La noche caía lentamente sobre la ciudad, mientras Valentina caminaba hacia el lugar donde Franco le había pedido que se encontraran esa noche. No había dado muchos detalles, solo le había dicho que se arreglara y que llegara a una dirección que le había enviado por mensaje. Su corazón latía con fuerza, y una parte de ella estaba llena de curiosidad; algo en su tono había sido especial, distinto.
Al llegar al lugar indicado, se encontró en la entrada de un jardín decorado con luces cálidas que colgaban sobre los arbustos y árboles, iluminando el camino. Avanzó lentamente, fascinada por cada pequeño detalle, cuando notó que en el suelo había pétalos de rosas formando un sendero que se extendía hacia el fondo del jardín.
Valentina siguió el camino, con los ojos brillando de asombro. Al final, encontró una mesa redonda cubierta con un mantel blanco impecable, decorada con una hermosa vajilla y un centro de mesa hecho con rosas rojas y velas que esparcían una luz tenue y acogedora.
Franco apareció desde un costado, con una sonrisa suave y el brillo de la emoción en sus ojos.
—Valentina... bienvenida —le dijo, ofreciéndole la mano para guiarla hacia la mesa.
Ella aceptó su mano, sin poder disimular su sonrisa y el rubor en sus mejillas.
—Franco, todo esto... —comenzó, mirando a su alrededor, sin encontrar las palabras—. Es increíble.
—Nada es demasiado para ti. Quería que esta noche sea inolvidable... igual que vos lo sos para mí.
Se sentaron y disfrutaron de una cena deliciosa, entre miradas y risas. La conversación fluía con naturalidad, y Valentina no podía dejar de notar la forma en que Franco la miraba, como si todo lo demás hubiera desaparecido. Cuando terminó el postre, Franco se levantó y extendió su mano hacia ella.
—Todavía queda algo más. Veni, quiero mostrarte —le dijo, con una sonrisa enigmática.
La guió hasta el centro del jardín, donde un enorme corazón de rosas decoraba el suelo. Alrededor, las velas iluminaban el lugar de forma cálida y romántica. Franco la condujo hasta el centro del corazón y, mirándola intensamente, tomó sus manos.
—Valentina, nunca imaginé que en tan poco tiempo una persona pudiera cambiar tanto mi vida. Haz llenado mis días de una felicidad que nunca había conocido... —susurró él, y su voz se quebró ligeramente al hablar—. Quiero que estemos juntos en cada pequeño momento, en cada locura... y en cada silencio.
Ella lo miró, sus ojos llenos de lágrimas, sintiendo cómo sus palabras la envolvían, llenándola de una calidez indescriptible.
—Franco, yo... —intentó hablar, pero él suavemente le puso un dedo en los labios.
—Déjame terminar, por favor. —Sus ojos se suavizaron y, sin soltar sus manos, se arrodilló frente a ella—. Valentina, quiero que seas mi novia, la persona que le dé sentido a cada día, y con quien compartir mis sueños, mis risas... y mis locuras.
Ella, conmovida hasta el alma, dejó escapar una lágrima, pero no de tristeza, sino de felicidad. Jamás había imaginado sentirse así de especial. Por un momento, la emoción fue tan abrumadora que le costó hablar.
Pero luego, simplemente no pudo contenerse y, con una sonrisa radiante, rodeó a Franco con sus brazos, llenándolo de besos y risas. Cada beso era una promesa, cada risa un destello de la felicidad que la invadía en ese momento.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Quiero ser tu novia, Franco! —exclamó con entusiasmo, sin dejar de sonreír—. ¡Sos lo mejor que me pasó!
Franco la miró, conmovido por su reacción, y no pudo evitar reír también, sintiendo que el mundo entero se reducía a ese instante perfecto con ella. Valentina lo tomó de las manos y, mientras lo miraba con una mezcla de cariño y emoción, él sacó su teléfono y comenzó a sonar una melodía suave, conocida y reconfortante. La canción era Lover de Taylor Swift, la favorita de Valentina. Al escucharla, sus ojos brillaron de felicidad.
—¿Taylor Swift? ¿Sabías que es mi canción favorita? —preguntó ella, sin poder creer el detalle.
—Of course—respondió Franco, con una sonrisa—. La guardé especialmente para este momento.
Ella no pudo evitar reír, conmovida por el detalle, y sin decir más, Franco la atrajo hacia él, colocándola suavemente en sus brazos. Comenzaron a moverse al ritmo de la música, bailando en el centro del corazón de rosas bajo el cielo estrellado. Valentina se recostó en su pecho, cerrando los ojos y dejando que el momento la envolviera por completo.
—Gracias, Fran... por todo esto —murmuró ella, levantando la vista para encontrar sus ojos.
—Gracias a vos, Valen, por hacerme tan feliz. Prometo que cada día, voy a hacer de todo para que siempre te sientas así de especial.
Ambos siguieron bailando, susurrándose palabras de amor, risas y promesas entre besos suaves y miradas intensas. En ese instante, no había nadie más, nada más que el latido de sus corazones y la melodía que los envolvía en una burbuja de felicidad. Y, mientras la canción continuaba, Franco la miró con una intensidad y ternura que la hizo suspirar.
—Valentina, ahora que sos mi novia, prepárate para muchas más sorpresas. Esto es solo el principio.
Ella sonrió, apoyando su cabeza en su hombro, dejándose llevar por la música y por el amor que sentía. Y mientras giraban lentamente bajo las luces, Valentina supo que aquel momento se convertiría en uno de sus recuerdos más preciados.
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Sin Frenos - Franco Colapinto
RomanceFranco Colapinto es un piloto de carreras con una vida llena de adrenalina, hasta que conoce a Valentina, una mujer que transforma su mundo por completo. Juntos, descubren un amor profundo y sincero, pero el pasado de Valentina amenaza con separarlo...