Once In a Blue Moon Another World | Douxie x MaleOC

One Shot Salem

Salem no era un lugar seguro para las mujeres. Practicasen o no las "magias del diablo", tuviesen un lunar en su cuerpo, muchas o pocas amigas o saliesen a disfrutar de las diferentes fases de la luna y el sol, debían asegurarse ellas. Hacerlo significaba dejar atrás aquello por lo que tanto trabajaron como así también llevar consigo a sus hermanos o hijos, quienes también eran blanco de sospechas.

¿Pero a donde escapar? La tendencia a los juicios por brujerías estaban esparciéndose varios kilómetros a la redonda. A donde fueran estarían en peligro... o bueno, no a todos lados.

El viento mismo, conjurado por las que verdaderamente trabajaban las mancias, confabuló en amparo de todas las mujeres, silbando una ubicación solo audible para ella cuando sus faldas y cabellos bailaban al son de las brisas de primavera.

"En el fondo del bosque, donde el hombre teme llegar, hallarás un santuario y a salvo estarás. A media noche partirás y aún si se te acusa, allí estarás oculta".

Era un plan perfecto, sin embargo aquel bosque por el que el viento les indicó que fueran no se apodaba como "El de las cosas perdidas" por nada, pues una vez entrabas, pocas veces eras encontrado. Consciente de ello, algunas decidieron tomar otro rumbo. Sin embargo, por siempre existirían esas mujeres que lo daban todo por vivir. Tal era el caso de Berenice "La boticaria del diablo".

En ella no había magia, solo conocimientos, pues era boticaria desde antes incluso de que comenzaran los juicios. Mientras caminaba por el bosque solamente ayudada por la luna llena, apretaba su mandíbula furiosa. Había salvado la vida del juez de una fuerte gripe, incluso la de su mujer y su hijo cuando esta estuvo embarazada; sin embargo, ahí estaba, huyendo de él y todos los que pretendían hacerla arder. "Váyanse ustedes al diablo" pensó intensamente mientras clavaba el tacón de su zapato con fuerza sobre la tierra húmeda.

Sus manos arrugadas de tanto trabajar la tierra donde crecían sus hierbas, reafirmaron el agarre en las cosas que levaba de su lado izquierdo, mientras que del lado derecho acarició la mano pequeña que sostenía con firmeza.

Su ahijado caminaba como si fuese parte de la noche, sin inmutarse por la densa oscuridad mientras miraba curioso a todos los lados. Reía por el ulular de los búhos, seguía con la mirada las polillas y contaba en voz baja las estrellas que las copas de los árboles le permitían ver. Debía ser algún efecto del trauma causado por el incendió de su madre, mismo que fue obligado a presenciar y por el cual le aterraban las llamas tan naranjas como el color de su cabello. Color que llamó la atención cuando Berenice y él comenzaron a sentar bases en aquel santuario.

A la acusaba de brujería, no le costó acoplarse al refugio, pues ahí reinaba un sistema de mujeres, hecho por ellas y destinado para ellas. Sin embargo, temía que no fuese el caso de su ahora hijo. Este, sin nadie que pudiese quedarse a su cargo mientras Berenice construía su nuevo hogar con las demás féminas, fue enviado a la iglesia abandonada del bosque junto a los demás niños y jóvenes, donde recibían educación variada de los jenízaros que cuidaban de la estructura ancestral. Él, al ser un niño, se reunió con los de su edad, pero era reacio a relacionarse con ellos como sucedía cuando vivía en Salem.

Sin embargo, había un niño dispuesto a romper con ello.

—Nunca te había visto ¡Eres nuevo aquí!— Exclamó este, genuinamente emocionado de ver nuevas caras. No obstante, aunque el colorado levantó su vista del libro que tenía entre sus manos, no recibió réplica alguna. Extrañado, ladeó la cabeza —¿No hablas?.

Otra vez silencio, pero aquello no era rival para el más joven.

—¿Por qué no juegas con nosotros? ¿No sabes hacerlo?— Insistió con nuevas preguntas, obteniendo un ceño fruncido del otro infante —¿Es porque creen que tu pelo está maldito?... Yo creo que es muy lindo— Y de pronto el ceño fruncido fue reemplazado por una cara de sorpresa.