8. Amigos

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Podía decir sin exagerar, que aquella estaba siendo la peor semana en mucho tiempo, la más estresante, la más frustrante desde que abandonó la casa de sus padres y se mudó por su cuenta

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Podía decir sin exagerar, que aquella estaba siendo la peor semana en mucho tiempo, la más estresante, la más frustrante desde que abandonó la casa de sus padres y se mudó por su cuenta. Jamás en la vida creyó que estar sentado frente a una computadora le resultaría tan molesto. Él amaba las computadoras, joder. Pero esto no era lo que debería estar haciendo en ese momento.

Como parte de su fachada como Eric Andreyev, tenía un trabajo, la excusa que los había llevado a él y a Jett de vuelta a L.A. Se supone que luego de terminar su maestría en Carolina del Norte, volvió a California porque obtuvo un puesto como desarrollador en una empresa de programación relativamente nueva. Una startup que pretendía revolucionar el mundo con la creación de la mejor inteligencia artificial orientada a la ciberseguridad disponible, lo mismo que muchas otras empresas pretendían lograr.

En otro momento eso hubiera sido maravilloso. Era un entusiasta de los avances tecnológicos, le gustaba mantenerse al día, pero este no era un trabajo real y a pesar de tener un escritorio y una pequeña oficina, en su ordenador no estaba ejecutando ningún programa de codificación. Nop, tenía abiertos un montón de archivos, paleando entre un reguero de pistas que no daban nada más que a callejones sin salida. Amber Silvera, la agente perdida, no parecía estar en ningún lado.

Sin importar cuanto indagaran, cuantos enfoques le diera a la investigación, siempre terminaba en el mismo maldito lugar, "Ouroboros", el estúpido club en el que habían estado la semana anterior. Ahí fue la última vez que la vieron, la última vez que se puso en contacto con su controlador, un mensaje enviado a la medianoche, antes de desaparecer del radar, como la maldita cenicienta. Excepto que se olvidó de dejar una zapatilla de cristal para poder encontrarla.

Por lo general, sus investigaciones no resultaban tan infructuosas. Puede que a veces le tomará tiempo encontrar lo que quería, pero siempre lo conseguía. Esta vez sin embargo, no parecía que fuera a tener tanta suerte. Y cada vez era peor. Su malhumor solo empeoraba con cada nuevo resultado negativo. Tampoco ayudaba que su mente no estuviera por la labor, demasiado centrado en cosas que no debería.

Y es que la última semana no solo había tenido que lidiar con la falta de resultados, el hecho de tener que  sentarse ocho horas en una maldita oficina sintiéndose claustrofóbico, sin mencionar que debía mantener la calma y la fachada siendo consciente de que los hombres de Salazar seguían vigilándolo, no solo de manera física, sino también en su "pasado". Pero todo eso parecía más o menos soportable comparado con esa otra cosa que lo tenía a nada de arrojarse por una ventana.

Se trataba de Harry. Luego de la reunión que el ahora rubio tuvo con Salazar, las cosas se pusieron más tensas. Harry se volvió silencioso dentro del apartamento, y mucho de eso tenía que ver con el hecho de que las pesadillas se habían intensificado mucho. Las paredes de aquel apartamento eran lo bastante delgadas para ser arrancado de su reacio sueño cada que Harry se despertaba jadeando, a veces sollozando por lo que sea que surcaba sus sueños.

Metanoia (Love & Pain #1)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora