2014

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20 de Diciembre 2014

—No piensan irse ¿no?.

—¡Ay!, sos pesada —con disgusto, hablo Benjamin.

—Nunca te pido nada, por favor —insistí.

—Te dije que no.

Sonó el timbre y con mucha emoción, Gia y yo, abrimos la puerta, en donde se encontraban nuestras amigas del colegio. Hoy hacemos nuestra pijamada por el comienzo de las vacaciones de verano.

—¡Bienvenidas a nuestra pijamada! —las chicas entraron con sonrisas amplias, cargando bolsas llenas de dulces, películas y todo lo necesario para una noche inolvidable. La emoción era palpable, y pronto el comedor se llenó de risas y charlas animadas.

Mientras tanto, Benja y Luca permanecían en la cocina, observando el alboroto desde la distancia. Benja, con los brazos cruzados y una expresión de fastidio en su rostro, finalmente soltó un suspiro exagerado —. Es que son insoportables —murmuró, haciendo rodar los ojos.

—Nosotras solo queremos disfrutar de nuestra pijamada en paz —repliqué, levantando la barbilla con desafío—. Si no les gusta, ya saben dónde está la puerta.

Gia asintió con entusiasmo, apoyándome.

Luca, sin embargo, no parecía tan dispuesto a irse. Con una media sonrisa, se apoyó en la puerta, mirándome con una mezcla de diversión y desafío en sus ojos —. ¿Y si mejor nos quedamos para asegurarnos de que no hagan ninguna locura? —sugirió, su tono ligeramente provocador.

—Ni lo pienses —respondí de inmediato, cruzándome de brazos—. Esta es una noche solo para chicas.

—¿Y si prometemos no meternos en su pijamada? —insistió, aunque su sonrisa traviesa indicaba que ya tenía algún plan en mente.

Antes de que pudiera responder, Benja intervino, claramente molesto.

—Luca, de verdad, ¿qué te importa tanto quedarte? Vamos, hay cosas mejores que hacer —dijo, jalandolo del brazo, aunque Luca apenas se movió.

La discusión fue interrumpida por las risas de las chicas, que se acercaban con una selección de películas.

—¡Hey, Benja! ¡Luca! ¿Qué hacen ahí parados? —preguntó una de ellas con una sonrisa—. ¿Van a unirse a nosotras o qué?

—No les des ideas —les advertí rápidamente, lo que provocó más risas.

Luca me miró por un largo segundo, como si estuviera evaluando la situación. Luego, con un suspiro teatral, se apartó de la puerta.

—Está bien, está bien. Nos vamos —dijo finalmente, levantando las manos en señal de rendición—. Pero solo porque no quiero que nos culpen cuando sus películas de miedo las hagan gritar toda la noche.

Benja pareció aliviado, y antes de que pudiera cambiar de opinión, ambos salieron de la cocina, dirigiéndose al patio trasero.

—Gracias por no quedarte —murmuré a Luca mientras pasaba a mi lado.

—No hay de qué —respondió con una sonrisa que, por alguna razón, me hizo sentir que tal vez esto no había terminado aún.

Cuando la puerta se cerró tras ellos, me giré hacia Gia y mis amigas, todas aún riendo y emocionadas por la noche que teníamos por delante.

—¡Vamos, chicas! ¡Que comience la pijamada!

Las luces se atenuaron, las películas se pusieron en marcha, y las risas llenaron la casa mientras la noche avanzaba, prometiendo ser una que ninguna de nosotras olvidaría.

Para la madrugada casi todas las niñas habían caido en un sueño profundo. Gia y yo nos acomodamos en el colchón que habíamos puesto en la sala, agotadas después de horas hablando y riendo de todo. Justo cuando me estaba quedando dormida, escuché un crujido en la puerta que me puso alerta. Entre abrí los ojos, pero solo vi oscuridad. Traté de ignorarlo, convenciéndome de que era solo mi imaginación.

Entonces, otro ruido vino de la ventana, y me tensé. Gia, asustada, me apretó la mano y susurró —. ¿Escuchaste eso? ¡Viene de afuera!.

No tuve tiempo de responder. Las luces parpadearon, y un sonido espeluznante recorrió la sala. El miedo me paralizó, pero traté de mantenerme tranquila para no asustar más a Gia, ni despertar a las demás. De pronto, una figura oscura y encapuchada apareció en la puerta, susurrando nuestros nombres con una voz que parecía salida de una película de terror.

Gia gritó, y yo, en un intento desesperado de defendernos, le lancé la primera almohada que encontré. En ese instante, las luces volvieron a encenderse, y allí estaban Benjamin y Luca, riendo a carcajadas como dos idiotas.

—¡Idiotas! ¡Casi me matan del susto! —les grité, furiosa y aliviada al mismo tiempo, mientras ellos no paraban de reír—. Ya van a ver, me las van a pagar.

INMARCESIBLE | @cybervicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora