Historia

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{POV: CC}

El silencio entre nosotras era como un espectro opresivo, pesado, imposible de ignorar. Hasta que, finalmente, Cairo lo rompió con una voz rota, apenas un susurro que parecía desgarrar el aire:

-¿Quisiste matarme...?

Sus ojos, inundados de lágrimas, me miraban como buscando una verdad que no podía darle, o tal vez, temiendo encontrarla.

-Cairo, no fue así. -Mi voz tembló, tan frágil como un cristal a punto de romperse.

Tomé aire, intentando encontrar las palabras correctas en un mar de emociones que me ahogaba. Hablar de lo que había hecho era abrir una herida profunda, pero debía hacerlo.

-Desde el momento en que descubrí que el asesino de mis padres era el director de la empresa Hilton, hice lo imposible por vengarme. Conseguí contactos, personas dispuestas a hacer lo que yo no podía.

Mandé a eliminar a cualquier persona que tuviera la más mínima conexión con él, con tu padre.

Vi cómo su rostro se transformaba, su piel pálida como si la sangre la hubiera abandonado. Pero continué, porque merecía saber la verdad, aunque fuera cruel.

-Desde que recuerdo, la gente vinculada a esa empresa se empeñó en hacerme la vida imposible, como si su sufrimiento fuera mi culpa, como si yo tuviera algo que ver con la muerte de tu padre. Pero no es así. -Las palabras salieron rápidas, cargadas de dolor y rabia contenida.

Tomé aire, recordando los fragmentos oscuros de mi pasado, aquellos que había intentado enterrar pero que ahora volvían como fantasmas implacables.

-El día que tus padres murieron, mi padre y mi madre estaban huyendo en auto. Intentaban alejarse, buscar un refugio. Pero tu padre los persiguió. Los alcanzó en su propio auto y, al cruzar una calle, embistió a propósito el nuestro. No fue un accidente, Cairo. Fue un acto deliberado.

Sentí cómo mi voz temblaba al decirlo, reviviendo el horror de una tragedia que había marcado cada parte de mi vida.

-No le importó si él también moría en el proceso, porque lo único que quería era llevarse a mis padres con él.

Cairo me miraba, inmóvil, las lágrimas deslizándose por sus mejillas como ríos silenciosos.

-Eso fue lo que escuché de los vecinos, de las personas que estaban cerca ese día. Nunca quisieron contarme más. Incluso mi hermana... ella no sabe que yo sé todo esto.

Hice una pausa, observando cómo sus hombros temblaban ligeramente. Cairo parecía atrapada entre la incredulidad y la tristeza, como si el peso de mis palabras le estuviera aplastando el alma.

-Hasta el día de hoy, no sé cuál fue el motivo exacto de esa pelea. Supongo que fue por dinero, pero no estoy segura.

El silencio volvió a llenarlo todo, pero esta vez era más denso, más frío, como un abismo que se abría entre nosotras.

Cairo me miraba, con los ojos rojos por el Ilanto, y yo sentía que cada lágrima suya era un golpe directo a mi corazón.

Ambas estábamos inmóviles, atrapadas en un dolor compartido que nos desgarraba de maneras distintas. Yo, con la culpa de haber buscado venganza sin pensar en las consecuencias. Ella, con el peso de un pasado que ni siquiera sabía que cargaba.

No había palabras que pudieran reparar lo que acabábamos de descubrir. Solo quedaba el silencio, ese eterno testigo de las verdades que nadie quiere enfrentar.

El aire pesaba como una sombra silenciosa mientras Cairo hablaba, su voz apenas un eco de la fuerza que solía tener.

—Lo siento, CC, pero necesito pensar... estar sola. —Dijo mientras sus manos temblorosas agarraban el volante—. No sé nada de mi familia, estoy alejada de ellos, y esta situación me consume. Vamos a casa, y veremos qué pasa.

La observé mientras conducía, sus ojos velados por un velo de lágrimas que secaba torpemente con una mano mientras la otra intentaba mantener el control. Sus palabras retumbaban en mi mente como campanadas en una catedral vacía. No dije nada, pero en mi pecho algo ardía, una mezcla de desesperación e impotencia que no lograba sofocar.

El trayecto fue un borrón. Cuando me di cuenta, ya estábamos frente a casa. Cairo bajó del auto con pasos lentos, casi pesados, como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros. Yo la seguí en silencio, con las palabras atrapadas en mi garganta, incapaz de decirle cuánto dolía todo esto.

Apenas cerré la puerta, Cairo se volvió hacia mí. Sus ojos estaban rojos, y su voz era un susurro, cargado de cansancio y algo más que no podía descifrar.

—Creo que tu hermana viene por unos días. Su viaje se complicó más de lo que esperaba, así que se quedará aquí temporalmente. Mientras ella esté, yo no me quedaré. Regresaré cuando ella se vaya.

Sus palabras cayeron sobre mí como cuchillas invisibles, pero asentí, incapaz de protestar. La vi colocar las llaves sobre la mesa, un gesto simple que se sintió como un adiós, aunque temporal. Sin más, me refugié en mi cuarto, cerrando la puerta tras de mí como si eso pudiera protegerme del huracán de emociones que me desgarraba por dentro.

El silencio de mi habitación era ensordecedor. Sentía cómo mi corazón se rompía, pedazo a pedazo, mientras me dejaba caer en la cama. ¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué esta distancia, aunque breve, se sentía infinita?

Todo con Cairo era diferente, y esta situación me estaba consumiendo. No quería que se fuera, ni siquiera por dos días. La idea de su ausencia me llenaba de un vacío tan vasto que parecía un abismo.

Pasan los segundos, y la extraño más y más, incluso estando aún bajo el mismo techo. Mi mente era un torbellino de preguntas sin respuestas. ¿Qué me había hecho? ¿Qué era este sentimiento que me atenazaba el pecho, que me hacía querer estar cerca de ella incluso cuando todo era tan complicado y doloroso?

Era todo nuevo, confuso y devastador. Pero sabía algo con certeza: el vacío que dejaría su partida, aunque breve, sería imposible de llenar. Y aunque prometiera volver, el miedo a lo que pudiera suceder entre nosotras en su ausencia era una sombra que no podía ignorar.


My Sister's Friend ||Jemmaverse||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora