Experimento Seesaw [Y.M][#3][PRÓXIMAMENTE]

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Yoongi estaba de pie en medio del cuarto, su mano temblorosa apretando el mango de la pistola. Los ojos de Jimin lo observaban, fríos, calculadores, como si ya supiera lo que vendría. La tensión entre ellos era palpable, y la atmósfera densa, como si el aire mismo temiera romperse.

—Entonces vete. —habló Jimin con voz baja, pero firme, sus palabras eran un veneno que buscaba perforar la seguridad de Yoongi. —Si crees esa mierda, vete.

Yoongi lo miró sin parpadear, su respiración agitada, pero sin permitir que su mirada mostrará debilidad. Se sentía como si estuviera atrapado en un callejón sin salida, rodeado de mentiras y traiciones. Pero no podía simplemente dar la vuelta y marcharse, no cuando había tanto en juego.

—Bien. —respondió al fin, sus palabras eran cortas, cargadas de amargura. —Y mi padre vendrá conmigo.

Jimin soltó una pequeña risa, amarga, casi sin humor. Él sabía lo que significaba para Yoongi la figura de su padre, alguien que lo había dejado a su suerte, que nunca había sido más que una sombra en su vida.

—No creo que tu padre quiera irse. —respondió Jimin con calma, pero con la certeza de que sus palabras tocaban una fibra sensible en Yoongi.

Yoongi se tensó, la rabia empezó a hervir por dentro. Sabía que Jimin estaba tocando un punto doloroso, un punto que siempre había evitado. Pero no podía permitirse sucumbir a su debilidad, no frente a él.

—No creo que se quiera quedar con un falso yo. —dijo Yoongi, sus palabras eran como un golpe directo. —Un simple clon.

El aire se volvió más pesado con la acusación. Jimin no reaccionó de inmediato. El silencio entre ellos fue largo, incómodo. Sabía que la verdad, aunque dolorosa, había sido dicha. Pero lo que más le dolía a Yoongi no era la acusación de Jimin, sino la certeza de que, en su mente, nunca podría ser suficiente.

—Un simple clon que fue creado tras tu pérdida. —habló Jimin, sin levantar la voz, pero con la frialdad de quien ya ha dicho todo lo que tenía que decir.

Las palabras de Jimin parecían calar hondo, pero Yoongi no dijo nada. El recuerdo de la pérdida de su hija, el dolor de ver cómo su familia se desmoronaba, lo atravesaron como una puñalada. Pero no podía perder el control ahora. Tenía que encontrarla, tenía que protegerla.

Con una determinación feroz, Yoongi giró sobre sus talones y salió de la habitación, la pistola aún en su mano. La situación ya no tenía vuelta atrás.

La niña estaba en el jardín, jugando despreocupada, sin saber el peligro que acechaba cerca. Agust, estaba sentado junto a ella, observándola con una mezcla de ternura y preocupación.

Yoongi llegó hasta ellos con un par de zancadas, su rostro tenso, los ojos oscuros y llenos de dolor. Sin mediar palabra, levantó la pistola y apuntó a Agust, quien se levantó al instante, confundido y asustado.

—Aléjate de mi hija. —dijo Yoongi con voz baja, pero llena de una amenaza palpable.

Agust levantó las manos, intentando calmar la situación.

—Yoongi, ¿Qué estás haciendo? —preguntó, mirando con incredulidad la pistola. —¿Qué está pasando?

Pero antes de que Yoongi pudiera responder, una figura apareció en el borde del jardín: Jimin. Al ver la escena, su rostro se tornó grave, pero no sorprendió. Ya lo había anticipado. Sus ojos fueron directamente a Agust.

—Agust, prepara lo necesario para Yoongi y Rose. —dijo Jimin sin vacilar. —Se van mañana, luego del mediodía.