CAPÍTULO 3

11.6K 568 426
                                        

<<Cuando uno habla de su felicidad

debe ser discreto y confesarla como

si confesase un robo>>.

Jules Renard.

Violeta Hódar:

El amor crece y se enciende con mayor fuerza cuando lo acompaña una dosis, grande o pequeña, de imposibilidad. Nunca son tan ardientes las pasiones como cuando están atravesadas por alguna prohibición. Y si hay que guardar el secreto, mucho mejor. Hay un peligroso encanto en los amores clandestinos.

Pero, así como el insecto que revolotea en torno de la llama a veces termina quemándose, también los amores prohibidos pueden terminar mal. A veces, simplemente les sigue un romántico adiós, pero en la mayoría de las ocasiones dejan a alguno de los involucrados con grandes heridas que tardan mucho tiempo en sanar.

—Hay cientos de cartas, Violeta. No sé cuánto tiempo, pero mínimo podría llevarnos días el leerlas todas —comenta Chiara desde el suelo de la librería. Es de noche y ella ha accedido a venir hasta aquí para ayudarme a indagar en los pensamientos del amor secreto de mi abuela—. Por no hablar de lo que quieres hacer.

—Sé que es complicado, pero no imposible —no levanto la vista porque estoy concentrada en colocar la carta que tengo entre manos en el orden correspondiente—. Antes de poder entender lo que hay dentro, tengo que saber cuándo fueron escritas, así comprenderé todo mucho mejor.

—Por eso me has llamado, para que me dedique a ordenar cronológicamente las cartas del amor secreto de tu abuela —alzo la vista para observar cómo está sonriente, divertida. Sea lo que sea, mi concentración parece hacerle gracia—. Tres días desde nuestra cita y ya estamos en este punto. Va a ser verdad que el amor avanza a pasos de gigantes.

—Esto es un gesto de amor bastante desinteresado por tu parte, y esos son los más bonitos dentro de una relación, así que menos quejarte y más abrir cartas, ver la fecha, cerrarlas y colocarlas donde van. Todo es cuestión de continuar con mi valioso aprendizaje para tu libro.

—¡Violeta Hódar, la más lista del lugar! —se burla.

Estiro la mano para arrugar uno de los folios en blanco y lanzar la pelota directa en su dirección, haciendo que pase a pocos centímetros de su cabeza y consiguiendo que vuelva a mirarme. Ahora la que sonríe soy yo, encantada con tener su desconcierto por unos segundos para después hacer aparecer esa sonrisa que no ha vuelto a irse, la que hace que sus ojos se empequeñezcan y todo brille con demasiada intensidad.

—¿Puedes parar? Estoy intentando encontrar al amor secreto de tu abuela. —Muerdo mi labio inferior y niego con la cabeza, incapaz de dejar de sonreír.

—¡Tendrás cara!

—Es que estoy aprendiendo lo mejor de mi increíble profesora, ¿no te lo he dicho? —hace una mueca divertida con la cara— Resulta que ahora soy una alumna aventajada, o por lo menos eso me ha estado diciendo cuando respondía mis mensajes.

—Quizás puedas aprobar por lo teórico o lo práctico, Sol, pero me aseguraré de hacerte repetir de curso por tu terrible actitud en clase.

—No sé, Luna, creo que te gusta demasiado este lado rebelde que estoy mostrando —suspiro, apartando la vista. Mentir nunca ha sido mi punto fuerte, y sería absurdo el no reconocer que tiene razón, que esta versión de Chiara está despertando partes de mi cuerpo que creía dormidas—. ¿Por qué no tomamos un descanso? Hemos estado tres días sin vernos y lo primero que haces es colocarme decenas de cartas unidas por un elástico para mandarme a trabajar.

CON TUS PALABRASWhere stories live. Discover now