Sombras, estrellas y el camino que sigue

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Capítulo 16

He perdido la cuenta de cuántas dunas hemos pasado. Cada vez que me doy la vuelta, todo se ve exactamente igual: arena, más arena, y algunos arbustos dispersos. Ya llevamos más de una hora caminando y ni una sola pista del templo que se supone que estamos buscando. Empiezo a pensar que otra vez malinterpretamos la profecía. Gran equipo de héroes, ¿eh? La humanidad, el mundo… todo destinado a caer en desgracia porque nosotros, un grupo de adolescentes y un par de adultos que se creen sabios, somos incapaces de entender una profecía que parecía tan "clarita" en su momento.

Así que… lo siento, humanidad, pero si dependes de nosotros para salvar el mundo, lamento decir que parece que hemos fallado.

Observo a Malec, que suspira y se pasa una mano por el cabello, mientras Desiree, su cuervita, se acomoda en su hombro. El agotamiento se dibuja en su rostro, igual que en el de todos. Me siento culpable, más de lo que puedo admitir. Todo esto… lo de la profecía, la arena, Morfeo… Nunca debí pensar que sería capaz de solucionarlo. Soy un simple semidiós de dieciséis años, uno que creció alejado de todo este mundo de dioses, monstruos y héroes. Ni siquiera entiendo lo suficiente para estar aquí; soy un desconocido en mi propio destino.

¿Cómo esperan que pueda ser el héroe que necesitan? Es imposible. Tal vez nunca estuve destinado a serlo. Tal vez mi destino es aceptar que soy… bueno, un perdedor, en todos los sentidos.

—¿Sientes eso? —pregunta Malec tras unos minutos de silencio.

—¿Cansancio? —respondo, confundido—. Creo que todos lo sentimos, Malec...

—No, me refiero a esa energía —dice, mientras le indica a Desiree que vuele un poco más alto, intentando divisar algo.

—¿Por qué le pides que busque algo que ni siquiera está aquí? —pregunto sin entender.

—Ellos son parte de Morfeo, ¿recuerdas? —contesta, avanzando unos pasos—. ¿De verdad no sientes esa conexión?

—Creo que tienes arena hasta en el cerebro. Yo solo siento cansancio, frío, calor… y hambre. Además, estamos en un maldito desierto.

Malec me mira con seriedad y suspira, como si considerara decirme algo y luego cambiara de opinión.

—Alex, ve con Desiree —le ordena a mi cuervo, en voz baja, casi en un susurro—. Si ven algo, vuelvan y avísennos.

Frunzo el ceño, cruzo los brazos y siento cómo la frustración me quema por dentro. No entiendo qué está haciendo Malec ni por qué insiste en que hay “algo” aquí. Todo lo que siento es el cansancio que se mezcla con el frío de la noche, y ese silencio interminable que cubre el desierto.

—No entiendo, Malec… —mascullo, irritado, mientras veo a Alex alzarse y seguir a Desiree en la penumbra.

Malec no me contesta. Solo camina, como si supiera exactamente hacia dónde va, como si en medio de esta oscuridad pudiera ver algo que yo no. Su silencio solo me impacienta más.

Me quedo quieto, observando el horizonte oscuro. Nada se mueve. Suspiro, a punto de decirle que está alucinando… pero, entonces, algo cambia. Es como un murmullo en el aire, un eco lejano que empieza a resonar dentro de mí.

Siento un leve hormigueo en la piel, una tensión en la quietud que nos rodea. Es denso, extraño, como si el mundo estuviera conteniendo la respiración.

—¿Esto… es lo que sentías? —murmuro, casi sin aliento.

Malec asiente, con los ojos fijos en algún punto perdido en la oscuridad, sin voltear a mirarme.

𝑶𝒓𝒊𝒃𝒆𝒍𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒆 𝒚 𝒍𝒂 𝒂𝒓𝒆𝒏𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒍𝒆𝒕𝒂𝒓𝒈𝒐 #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora