18º Cap - Murat reconoce al ladrón de diamantes

45 12 2
                                    

En el puesto, Murat reconoce al mismo hombre que participó en el atraco al banco central turco, donde se robaron diamantes por valor de 100 millones de dólares.

- No me lo creo, es demasiada suerte.

- ¿Qué es lo que no te crees, Murat?

Un policía le entregó el megáfono a Murat.

- Pronto lo sabrás.

- Puedes sacar a la policía de aquí o prenderemos fuego a esta comisaría.

- Estás rodeado y si quieres salir vivo de aquí, ríndete ahora.

- No quiero ir a la cárcel.

- ¿Cuántos son?

pregunta Murat a un policía que está a su lado.

- Había seis tenientes, pero a uno le dispararon y fue al hospital.

- ¿Podemos atacar por la espalda, teniente Murat?

- Todavía no. Tienen rehenes, no podemos poner en peligro sus vidas.

- Intentaré una vez más que se rindan.

- De acuerdo, señor.

- Ríndanse ahora y tendrán sus sentencias aligeradas ante el juez, porque lo hicieron por su propia voluntad.

Los bandidos se miran y empiezan a reír.

- ¿Crees que somos un par de idiotas, poli?

- No, sólo os estoy diciendo cuáles son vuestros derechos. Si usáis vuestro ingenio, os daréis cuenta de que es lo mejor que podéis hacer. Entréguense.

- Será mejor que nos entreguemos, Hilal.

- Será mejor que te quedes en tu rincón.

- Estoy de acuerdo con él.

- Yo también. Voy a entregarme, Hilal. Siento lo que hice, tengo una familia que mantener.

El bandido entonces baja el arma.

- No hagas eso, idiota.

- Mira, Murat se está entregando.

Pero pronto se oye el sonido de un disparo, que asusta a Murat y a Dafne.

- ¡Al suelo!

Murat cubre a Dafne con su cuerpo.

- ¡Ay!

Hilal acaba de disparar por la espalda a su cómplice, que estaba a punto de entregarse.

- ¿Te has vuelto loco, Hilal?

- No acepto cobardes a mi lado.

- Tú fuiste el cobarde que le disparó por la espalda.

Estalla una discusión entre los dos y los bandidos acaban bajando la guardia.

- Mire, se están peleando, teniente.

- Aprovechemos este momento y arrestémoslos.

Murat avanza con sus hombres, cargando contra el ladrón, donde estalla una pelea y el arma se dispara de nuevo, esta vez sin alcanzar a nadie.

- Pongámosle las esposas.

Mirando alrededor, Murat no puede encontrar a Dafne.

- Quieto ahí.

- Ah, eres una mujer policía.

- No me subestimes por eso.

- Apuesto a que si no estuvieras armada, no serías capaz de arrestarme.

El señor equivocado y la señora correcta (Spanish)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora