Pesadillas gratis con la entrada al olimpo

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Capítulo 8


Estamos todos reunidos. El ambiente es tenso, y no puedo evitar mirar a mi hermano. Parece que está demasiado preocupado por todo lo que está ocurriendo, y no lo culpo. Aunque tampoco entiendo bien qué es lo que pasa, tengo la sensación de que todo está mal. Es extraño, como si de alguna manera supiera que esto es nuestra responsabilidad o algo parecido. Es difícil de describir.

—Jóvenes semidioses, deben escoger a quienes los acompañarán en esta misión. Recuerden que tienen que confiar en sus compañeros, y por primera vez, el grupo será grande. Seis semidioses serán seleccionados para acompañar a los dos jóvenes hijos de Morfeo —dijo Quirón.

Malec y yo nos quedamos mirándonos mutuamente, en silencio.

—¿Quiénes serán los elegidos? —preguntó Quirón.

—Percy Jackson, hijo de Poseidón —dije sin dudar. Confiaba en él, y sabía que su experiencia sería invaluable—. Nico di Angelo, hijo de Hades.

—Lissandro Walker, hijo de Ares —añadió Malec—. También vendrán Will Solace y Thomas Ruch, hijos de Apolo.

—Falta un semidiós —recordó Quirón.

—Mi hermana, Elizabeth Sellers. Confío en que los dioses le harán saber dónde encontrarnos —respondí. No había noticias de que siguiera viva, pero por alguna razón estaba convencido. No estaba seguro de por qué, pero creía en ello.

Malec se quedó en silencio por un momento, observando el suelo como si intentara encontrar alguna respuesta allí. Sabía que la mención de Elizabeth no pasaría desapercibida, y el ligero murmullo entre los presentes lo confirmaba. A pesar de que hacía años que nadie la había visto, una parte de mí se aferraba a la idea de que seguía con vida.

Quirón asintió lentamente, aunque pude ver la sombra de duda en su expresión. —Si confías en que Elizabeth pueda unirse a ustedes, la incluiremos en la lista, aunque debes saber que el viaje no puede retrasarse. El tiempo es esencial.

—Lo sé —dijo, sin poder ocultar la ansiedad en su voz—. Ella estará allí, lo sé.

Quirón no discutió más, lo que me sorprendió. Quizá, como yo, también se aferraba a la esperanza de que los dioses intervinieran de alguna manera. Al final, lo único que nos quedaba era la fe.

—Bien —continuó Quirón, retomando su tono habitual de liderazgo—. Ahora, descansen. Mañana partirán al amanecer, y la misión que tienen por delante no será fácil. Confíen en sus habilidades, en sus compañeros, y sobre todo, en ustedes mismos. La oscuridad que enfrentan es poderosa, pero juntos son más fuertes.

Malec y yo asintimos, aunque el peso de lo que estaba por venir hacía difícil que cualquiera de nosotros pudiera relajarse. Me acerqué a mi hermano, dándole una palmada en el hombro.

—¿Estás listo? —le pregunté, tratando de romper el silencio incómodo.

—No —respondió con una risa nerviosa, aunque su mirada seguía seria—. Pero supongo que nadie lo está nunca, ¿verdad?

—Supongo que no. Pero tenemos a Percy y a Nico. Eso tiene que contar para algo, ¿no?

—Sí —respondió él, aunque no parecía convencido. Había algo en sus ojos, una duda que no solía ver en él. Como si supiera algo que yo no.

𝑶𝒓𝒊𝒃𝒆𝒍𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒆 𝒚 𝒍𝒂 𝒂𝒓𝒆𝒏𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒍𝒆𝒕𝒂𝒓𝒈𝒐 #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora