—Llegamos, queridas estrellas. Bienvenidas a la aldea Shimasaki—Yamamoto nos da la presentación de nuestro nuevo destino.
Suna y yo nos asomamos por la pequeña ventana de la carreta, maravilladas con la vista de la aldea. El monte Mizu se ve demasiado cercano y mucho más imponente desde aquí. Siempre me gustó observarlo desde la capital de Kimonai, pero tenerlo tan cerca es increíble.
—Estuve aquí durante mi viaje hace un par de meses, conozco una buena posada en el este de la aldea—comenta Suna.
—Me pongo en marcha ahora mismo, ansío tirarme sobre un futón.
Dicho lo anterior, el caballo continúa su trote luego de cruzar la puerta torii de la entrada al pueblo. Para ser una aldea, está muy transitada. No al nivel de Yanagawa, pero sí puedo ver una cantidad importante de personas en la misma; especialmente, adultos.
—¿Qué saben de este pueblo?—pregunto sin dejar de ver el monte Mizu.
—Es un sito especial para Kimonai, o al menos eso tengo entendido. Es relativamente popular entre los viajeros que desean ver la montaña más alta del continente—relata Suna, apoyando su rostro en su brazo.
—También hay unas aguas termales increíbles a pies del monte Mizu. Dicen que si te bañas ahí, encontrarás el amor de tu vida—añade Yamamoto.
Por un segundo, pienso en Suna. Una imagen fugaz pasa por mi mente, con ella y yo sumergidas en el agua tibia. Agito mi cabeza, intentando ahuyentar cualquier pensamiento indecente de mí.
—¿Y lo conseguiste, galán?—pregunta Suna.
—No. La chica con la que me bañé huyó con mi dinero la mañana siguiente—relata, cabizbajo.
Suna se aguanta la risa una vez más. Ya he perdido la cuenta de cuantas veces repiten esta dinámica, donde Suna pregunta y Yamamoto responde con una desgracia. Aunque no todo es malo, el viaje es muy ameno y la química entre nosotros ha estado fluyendo muy bien.
—No tuve tiempo de ir a bañarme ahí la vez pasada, pero quizá me dé una vuelta más tarde. No me vendría mal conocer a alguien esta noche—Suna reposa sus brazos detrás de su cabeza.
Escuchar eso se sintió como una punzada en el estómago. Me ha invadido una sensación extraña, como si fuera una mezcla de molestia y miedo. ¿Suna con alguien más? ¡No! No quiero que ella haga ese tipo de cosas tontas como ir a buscar a otra chica en las aguas termales...
—¡Yamamoto, ¿Dónde queda ese lugar?!—me apresuro a preguntarle.
—¿Eh? No creí que te interesaría ese tipo de sitios...
—¡Pues sí me importan!
—Está un poco al norte de la aldea, no muy lejos de aquí.
Me giro hacia Suna para señalarla de manera acusadora.
—Ya lo oíste, nosotros nos quedaremos en el este del pueblo, así que no puede ir—sentencio.
Ella me mira con incertidumbre por un par de momentos para echarse a reír luego de un segundo.
—¡Ja, ja, ja, ja, ja!
—¿Q-qué es tan gracioso?
—Tu cara celosa, ja, ja, ja, ja—Suna se sofoca en risa.
—¡No es gracioso! Ahora que lo recuerdo, soy la máxima autoridad de este mundo, así que te prohíbo ir a esos lugares lascivos...
Ella me interrumpe, poniéndose de pie y acorralándome en un rincón de la carreta. Sus dos brazos se pegan a la pared de la misma, dejándome frente a frente con ella. Suna sofoca sus carcajadas y se acerca a mi rostro.
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Balada De Flores Lunares © | Tsuki no hana no barādo | 月の花のバラード
Fantasía«La luna cayó a la tierra. El sol no la buscó; y cuando se encontraron de nuevo, una balada de flores lunares la espada cantó». Tsukigami, la dulce diosa lunar, está enamorada de Taiyokami, el dios solar. La cruda naturaleza de sus seres solo les pe...