Caos

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{POV: CC}

Los días transcurrieron con una mezcla de emoción y nerviosismo hasta que, finalmente, llegó el esperado día de la fiesta. Cairo se había marchado, sin revelar su destino, dejándome la casa a mi disposición. A medida que avanzaba la tarde, me dispuse a esperar la llegada de mis invitados. Sin embargo, pronto comencé a notar algo fuera de lugar.

Como surgidos de la nada, comenzaron a arribar docenas de personas desconocidas. Me quedé inmóvil, perpleja ante el desfile incesante de rostros ajenos. Mi intención original había sido organizar una reunión íntima, un encuentro de no más de veinte amigos, pero ya había más de treinta cuerpos aglomerados en la sala, y parecía que la marea humana no dejaba de crecer. No sabía quién había extendido la invitación a tantos, pero el bullicio y la adrenalina del momento me empujaron a dejarme llevar. No podía ser la aguafiestas que echara a todos, así que me puse a servir tragos con rapidez, sumergiéndome en el frenesí. La música rugía a un volumen ensordecedor y la casa entera se había transformado en un laberinto donde apenas podía abrirme paso.

De pronto, vislumbré a lo lejos a mis amigos.

—¡Hola! —grité, alzando la voz para vencer el estruendo de la música.

—¡Parece que esto se te fue de las manos, CC! —respondió Mishell, alzando la voz con la misma intensidad, mientras sus ojos recorrían la interminable multitud que llenaba cada rincón de la casa.

El resto de mis amigos compartían la misma mezcla de asombro y entusiasmo, bebiendo con desenfreno, como si no hubiera un mañana. A medida que transcurrían las horas, mis nervios se intensificaban, alimentados por la angustia de ver cómo continuaba llegando gente desconocida. La presión me llevó a consumir más de cinco bebidas casi sin darme cuenta, en un vano intento de calmar la marea de ansiedad que crecía en mi interior.

Con la cabeza embotada y el equilibrio tambaleante, comencé a abrirme camino entre la multitud, buscando el baño en medio de la confusión. Mis pasos eran torpes, los rostros a mi alrededor se desdibujaban en una masa borrosa de risas y gritos. Y entonces, como emergido de la penumbra, apareció Jake frente a mí, su sonrisa arrogante iluminada por la luz intermitente.

—Hola, niña. Esta fiesta está de locos, es lo único bueno que has hecho en todo el año —dijo, acercándose con una expresión burlona mientras comenzaba a empujarme suavemente contra la pared.

El contacto con la frialdad de la pared me hizo parpadear, tratando de enfocar mis pensamientos. Estaba tan mareada, tan perdida en la vorágine de la noche, que las horas habían pasado sin que yo pudiera distinguir dónde terminaba la realidad y empezaba el caos.

—¿Qué estás haciendo, Jake? —pregunté, con la voz entrecortada, tratando de aclarar la neblina que se cernía sobre mi mente. Estaba confundida, apenas consciente de lo que ocurría a mi alrededor.

{POV: Cairo}

Habían transcurrido horas desde que me fui de la casa, y supuse que la pequeña reunión habría llegado a su fin. Sin embargo, mientras me dirigía de vuelta, una inquietud se apoderaba de mí. Mi mente no dejaba de divagar en torno a CC, preguntándome si había sido un error dejarla sola. Todo podía ocurrir, y lo peor de todo era que ni siquiera tenía su número para contactar con ella.

Al llegar, la visión que se desplegó ante mis ojos me dejó atónita: una multitud de personas entraba y salía del lugar, como si la casa hubiera sido invadida por una ola imparable de extraños. El desconcierto y la ira se encendieron en mi pecho mientras, con el ceño fruncido, me abría paso entre la gente, buscando a CC. Esto no iba a quedar así.

Tras varios minutos de deambular, mis ojos se toparon con ella. Estaba besándose con un chico que supuse sería el novio del que me había hablado. Sin embargo, la escena provocó en mí una punzada inesperada, un dolor extraño que jamás había sentido. Algo en mi interior se quebró, o quizá fue algo que se encendió y ardió con furia. Sin pensarlo, me acerqué rápidamente hacia ellos, sin preocuparme por los murmullos a mi alrededor.

—¿¡Qué carajo estás haciendo?! —le grité, pues la música estaba tan alta que apenas se podía escuchar nada. Tomé a CC del brazo y la llevé hacia el parlante.

—Apágala. Ahora mismo —le ordené, cruzándome de brazos y dejando que mi enojo se reflejara en cada palabra.

CC, con una expresión abatida, se tambaleó hacia la consola y apagó la música. De inmediato, un silencio pesado se esparció por la casa, y los murmullos se convirtieron en quejas mientras la multitud comenzaba a dispersarse, dándose cuenta de la gravedad de la situación.

A medida que la gente se retiraba, CC se desplomó en mis brazos, rindiéndose a su estado de embriaguez. El alcohol había corrido libremente aquella noche, y ella había sucumbido por completo. La tomé entre mis brazos y la llevé a su habitación, con cuidado de no despertarla.

—Espérame aquí, voy a traerte un poco de agua —le dije con una mezcla de frustración y compasión.

Fui a la cocina y le serví un vaso de agua fresca. Al volver, me acerqué a su cama y la ayudé a incorporarse, sosteniéndola por la espalda. Apenas podía abrir los ojos, y cada sorbo que bebía parecía un esfuerzo titánico.

—Dios mío, CC, hueles a alcohol como si hubieras nadado en él. Descansa, ¿de acuerdo? —le susurré, sintiendo un nudo en la garganta, una pena difícil de disimular.

Ella se recostó, cubriendo su rostro con el brazo, intentando bloquear cualquier rastro de luz. Justo cuando me disponía a levantarme y salir, sentí su mano aferrándose a la mía con fuerza. En un movimiento torpe pero decidido, me atrajo hacia ella, haciéndome caer en la cama. El calor de su cuerpo me envolvió, y su abrazo fue como el de una niña aferrándose a su juguete favorito.

Intenté liberarme, pero sus brazos rodearon mi cuerpo con una firmeza que me dejó sin opciones. Soltó un leve gemido de cansancio y, al girarse, me arrastró con ella, envolviéndome en un abrazo casi infantil, como si yo fuera su peluche de toda la vida. Quería marcharme, sabía que debía hacerlo, pero cualquier intento de escape podía despertarla.

No tuve otra opción. Me quedé allí, sintiendo la quietud de su respiración, el peso de su cuerpo contra el mío. Y así, envuelta en esa inesperada cercanía, pasé la noche junto a ella, enredada en un sueño compartido y extraño, del que no sabía si realmente quería despertar.

My Sister's Friend ||Jemmaverse||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora