4

10 0 0
                                    

Harry se despertó al día siguiente sintiendo que la niebla de la ansiedad aún no lo había dejado completamente. La sensación de pesadez en su pecho seguía presente, y aunque había pasado la noche entre las suaves palabras de Liam y el reconfortante abrazo de su amigo, la calma era temporal. A veces, Harry pensaba que esa paz nunca podría durar mucho tiempo, que las tormentas siempre volverían a su vida, como si fuera algo que simplemente no pudiera evitar.

Se levantó de la cama, pero su cuerpo estaba agotado, casi como si la noche anterior le hubiera dejado una huella más profunda de lo que imaginaba. Caminó lentamente hasta el baño, se miró en el espejo, y por un momento se detuvo, observando a la persona que reflejaba. No le gustaba lo que veía. Sus ojos, todavía rojos de las lágrimas, no mostraban mucha esperanza. Había algo en su mirada que lo hacía sentir pequeño, como si no pudiera confiar en sí mismo ni en sus propios pensamientos.

A pesar de su agotamiento emocional, Harry sabía que debía enfrentarse a otro día. No podía quedarse en la cama todo el tiempo, por más que a veces lo deseara. Se había dado cuenta de que la vida no esperaba a que estuviera listo para seguir adelante. Así que se preparó, tomando una ducha rápida para despejarse un poco.

Al bajar a la cocina, encontró a Liam, sentado en la mesa con una taza de café en las manos. Siempre tan sereno, tan presente. Había algo en él que Harry siempre había admirado. Liam parecía tener todo bajo control, mientras que Harry se sentía como si estuviera en una batalla constante con su mente.

—Buenos días —dijo Liam, levantando la mirada y sonriendo ligeramente al ver a Harry entrar.

—Buenos días —respondió Harry, aunque su voz sonó débil, más como un susurro que como un saludo real.

Liam lo miró durante un momento, claramente notando la fatiga de Harry. No hizo preguntas, simplemente dejó la taza de café y se levantó para acercarse a él. Sin decir palabra, le puso una mano en el hombro, un gesto reconfortante, pero también lleno de preocupación.

—Haz, ¿cómo te sientes hoy? —preguntó con suavidad.

Harry suspiró, sintiendo que las palabras se le atoraban. La verdad era que no sabía cómo se sentía. Un día se despertaba con la sensación de que todo iba a mejorar, pero al siguiente sentía que todo se desplomaba nuevamente.

—No lo sé —dijo finalmente, con la mirada fija en el suelo—. Es como si estuviera atrapado en un ciclo que nunca se detiene.

Liam asintió, comprendiendo perfectamente lo que quería decir.

—Lo sé. Pero ¿sabes qué? No tienes que enfrentarlo todo de una vez. Vamos a seguir dando pasos, uno a la vez. Estoy aquí, y te voy a ayudar a atravesarlo.

Harry levantó la mirada, encontrando en los ojos de Liam un reflejo de algo que le daba esperanza, aunque solo fuera por un instante.

—Gracias, Liam —respondió, con un suspiro de alivio. Sabía que no podía pedir más de lo que Liam le ofrecía: su apoyo incondicional.

Esa mañana, después de desayunar, Liam sugirió que fueran a dar un paseo por el parque. Harry no estaba seguro de si sería una buena idea, pero sabía que quedarse en casa solo alimentaría su ansiedad. Así que aceptó, aunque la idea de estar en público le causaba un nudo en el estómago. La salida al aire libre no iba a resolver todos sus problemas, pero tal vez sería un pequeño paso.

Caminaron juntos por el parque, el aire fresco acariciando sus rostros mientras conversaban de temas ligeros. Harry notaba que, aunque la calma era frágil, algo en él se empezaba a relajar. La conversación fluía sin presiones, y eso era lo que más necesitaba en ese momento. Un espacio donde pudiera ser él mismo, sin la constante preocupación de no encajar.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 | 𝐥𝐬 | 𝐁𝐃𝐒𝐌 | 𝐃𝐃𝐋𝐁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora