9. ME HAS ENSEÑADO TODO EXCEPTO A SER FUERTE SI TE VAS

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NARRA VICTORIA

Está oscureciendo y sigo sin poder moverme de donde me quedé. Estoy hecho un ovillo y todos mis pensamientos me empujan cada vez más al abismo.

Soy prisionera no sólo de él, sino también de mi propia mente, que en este momento la tengo obstruida. Intento animarme y decirme que Darío me encontrará, pero ahora lo único que sé es que no lo hará; me da la sensación de que ha pasado mucho tiempo a pesar de que llevo aquí una semana. Una semana en la que he perdido la esperanza, he perdido la ilusión y ahora lo que espero es que la muerte me llegue en cualquier momento.

La puerta de la habitación se abre de par en par y no me atrevo a levantar la vista para ver quién es, porque me da miedo mirarle a la cara y ver su sonrisa arrogante y autocomplaciente.

Me giro hacia el otro lado todavía con la espalda contra la pared y no quiero que nadie me toque, no quiero que nadie me hable y no quiero que nadie me mire.

— ¿Tienes hambre? — Su timbre espeso me aterroriza de inmediato.

No le contesto y espero que mi silencio sea suficiente para que se vaya.

— Te he hecho una pregunta y quiero oír una respuesta—. Oigo sus pasos que hacen crujir el parqué, acercándose cada vez más.

Cierro los ojos porque no sé qué más hacer. Mi cuerpo está fatigado y lo único que deseo es estar sola.

— ¿Ya no me hablas más? — Se hinca frente a mí, pero no le miro.

No puedo mirar al demonio que me ha robado la existencia y ha conseguido acabar con todas mis emociones de alegría, dejando sólo rastros de cenizas que poco a poco se van esfumando también.

La negrura, la muerte, el sufrimiento, el dolor, la pena, la tristeza, el odio, la impotencia y el temor son todo lo que ha cultivado en mí, y ya no tengo fuerzas para resistirme a él, cuando todo lo que veo por la ventana son montañas y nieve, como si mi vida se hubiera convertido de repente en una película de terror.

— Victoria—, sus dedos tocan mi mejilla y algo dentro de mí activa mi alerta, pero antes de que pueda levantarme y salir corriendo, me atrapa entre sus brazos — ¿aún tienes fuerzas para huir? — Habla contra mi nuca y juro que quiero apartarle, empujarle, huir, pero sé que no soy capaz de nada y decido no luchar, porque sólo conseguiré que me martirice peor.

— No.

— No, ¿qué?

— No tengo hambre...

— Si no comes, los efectos de los estupefacientes no pasarán muy rápido y no tardarás en empeorar. Así que o comes, o te daré otra dosis de droga, la cual esta vez dejará tu cuerpo hecho un vegetal y yo mismo me encargaré de que comas—. Sus labios están pegados a mi cuello y sus brazos esposados alrededor de mi cintura.

— No... no más drogas...— Las lágrimas entibian mis mejillas y sólo oigo una leve carcajada suya.

— Lávate y te espero abajo. No tardes—. Me gira hacia él y me deja un beso en los labios que me produce una especie de quemazón, luego abre la puerta y se marcha.

— ¡Al infierno contigo si vuelves a hacer esto! — Me froto los labios, intentando quitarme el sabor a whisky de los suyos.

— Haré lo que quiera, cuando quiera y tan a menudo como quiera. Me perteneces—. El eco de su voz resuena por el pasillo y se desvanece cuanto más se aleja.

Pensé que no tenía más lágrimas que llorar, pero me equivoqué.

Entro en el cuarto de baño y el espejo refleja quién soy en realidad. Una víctima de otro lunático. Me duele el cuerpo y no sé de dónde han salido todos estos moratones, pero cuando pienso en lo que me hizo y en cómo Darío aparecía y desaparecía a mi alrededor, sé que no estaba en mi sano juicio. Probablemente me golpeó también, pero no lo recuerdo. Me miro los brazos que están marcados con huellas de dedos, el abdomen que tiene dos moratones a un lado y al otro como si fueran dos membrillos, y el cuello que tiene las mismas marcas de dedos que ensombrecen mi figura y me hacen difícil verlo.

No puedo renunciar a ella +21  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora