2010

709 46 24
                                    

09 de Septiembre 2010

Era un día hermoso con un sol radiante. Hoy era el cumpleaños de Benja, quien cumplía 10 años. Nos levantamos temprano con mis papás para darle una sorpresa. Mientras mi mamá terminaba el desayuno y mi papá luchaba con el papel de regalo, yo estaba en mi habitación, terminando un dibujo especial para Benja. Había dibujado a nuestra familia rodeada de muchos corazones, y con mi lapicera de brillito azul, escribí "Te amo, Benji".

Benja había insistido tanto en conseguir su Xbox que hasta intentó buscar trabajo. Pero ¿quién iba a contratar a un niño de 9 años?.

Mamá había preparado tostados de jamón y queso, cada uno con una velita de cumpleaños, acompañados de jugo de naranja recién exprimido, el desayuno favorito de mi hermano.

-Pa, ¿necesitas ayuda? -pregunté, viendo a mi papá batallar con el papel de regalo. Mamá terminó de envolver el regalo con facilidad-. Mamá 1 - Papá 0-anuncié, y los dos se rieron.

Con el desayuno listo, el regalo envuelto y mi dibujo terminado, era hora de ir a despertar a Benja. Abrí la puerta de su habitación con cuidado y me acerqué a su cama. Estaba profundamente dormido, así que decidí despertarlo de una manera especial. Corrí hacia él y me tiré encima él.

Benja se sobresaltó, pero al verme, soltó una risa contagiosa y me abrazó con fuerza -. ¡Feliz cumpleaños, Benji! -exclamé emocionada.

Mis papás se unieron al abrazo y le entregaron su regalo envuelto en un brillante papel de colores. Benja no podía contener su emoción y rápidamente abrió la caja para descubrir su tan esperada Xbox.

-¡Voy a invitar a Luca para que venga a jugar conmigo! -dijo, con los ojos iluminados y una sonrisa imposible de ocultar.

Después de desayunar juntos y disfrutar de los tostados de jamón y queso, nos sentamos en el sofá para probar la nueva consola. Poco después, empezaron a llegar sus amigos con más regalos. Entre ellos, alguien le trajo una pelota de fútbol edición limitada del Mundial 2010.

-Tenemos que jugar un partido en el patio -anunció Benja, emocionado.

-¿Puedo jugar yo también? -pregunté, llena de esperanza, pero nadie me respondió. Aun así, los seguí hasta el patio.

-Armemos los equipos -ordenó Benja-. Los capitanes vamos a ser Luca y yo, obviamente.

Los chicos empezaron a elegir jugadores para sus equipos mientras yo me formaba con ellos, esperando que alguno me eligiera. Pero nadie lo hacía-.¿Y yo? -pregunté, sintiéndome cada vez más pequeña.

-Solo varones, Bi -contestó Benja, sin mirarme.

-¡Benjamin, le voy a decir a papá! -grité, frustrada.

-No molestes, anda a jugar con Gia -mi amiga aún no había llegado al cumpleaños, y las únicas otras niñas eran mis primas, que apenas tenían cuatro años.

-¡Benjamin! -insistí, con un nudo en la garganta.

Luca, que había estado observando la escena, finalmente habló-. Vení a mi equipo, Bi.

-Pero van a ser más ustedes -se quejó uno de los chicos.

-¡Tiene 8 años, Marcos! -respondió Luca, con un tono protector.

-Pero que sea mantequita -sugirió otro niño. (ser "mantequita" significaba que te perdonaban los errores porque eras nuevo o pequeño en el juego, algo que me irritaba profundamente.)

-No quiero ser mantequita -confesé, apretando los puños.

-Los varones somos más brutos que las mujeres -me explicó Benja, como si eso resolviera todo.

-Yo creo que ustedes tienen miedo de que sea mucho mejor que ustedes -dije, molesta, mientras tomaba la pelota y la colocaba en el centro del patio, lista para demostrarles que podrían subestimarme, pero no podían detenerme.

Comenzamos a jugar, corría mucho más rápido que los demás, pero no podía convertir el gol. Los chicos no paraban de hacer "jueguitos", sabía que lo hacían para que me fuera del juego, no lo iban a lograr, tenía que demostrar que soy mejor que ellos.

Luca me pasó la pelota con un gesto rápido y decidido. El mundo pareció detenerse por un instante mientras la pelota rodaba hacia mí. Todos los chicos corrían, pero yo estaba concentrada sólo en la pelota y en el arco frente a mí. Sentí una oleada de emoción y adrenalina cuando mi pie conectó con fuerza, enviando la pelota directo al ángulo.

-¡Gooooool! -grité, saltando de alegría.

Antes de que pudiera reaccionar, Luca me alzó en el aire, girándome con una sonrisa de oreja a oreja. Los dos gritamos el gol al equipo contrario, saboreando la victoria.

-¡Les dije que era mejor que ustedes! -exclamé, triunfante, mientras Luca y yo reíamos.

Los otros chicos, aunque molestos por la derrota, no pudieron evitar sonreír ante mi entusiasmo.

INMARCESIBLE | @cybervicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora