<<Yo le llamo arte a todo aquello que de
alguna manera nos devuelve la vida>>.
Elena Poe.
Violeta Hódar:
El amor nos lleva a descubrir la belleza en los paisajes más oscuros de las aceras. Un rayo de amor. Un recuerdo. El perro de alguien que pasa desapercibido husmeando las colillas que hay en el suelo. Los ojos abatidos de una persona que se despide de aquella que le gusta. La gente sin sueños que ofrece globos a los que pasan a su alrededor. Y yo los observo desde una perspectiva que debería ser la errónea, pero no puedo hacerlo de otra manera en un día como este.
Todo hace pensar que va a comenzar a llover de un momento a otro, así que llevo mis manos congeladas a mis labios para lanzar vaho contra ellas e intentarlas hacer entrar en calor. Ha sido un error salir de casa sin seguir las recomendaciones de Chiara sobre el frío que hacía en el exterior y, por ejemplo, ponerme alguno de los guantes calentitos que descansan en mi armario. Sí, un error. Encima, es la hora gris de los murciélagos y me siento abatida por no encontrarla entre la multitud.
—Y después la que llega tarde soy yo. —Susurro para mí misma, encogiéndome contra la pared para evitar que el aire frío siga golpeándome.
La idea de volver a encontrarme con Chiara se ha convertido más en una necesidad después de la sesión de besos de anoche, pero para mi mala suerte, al final las dos tenemos ocupaciones que llevar a cabo y que nos han impedido encontrarnos a lo largo del día. Ahora mismo me arrepiento haber aceptado su idea de no conocer mi apartamento ayer.
¿Y se puede saber dónde está? Hace más de diez minutos que me ha enviado el mensaje para avisar de que estaba llegando y...
Y de pronto la veo. La veo deshaciéndose de este río de personas que recorren las aceras. Puedo ver desde donde estoy su frente abierta para darme acceso a sus pensamientos, que me tienen a mí como principal protagonista. La puedo observar balanceándose en los vaivenes del amor de un vals precipitado, en la oscura belleza de esta acera donde las dos nos fundimos en un abrazo de cemento cuando nuestros cuerpos se encuentran.
—El tráfico en esta ciudad es algo a lo que jamás pienso acostumbrarme —se queja mientras se separa lo suficiente para tenerme cara a cara—. He tenido que decirle que me deje a unas calles de distancia porque, de no ser así, lo más probable es que no hubiese llegado aún.
—¿Y has salido del taxi para correr en busca de tu amada? —bromeo, sin soltar mis manos de su espalda y sonriendo como si tuviese a la reina de las hechiceras ante mí.
—A buscar mi beso antes de que llegue la media noche y desaparezcas. —Sigue la broma, pero ella sí que toma mi rostro entre sus manos aguantadas y me besa con la soltura de quién lleva haciendo esto desde siempre.
Es un beso suave y delicado que vuelve a conseguir que me quede flotando cuando se separa, con los ojos cerrados y la sonrisa absurda dibujada en los labios. Sé que ella, al contrario, me está observando. No me importa lo más mínimo.
—¿Nos vamos? —pregunta con tanta ilusión que sonrío el doble, pero no me muevo o la suelto.
—Otro. —Es lo único que pronuncio antes de sacar morros.
—¡Violeta! —se ríe.
—Otro. —Repito, fingiendo dar besos a la nada.
—¿No sabes que la avaricia rompe el saco? —pero la sensación de sus dedos en mi cuello consigue estremecerme mucho más que el frío del clima, así que ahora mismo me importa bastante poco ir por la vida con un centenar de sacos rotos.

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CON TUS PALABRAS
RomanceQuizás las almas gemelas pueden dejar de ser leyendas, mitos, fábulas... porque pueden haber estado ahí... siempre.