El salón estaba iluminado por candelabros de cristal y decorado con arreglos florales sutiles pero elegantes. Las voces, risas y el tintineo de copas llenaban el lugar, donde lo mejor de la sociedad se había reunido para una subasta benéfica.
Franco Colapinto, conocido por sus destrezas en las pistas de carreras, se encontraba algo fuera de lugar entre tanto lujo. Su mundo era la velocidad, el asfalto y la adrenalina; no los trajes de etiqueta y las charlas superficiales. Sin embargo, había aceptado la invitación por cortesía, y en el fondo sabía que su presencia podía aportar visibilidad al evento.
Mientras sostenía una copa de vino, sus ojos se posaron en alguien que destacaba entre la multitud. Una joven de cabello oscuro y ojos profundos, con un vestido rojo que le quedaba perfectamente, parecía tan incómoda como él. Su postura firme y su mirada seria le indicaban que no estaba allí para charlas sin sentido, sino que parecía observadora, como si estuviera en un lugar al que no pertenecía del todo.
Decidido a acercarse, Franco cruzó el salón con una leve sonrisa. Se detuvo a su lado y, fingiendo casualidad, comentó:
—Parece que alguien tampoco disfruta mucho de este tipo de eventos.
Ella giró lentamente y lo miró de arriba abajo, analizándolo con una mezcla de curiosidad y desdén. Franco notó un ligero temblor en sus dedos cuando ajustó la copa en su mano, un gesto sutil que parecía decirle que había más de lo que ella dejaba ver.
—¿Y vos sos? —preguntó, con una ceja arqueada, sin siquiera un atisbo de amabilidad en su tono.
Franco, acostumbrado a recibir sonrisas y admiración, sintió un pequeño desafío en su comentario y decidió seguirle el juego.
—Franco Colapinto. Piloto de carreras. —Le extendió la mano, esperando que ese título fuera suficiente para romper el hielo.
Sin embargo, ella solo cruzó los brazos, ignorando su gesto.
—Ah, un piloto. —respondió con indiferencia—. Pensé que eran solo las estrellas de cine las que necesitaban llamar la atención en lugares como este.
La sorpresa de Franco se convirtió en diversión. Pocas personas tenían la osadía de ser tan francas con él, y mucho menos una mujer tan cautivadora.
—No todos vinimos acá para eso, ¿sabés? Tal vez solo vine a encontrar a alguien que no le importe quién soy. ¿O ese alguien sos vos? —dijo, manteniendo su sonrisa divertida.
Ella dejó escapar una pequeña risa irónica.
—Quizás. Aunque no estoy segura de que alguien como vos entienda lo que es estar en la sombra. Yo soy Valentina, por cierto. Pero, no te preocupes, no necesitas recordarlo.
Franco levantó las cejas, divertido y fascinado a la vez. Valentina parecía esquivar cada uno de sus intentos de acercarse, y eso solo lo intrigaba más. Ella era un desafío inesperado, un misterio que de repente quería resolver.
—Valentina... —repitió su nombre, saboreando el sonido—. Entonces contame, ¿qué hace una persona como vos en un lugar como este?
Ella suspiró, como si fuera un fastidio tener que responderle.
—Trabajo, nada más. No todos estamos acá para boludear, Colapinto. Algunos venimos porque es nuestra obligación.
Franco la observó en silencio, percibiendo en sus palabras algo más profundo que simple molestia. Sus ojos notaron cómo, por un segundo, la mirada de Valentina se perdía en algún punto distante, una chispa de tristeza oculta que desapareció rápidamente.
—Entonces, tal vez yo pueda ayudarte a olvidarte del trabajo por un rato, ¿no? —respondió, con una sonrisa pícara.
Valentina entrecerró los ojos, sin dejarse impresionar por su encanto.
—Lo dudo mucho, pero podrías intentarlo. Aunque te advierto que no soy fácil de impresionar.
Franco soltó una risa sincera y le extendió su copa en un brindis improvisado.
—Ah, es un desafío entonces. Me encantan los desafíos.
Justo cuando Valentina iba a responder, un hombre se acercó a Franco, interrumpiéndolos con un saludo animado. Franco desvió la atención un segundo, y cuando miró de nuevo, Valentina ya había dado un paso atrás, lista para irse.
—Fue interesante conocerte, Colapinto. —Le dedicó una sonrisa misteriosa antes de desaparecer entre la multitud, dejando a Franco intrigado, deseando seguir aquella conversación que apenas había comenzado.
Por un momento, se quedó inmóvil, con la copa aún en alto, preguntándose cómo alguien había logrado desafiarlo de esa forma tan casual y a la vez tan irresistible. Sabía que no iba a poder olvidarla tan fácilmente, y, en el fondo, sentía que ese solo había sido el primer round de un juego que estaba por comenzar.
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Sin Frenos - Franco Colapinto
RomanceFranco Colapinto es un piloto de carreras con una vida llena de adrenalina, hasta que conoce a Valentina, una mujer que transforma su mundo por completo. Juntos, descubren un amor profundo y sincero, pero el pasado de Valentina amenaza con separarlo...