Clara y el corazón del tiempo.

El Susurro del Viento

En el pequeño y pintoresco pueblo de Elmswood, donde las casas de piedra parecían susurrar secretos de épocas pasadas y los árboles centenarios se mecían suavemente con la brisa, Clara encontró su lugar en el mundo. Desde que tenía memoria, la biblioteca del pueblo había sido su refugio, un santuario de conocimiento y magia. La biblioteca era un edificio antiguo, con paredes cubiertas de hiedra y ventanas que dejaban entrar la luz del sol, creando un ambiente cálido y acogedor. El aire estaba impregnado del aroma a papel envejecido, a tinta fresca y a la madera pulida de los estantes repletos de libros que parecían vivir y respirar.

Clara pasaba la mayor parte de sus días allí, sumergiéndose en relatos de héroes valientes y tierras lejanas. Desde pequeña, su abuela, una mujer de espíritu indomable y ojos que brillaban con la sabiduría de los años, le contaba historias sobre tiempos antiguos, de dragones que volaban por cielos azules y de reinos ocultos detrás de puertas mágicas. Su abuela siempre le decía que las historias tenían el poder de transformar la realidad, y Clara lo creía firmemente. Sin embargo, había una historia que siempre la había cautivado: la leyenda de las Puertas del Tiempo. Se decía que estas puertas eran portales a otras dimensiones, accesibles solo para aquellos con un corazón puro y un deseo genuino de explorar.

Una tarde lluviosa, cuando el cielo estaba cubierto de nubes grisáceas y el viento aullaba entre las calles vacías, Clara decidió explorar la sección más antigua de la biblioteca, un rincón que había estado oculto para ella durante años. Allí, entre el polvo y las telarañas, encontró un volumen cubierto de cuero desgastado. El libro parecía casi vivo, como si esperara que alguien lo abriera. Al hacerlo, Clara se sorprendió al ver que la mayoría de las páginas estaban en blanco, como si anhelaran ser llenadas con nuevas historias.

Intrigada, Clara tomó un lápiz y, con una mano temblorosa, escribió: "Las puertas del tiempo están siempre abiertas para aquellos que saben mirar". En ese instante, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, como si la frase hubiera resonado en algún rincón profundo de su ser. No entendía por qué, pero una energía vibrante parecía fluir a su alrededor.

A la mañana siguiente, despertó con una sensación extraña. Un resplandor dorado iluminaba su habitación, y el aire parecía cargado de una energía casi palpable. Cuando abrió la ventana, una ráfaga de viento cálido la envolvió, llevándola a un instante de conexión con algo más grande. Sintió que el mundo estaba a punto de cambiar de una manera que nunca podría haber imaginado. Sin pensarlo, decidió salir al exterior, atraída por una fuerza invisible que la llamaba.

Al poner un pie afuera, Clara se dio cuenta de que la escena que solía conocer había cambiado radicalmente. Ya no estaba en Elmswood. Se encontraba en un bosque vibrante, donde los árboles eran colosos que se alzaban hacia el cielo, sus hojas brillando con una luminosidad casi mágica. El suelo estaba cubierto de un tapiz de flores multicolores que parecían danzar al ritmo del viento. El aire estaba impregnado de fragancias dulces y frescas, y el canto de los pájaros resonaba como una melodía serena.

Mientras avanzaba por el bosque, cada paso la llenaba de una mezcla de asombro y miedo. Todo era nuevo y desconocido, pero había una extraña familiaridad en el entorno, como si parte de ella ya hubiera estado allí antes. De repente, se detuvo al ver una puerta tallada en un tronco gigantesco. Los símbolos en la puerta parecían moverse y brillar, pulsando con una energía propia. Clara sintió que la puerta la llamaba, como si estuviera destinada a cruzarla. Sin pensarlo, empujó la puerta y, al hacerlo, una oleada de energía la envolvió, llevándola a un nuevo capítulo de su vida, uno lleno de posibilidades infinitas y misterios aún por descubrir.