El refugio en la selva era improvisado, escondido bajo frondosas ramas y rodeado de vigilantes atentos. Allí, el cuerpo de Richard yacía sobre una cama rústica, cubierto en vendas hechas de hierbas y hojas curativas. Su piel estaba destrozada, marcada por las quemaduras, y cada respiración era un recordatorio del dolor que había soportado. Riane observaba en silencio, temerosa de lo que pudiera ocurrir.A su lado, estaba Lina, quien se negaba a apartarse de él. La pequeña, que Richard había cuidado en tantas ocasiones, mantenía su mano cerca, como si con su presencia pudiera aliviar el dolor de su protector. Sus ojos miraban con una mezcla de asombro y pena, intentando comprender la gravedad de la situación.
"No te vayas, Richard...," murmuraba Lina, como si sus palabras pudieran evitar lo inevitable.
Riane, conmovida por la devoción de la niña, se arrodilló a su lado y le aseguró que estaban haciendo todo lo posible. Los curanderos de la tribu, expertos en remedios de la selva, trabajaban sin descanso para reducir las quemaduras y aliviar el sufrimiento de Richard. Sin embargo, sabían que el camino a la recuperación sería largo y lleno de incertidumbre.
A unos metros, los miembros de la tribu debatían en voz baja. Algunos se sentían inquietos por el riesgo que representaba el refugio de un forastero tan gravemente herido; otros comprendían que la deuda de vida de Riane era motivo suficiente para arriesgarse. Pero en el fondo de todos, una pregunta crecía: ¿podría Richard sobrevivir y regresar al mismo que fue?
Entretanto, el General Ferrer y Sofia permanecían en las afueras del bosque, evaluando sus próximos movimientos. Ferrer, lejos de darse por vencido, planeaba un nuevo ataque. Sabía que mientras Richard estuviera con vida, su influencia en los bosques no sería completa. Pero en el corazón de Sofia, un conflicto comenzaba a germinar: las dudas y la compasión habían empezado a desafiar su lealtad.
El ambiente en el refugio estaba cargado de preocupación y tensión. Lina seguía aferrada a la mano de Richard, susurrando palabras de aliento mientras sus pequeños ojos, humedecidos por las lágrimas, se clavaban en el rostro herido de su protector.
"No te vayas, Richard... por favor... nos prometiste que estarías aquí," repetía una y otra vez, como si esas palabras pudieran anclarlo a la vida.
Riane se inclinó hacia Lina, tratando de tranquilizarla.
"Está peleando, Lina. Richard es fuerte, siempre lo ha sido," le susurró con suavidad. Pero aunque sus palabras pretendían brindar calma, su propia voz temblaba.
De pronto, el padre de Riane se acercó, con la preocupación evidente en su rostro, observando a Lina y luego a su hija. Hizo un esfuerzo por mantener la voz baja, pero el peso de sus palabras era palpable.
"Riane, no puedes arriesgar a nuestra gente por un extranjero. Este hombre trae consigo problemas que podrían costarnos muy caro. Debemos pensar en la tribu."
Riane, aún arrodillada al lado de Lina, levantó la mirada hacia su padre con firmeza.
"Padre, no es solo un extranjero. Él nos salvó, se sacrificó para que Lina y yo pudiéramos escapar. No podemos simplemente abandonarlo."
"¿Y qué de nuestra gente? ¿Debemos arriesgarnos por alguien que ni siquiera es uno de los nuestros? No entiendes, Riane, Ferrer no se detendrá hasta destruir todo lo que tocamos."
"¡Entiendo más de lo que crees!"* Riane alzó la voz, sorprendiendo a su padre. *"Si no fuera por Richard, Lina no estaría aquí, yo no estaría aquí. ¿Eso no cuenta? Él ha hecho más por nosotros que muchos que llevan toda una vida en esta tribu."