Piel

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{POV: CC}

Llegué al cine y allí estaba Mishell, esperándome con una sonrisa de oreja a oreja que reflejaba una chispa traviesa en sus ojos.

-¡Hellooo! le dije, devolviéndole la sonrisa mientras la abrazaba.

-¿Cómo estás, CC? ¿Vamos ya? -me respondió animada, sin soltar su sonrisa.

Nos dirigimos a la fila para comprar los boletos, cuando Mishell, con tono pícaro, me lanzó una pregunta que me hizo levantar una ceja.

-Oye, ¿y tu niñera? ¿Sigue en tu casa? ¿Qué estará haciendo ahora? -dijo, estirando la última palabra con curiosidad fingida.

-Mmm, sí, supongo que sigue allí... con una cita, creo. Con un chico -le respondí, tratando de sonar indiferente, aunque por dentro me incomodaba.

Mishell abrió los ojos, sorprendida, y se rió suavemente.

-¿Ves? ¡Te gusta tu niñerita! No lo puedes negar. -Sin dejar de reír, me tomó de la mano y tiró de mí hacia la salida del cine.

-¿Qué? ¿A dónde se supone que vamos, niña loca? -le dije, cruzándome de brazos mientras la seguía.

-¡A ver qué están haciendo! ¡Vamos a espiar! -dijo, con una mirada cómplice.

-Ja, ni lo sueñes, ¿y si nos ven? No, no, no -intenté detenerla, pero ella solo me miró con aire desafiante.

-Ay, ¡qué aburrida eres! Anda, es nuestra oportunidad. -Y, sin escucharme, me tomó del brazo y me arrastró fuera del cine.

Debo admitir que, aunque lo negaba, la idea también despertaba mi curiosidad. ¿Qué estaría haciendo Cairo con Easton? ¿Realmente se habían quedado solos en casa? Mis pensamientos eran un torbellino mientras Mishell me llevaba casi a rastras.

Cuando llegamos, nos escabullimos hasta la ventana que daba al cuarto de Cairo y nos asomamos cuidadosamente. Desde allí, los vimos conversando en voz baja, riendo de algo. Cairo parecía relajada, y por un instante, pensé en retroceder. Pero entonces ocurrió lo inesperado: Easton se inclinó lentamente hacia ella hasta quedar cara a cara, y, sin dudar, le dio un beso.

Mishell soltó un suspiro ahogado.

-¡Mierda, qué! -murmuró sorprendida, con la boca abierta.

-¡Shhh! -le susurré, llevándome un dedo a los labios para que se callara.

Entonces vi cómo Cairo, sin prisas, comenzó a quitarse la camiseta, dejando sus hombros y su brassier al descubierto, mientras Easton la observaba con intensidad.

-Vaya... -dije, con la vista fija, sin poder evitar sentir una mezcla de emociones que ni siquiera podía entender.

Pero un nudo en el pecho me dijo que ya era suficiente. Esto no estaba bien. Yo no debía estar allí, espiándola así.

-Mishell, esto es... no sé, vámonos de aquí -le dije en voz baja, mientras empezaba a darme la vuelta.

Mishell asintió, pero justo en ese instante tropecé con un barandal bajo que no había visto y caí con un golpe al suelo.

-¡Ay! ¡Mierda, por qué no me dijiste que había un barandal! -gruñí, mientras me sobaba la cabeza.

-Intenté advertirte, pero ya sabes, la torpe aquí eres tú -respondió Mishell, cruzándose de brazos con una expresión divertida.

Y en ese instante, escuché la puerta principal abrirse. Cairo y Easton salieron de la casa, mirándonos con caras de confusión y sorpresa. Al notar la situación, Easton esbozó una sonrisa nerviosa, murmuró algo y le dio a Cairo un último beso antes de marcharse apresuradamente.

Mishell, en cambio, estaba encantada con la escena.

-CC, muero por saber cómo terminará esto, pero debo irme. ¡Suerte! -dijo entre risas y me saludó con la mano mientras se alejaba.

Allí estaba yo, sentada en el suelo, con la cara roja de vergüenza y el corazón acelerado, cuando vi a Cairo acercarse. Se inclinó, extendiéndome la mano para ayudarme a levantarme, y cuando estuve de pie frente a ella, me miró fijamente.

-Parece que disfrutas espiarme, ¿verdad? ¿Te entretiene verme... así? -me dijo en tono de reproche, pero con una mirada que destilaba una chispa traviesa.

-Lo siento... yo... Dios, lo siento... no quería... fue Mishell... y... -intenté justificarme, pero las palabras se me atoraron en la garganta, cada vez más avergonzada.

Cairo soltó una suave carcajada, y su expresión se relajó mientras me observaba de arriba abajo.

-CC, te ves linda cuando te sonrojas. -Su voz sonó baja, dulce, y un brillo cálido bailaba en sus ojos. Tranquila, no estoy enojada contigo.

Sentí cómo sus palabras se deslizaban por mi piel, suaves como el roce de una brisa, mientras sus ojos recorrían mi rostro. Era imposible no sentir un revoloteo de nervios y una sonrisa tímida comenzaba a formarse en mis labios.

Después de aquel incidente, el tema se quedó suspendido en el aire, como si nos envolviera una niebla de silencios que ambas evitábamos desentrañar. Todo siguió su curso, y los días parecían moverse en esa aparente normalidad que nos envolvía. Sin embargo, en una de esas noches de pensamientos entrecortados, una chispa de locura me llevó a caminar hasta la puerta de Cairo. No sé muy bien qué buscaba: necesitaba su presencia, su voz, ese extraño consuelo que ella parecía ofrecer sin siquiera saberlo. Mi corazón palpitaba con una urgencia inexplicable. Pero, al llegar a su puerta, me detuve. La razón me alcanzó, y regresé a mi habitación, convencida de que debía contenerme. Me preparé para el día siguiente, sabiendo que las clases me darían un respiro de estos sentimientos.

Dormí tranquila, y la mañana transcurrió con la rutina de siempre. Desayuno, conversación casual, y luego Cairo me llevó a la escuela. Todo parecía encajar en su sitio, un día cualquiera, sin sorpresas… hasta que saludé a mis amigos y ellos parecieron distraídos, sin prestarme atención. Noté que todos miraban fijamente algo detrás de mí, y cuando me giré, el aire se heló en mis pulmones.

Allí estaba él, mi novio, besándose con otra chica, en plena vista y con una tranquilidad que solo parecía buscar provocar. Mis pensamientos se arremolinaron en mi cabeza, y antes de poder pensarlo, ya había caminado hacia él, llena de indignación. Lo tomé del hombro y lo giré para que me mirara. La chica se despidió de él con indiferencia, como si nada, mientras yo lo miraba, exigiendo una explicación.

—¿Qué demonios te pasa? —le solté, mi voz temblando de rabia e incredulidad.

Él me miró, imperturbable, y con una calma que me hizo hervir aún más, respondió:

—Estoy aburrido de ti. Lo mejor sería que terminemos. Además… me enteré de algo.

Mi pecho se tensó al oír esas palabras. La humillación y la furia me golpearon como un torrente, y sin pensarlo dos veces, espeté:

—Obviamente que lo vamos a dejar. ¡Jamás volvería a estar contigo! —le grité con fuerza, y mi voz hizo que todos los presentes se volvieran a observarnos.

Sin contenerme, tomé el vaso de café caliente que llevaba en la mano y, en un impulso ciego, se lo arrojé sobre la cabeza. Su grito de dolor resonó a mi alrededor mientras el café caía por su rostro. Su reacción fue inmediata y explosiva.

—¡¿Qué diablos haces?! ¡Sé que te acuestas con tu niñera! —espetó, su rostro contorsionado de rabia y ardor.

Sin pensar, le respondí en un susurro lleno de veneno:

—Sí, me acuesto con mi niñera, y lo hace tan bien.

Me alejé de allí, rodeada de mis amigos que me miraban con ojos sorprendidos. Caminé sin detenerme, sin mirar atrás. Las palabras salieron de mis labios sin pensar, como una tormenta desatada que ni yo misma podía controlar. Pero en el fondo, sabía que había cruzado un límite. No era verdad, no había pasado nada entre Cairo y yo. Había sido una respuesta impulsiva, una mentira dicha en un arrebato de orgullo y despecho.

El eco de mis palabras aún resonaba en mi mente, y una mezcla de arrepentimiento y desconcierto se asentaba en mi pecho mientras me alejaba, intentando procesar todo lo que había sucedido.



My Sister's Friend ||Jemmaverse||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora