Un desierto, un monstruo y una quemadura: mi día perfecto

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Capítulo 9

El viaje era demasiado tranquilo, al menos eso parecía, pero me sentía algo inquieto; era como si algo nos estuviera acechando en todo el camino. No sabía cómo debía sentirme en estos momentos.

-¿Entonces deberíamos tener un plan o algo parecido? -pregunté mientras miraba a los chicos.

-Primero tendríamos que saber cómo es el museo al que iremos, pero no deberíamos preocuparnos mucho -dijo Lissandro mientras miraba en mi dirección.

-Bueno, tenemos a dos hijos de los tres grandes. Creo que sí deberíamos preocuparnos -Tommy estaba algo nervioso, y se veía que no le gustaba mucho la calma que teníamos en esos momentos. Yo lo entendía perfectamente; era raro.

-Vamos, no es como que solo porque estamos nosotros dos vayamos a ocasionar una guerra o algo parecido -respondió Percy mientras nos miraba y mantenía abrazado a Nico, quien dormía plácidamente en su hombro. Se veía cansado en esos momentos.

-Estemos alerta por si las dudas -Malec no era de muchas palabras, y a veces sentía que me miraba con cierto odio o algo parecido. No estaba seguro de qué pasaba, pero a veces pensaba que yo era el problema de todo.

El viaje en autobús a Arizona era largo y monótono, con el paisaje árido pasando lentamente por las ventanas. La mayoría de los chicos intentaban descansar, pero había una sensación de inquietud flotando en el aire. Cada vez que el autobús pasaba por un tramo desolado de carretera, el silencio se sentía más pesado, como si algo invisible nos estuviera observando desde la distancia.

Percy estaba sentado al fondo, con Nico todavía dormido sobre su hombro. De vez en cuando, él le acariciaba el cabello suavemente, cuidando de no despertarlo, aunque se notaba que sus pensamientos estaban muy lejos. Tommy miraba por la ventana con una expresión seria, tamborileando los dedos nerviosamente sobre la rodilla.

-¿Qué tan lejos estamos? -pregunté, rompiendo el silencio en voz baja.

-Un par de horas más, creo -respondió Lissandro desde el asiento de enfrente, girándose hacia mí. Parecía intentar mantener el ánimo del grupo, aunque no le era fácil.

Malec, quien estaba sentado a mi lado, me lanzó una rápida mirada. No hablaba mucho, y parecía que la tensión del viaje le estaba afectando más que al resto. Su semblante era sombrío, y sus ojos, por momentos, se posaban en mí como si quisiera decirme algo pero no se atreviera.

-¿Estás bien? -le pregunté en un intento de suavizar el ambiente.

Malec asintió en silencio, pero su expresión no cambió. Los otros chicos estaban igualmente tensos, sin mencionar que el destino hacia donde nos dirigíamos -un antiguo museo en Arizona- estaba envuelto en rumores extraños y leyendas que nos habían inquietado a todos desde que habíamos comenzado el viaje.

De repente, el autobús dio un pequeño bote al pasar por un bache, despertando a Nico. Él abrió los ojos desorientado y se frotó el rostro, mirándonos a todos con curiosidad.

-¿Qué pasa? ¿Llegamos ya? -preguntó, adormilado.

-Aún no, pero falta poco -respondió Percy con una sonrisa cansada, dándole una palmada en el hombro. Nico asintió y se acurrucó de nuevo, aunque sus ojos permanecieron abiertos, mirando por la ventana con una expresión pensativa.

Mientras nos acercábamos más al destino, un par de nubes oscuras comenzaron a acumularse en el horizonte, y la carretera parecía perderse en la niebla que se levantaba más adelante. Un escalofrío recorrió mi espalda. Sabía que algo nos estaba esperando en Arizona, y el viaje en autobús era solo el comienzo de lo que sentía que sería una experiencia inolvidable, aunque de una manera que no estaba seguro de desear.

𝑶𝒓𝒊𝒃𝒆𝒍𝒍 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒆 𝒚 𝒍𝒂 𝒂𝒓𝒆𝒏𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒍𝒆𝒕𝒂𝒓𝒈𝒐 #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora