TIJAN
La escena que he presenciado en esta última media hora es pura depravación. Sion, mi dulce y perversa conejita, se ha ensañado con Cary, cada corte de su cuchillo un acto de sadismo puro, ejecutado con una precisión brutal que la transforma en un verdadero monstruo de la oscuridad. La sangre ha formado charcos en el suelo, salpicando sus manos y el vestido desgarrado de Cary, mientras Sion extrae trozos de piel con su hoja afilada, arrojándolos a sus pies como ofrendas. La brutalidad es tal que el estado de deterioro de Cary resulta casi asqueroso de contemplar, con sus gritos de dolor y súplicas resonando en el aire, un eco de pura agonía y desesperación.
Hace tiempo que Sion le quitó el trapo de la boca, permitiéndole soltar sus alaridos de auxilio, pero son gritos lanzados al vacío, una canción amarga en la noche de Halloween, donde nadie vendrá a salvarla. Afuera, otros gritos se mezclan, almas rendidas ante sus instintos más oscuros; todos, por esta noche, han liberado a sus demonios para darles rienda suelta.
Verla en este frenesí sangriento, bañada en sangre y éxtasis, es suficiente para endurecerme hasta el dolor. La excitación se arrastra por mi espina dorsal como un veneno dulce, y mi polla palpita con cada mirada que le dedico a su figura ensangrentada, mi propio cuerpo traicionándome, goteando preseminal. Pero hay otros planes para esta noche, planes que requieren cada gota de energía, cada segundo de esa mirada hambrienta que sólo Sion puede sostener.
—Conejita, deja de jugar con la comida —le ordeno, mi voz cargada de esa misma oscuridad que nos rodea.
Me mira por encima del hombro, la locura centelleando en sus ojos como brasas. La expresión maníaca en su rostro es tan eufórica que casi podría hacerme perder el control. Un puchero se forma en sus labios, rebeldía pura.
—Quiero seguir —replica, su voz impregnada de esa furia infantil y hambrienta.
—Después, conejita... tengo algo más interesante con lo que puedes jugar —digo, frotando una mano sobre la tensión de mi pantalón, mostrando la erección que late ansiosa por ella.
Su mirada se desliza, hambrienta y vidriosa, directamente hacia mi entrepierna. Con un sonido sordo, el cuchillo cae a sus pies, abandonado sin una segunda mirada. Sion camina hacia mí con pasos lentos, arrastrados, como un depredador que disfruta cada segundo antes de devorar a su presa.
Se arrodilla frente a mí, sus labios manchados de sangre y deseo. Saboréa esos labios con la punta de la lengua, y su mirada se clava en la mía con una promesa implícita de completa sumisión.
—Es todo tuyo, conejita —le digo, mi voz baja y retumbante.
Ella asiente, obediente, y la sonrisa que aparece en su rostro es la de una criatura que sabe que el verdadero festín apenas comienza.
En un abrir y cerrar de ojos, mis pantalones caen al suelo, y su boca pecaminosa envuelve mi polla con una devoción que roza el vicio. Su lengua acaricia el glande como si saboreara algo exquisito, y sus gemidos, que vibran con deseo, son música que enciende mi sangre. La tentación de descargarme en su garganta es inmensa, pero no... necesito más. Mi cuerpo exige que sienta toda mi longitud dentro de ella.
Con un movimiento rápido, la levanto, colocándola a horcajadas sobre mí. Sus piernas se abren a cada lado de mis caderas, y, sin más espera, la penetro con una intensidad que arranca un grito de placer mezclado con un toque de dolor. El sonido se esparce por toda la cabaña, resonando como un eco salvaje y primitivo.
—Eres tan grande... siento que me vas a romper en dos —gime, su voz entrecortada, mientras sus manos se aferran a mis hombros.
Su jadeo me envuelve y, mirándola directamente, dejo que mi placer se mezcle con el suyo. Un vistazo sobre mi hombro me muestra la figura inconsciente de Cary; la perra no pudo resistir la intensidad ni un instante más. Sonrío, enfocado nuevamente en Sion, quien, al sentir la firmeza de mi siguiente embate, deja caer la cabeza hacia atrás, perdida en su éxtasis.
—Eres mía para ser marcada, conejita, y vas a tomarlo todo —gruño, inclinándome apenas sobre ella—. Como la buena puta que eres.
Esta criatura de la noche en mis brazos es todo lo que he anhelado en este mundo podrido. Al fin es mía, cada centímetro de mi cuerpo fundiéndose con el suyo, hundido en su interior, donde siento que mi deseo la consume hasta la última fibra.
Mis embestidas se tornan más rápidas, más profundas, cada golpe impregnado de un hambre que parece insaciable. Ella lo toma todo, como la campeona que es, sosteniéndose, su cuerpo aceptando el placer y el dolor en igual medida. Nuestros fluidos se mezclan, entrelazándose con la sangre que aún baja por su piel, el tributo de Cary y de todas las almas que cayeron ante ella esta noche. Su venganza al fin cumplida, nos une en este momento, en esta catarsis teñida de escarlata.
Imagino la visión que debemos ofrecer en este instante: dos sombras devorándose mutuamente en un frenesí animal, nuestras pieles cubiertas de sangre, sudor y deseo. La escena parece extraída de las mismas pesadillas, una danza oscura y feroz en la que nos movemos al ritmo de un éxtasis prohibido, entregados por completo a una fuerza que solo el horror y el placer pueden despertar.
Estaba cerca de alcanzar el clímax cuando mis dedos jugaron con sus
labios resbaladizos, pellizcando su clítoris.
Así, mi conejita se vino intensamente sobre mi polla, y yo la seguí en ese abismo, dejándome caer en sacudidas rápidas y violentas. Me vacié en ella como una presa desbordada, llenando su interior con mi semen hasta el último temblor, hasta sentir que toda mi oscuridad la poseía.
***
Después de follar como bestias, mi conejita se dedicó a desmembrar, uno a uno, los restos sin vida de Cary, sus manos teñidas de sangre mientras la hoja descendía implacable, desgarrando carne y rompiendo hueso. Enterramos los restos bajo la tierra fría, entregándolos a los gusanos que harían de él su banquete eterno.
Ahora estamos frente al altar, la copa en nuestras manos, unida con nuestra sangre y juramentos sellados. Los tambores laten como un corazón oscuro; el eco de su resonar despierta a los demonios que danzan en círculos a nuestro alrededor, sus risas y susurros llenan el aire. Llevo la copa a mis labios, probando el néctar amargo y embriagador que es nuestra esencia. Ella toma la copa y bebe también, sellando este pacto en un beso salvaje de lenguas, labios y sangre, la unión de nuestras almas malditas.
La desnudo lentamente frente al altar, como una ofrenda, mi conejita, para que los ojos de los demonios observen cómo reclamo lo que es mío. Mi ropa cae a sus pies, y pronto somos un caos de piel contra piel, un frenesí de carne y deseo. Y así, en este templo de sombras y sangre, la marco como mi eterna posesión.
Y así, en esta noche de Halloween, bajo la luna llena y las sombras que danzan en nuestro ritual, reclamo a mi conejita para toda la eternidad. El aire se espesa con el olor de la tierra y el hierro de la sangre, mientras las sombras de los demonios nos rodean, testigos mudos de nuestro pacto. Su piel contra la mía es fuego y hielo, un contraste brutal, y en cada marca y cada beso la poseo más profundamente, sellando su destino al mío.
Nos encontramos en ese umbral entre lo humano y lo demoníaco, y cuando nuestros ojos se cruzan, ambos sabemos que no hay vuelta atrás. Esta noche, entre susurros de almas perdidas y el retumbar de los tambores, la he hecho mía, atada a mí para siempre.
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HALLOWEEN
KorkuSinopsis Ella cree que no la veo, pero está muy equivocada. Siempre la he visto, solo a ella, y ha llegado el momento de hacérselo saber. Este Halloween, Sion Tucker descubrirá que me pertenece... Corre, corre, conejita, porque en la noche de Hallow...