Trece +18

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El ambiente en la casa de Franco había cambiado después de su conversación en el estudio. Habían cenado, intercambiando miradas y sonrisas, ambos conscientes de que algo profundo había surgido entre ellos. La conexión entre ambos era más fuerte que nunca, y parecía que los unía algo más allá de las palabras.

La noche avanzaba, y mientras estaban en el sofá, la mano de Franco comenzó a acariciar lentamente la de Valentina. Su pulgar trazaba círculos suaves en su piel, enviando un calor que la hacía estremecer.
Ella levantó la vista, encontrándose con la intensidad de sus ojos. La habitación estaba en silencio, pero ambos sabían lo que sentían en ese instante.

—Valentina... -susurró él, acercándose poco a poco.

Ella no respondió con palabras. En cambio, sus manos rodearon el cuello de Franco, y en un suave movimiento, sus labios se encontraron en un beso que comenzó con delicadeza, pero pronto se volvió más profundo. Cada beso, cada caricia, parecía una promesa de lo que ambos estaban dispuestos a compartir. Franco llevó su mano al rostro de Valentina, acariciando su mejilla con una suavidad que la hizo cerrar los ojos y perderse en ese momento.

Él se detuvo un instante, mirándola, como si quisiera asegurarse de que ella estaba cómoda. Su voz era apenas un susurro.

—¿Estás segura?

Valentina asintió, una leve sonrisa asomándose en sus labios. Sus manos acariciaron el rostro de Franco, transmitiéndole toda la confianza que sentía.

–Sí, quiero estar con vos, Fran.

La abrazó suavemente y la guió hasta su habitación, donde la luz de la luna filtraba una tenue claridad. La atmósfera se volvió más íntima, envueltos en un silencio que hablaba por ellos.

Una vez dentro, Franco cerró suavemente la puerta con el pie y luego se giró para mirarla.

El corazón de Valentina se aceleró cuando sus miradas se encontraron, el deseo tácito entre ellos era evidente.

Las manos de Franco recorrieron sus brazos, sus dedos le provocaron escalofríos en la columna vertebral. Ahuecó su rostro, sus pulgares acariciando sus pómulos, antes de bajar la cabeza para capturar sus labios en un beso abrasador.

Valentina se derritió en él, su lengua se enredó con la de él mientras profundizaba el beso. El sabor de él, el aroma de su piel, todo conspiraba para volverla loca de necesidad. Rompiendo el beso, Franco murmuró contra sus labios.

—¿Ya te dije que me encantas, Valentina? No se si voy a poder contenerme. —su voz era ronca, llena de deseo.

La respuesta de Valentina fue agarrar el dobladillo de su camisa, sacándosela por la cabeza para revelar los planos esculpidos de su pecho. Pasó las manos sobre los músculos definidos, sintiendo cómo se tensaban bajo su tacto.

Los ojos de Valentina nunca dejaron de mirarlo, bebiendo el deseo crudo grabado en sus rasgos. Se arrodilló frente a él, se inclinó y le dio un suave beso en los músculos abdominales.

La piel estaba cálida, ligeramente húmeda con una mezcla de sudor y excitación. Los labios de Valentina, dejaron un rastro de besos con la boca abierta hasta que llegó a la cinturilla de los pantalones de Franco.

Con dedos hábiles, desabrochó su cinturón, dejándolo colgando mientras enganchaba sus dedos en su cinturilla y lo acercaba más.

—¿Querés esto, Fran?. —susurró, su aliento cálido contra su piel.

La respuesta de Franco fue un gemido bajo, sus manos encontraron sus hombros mientras se estabilizaba.

—Si, por favor. —susurró.

Sin Frenos - Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora