis esfuerzos son en vano. Arruño, forcejeo, me debato con una fuerza que me deja exhausta.

—Déjame ir. —Suplico, casi sin aliento, mis palabras se entrelazan con la desesperación, atraviadas por la brutalidad de su agarre en mi garganta.

En ese instante, la locura y el miedo se funden en un solo grito en mi mente, un eco que se repite: ¿Quién es el verdadero depredador aquí?

—Te di una ventaja, y también te advertí lo que pasaría si te atrapaba. —Su voz es un veneno dulce, deslizándose dentro de mí como una promesa oscura.

—Por favor... —Mis palabras apenas salen, un susurro jadeante. Ni siquiera sé qué le estoy pidiendo. ¿Que se detenga? ¿Que continúe hasta que no quede nada de mí?

—Oh, cómo voy a disfrutar romperte esta noche, conejita. —Ese apodo, dicho en su tono bajo y amenazador, hace que mi piel se erice. Siempre lo ha hecho. Es como si cada sílaba de esa palabra fuera una caricia cruel, deslizando garras afiladas sobre mi carne.

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