6. LA REINA NO ESTÁ EN PELIGRO, EL PELIGRO ES LA REINA

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NARRA VICTORIA

— ¿Por qué estás triste? — Bulldog está al otro lado de los barrotes y me mira fijamente.

— No puedes destrozar a una persona y luego preguntarla por qué está triste...

La pesadilla en la que estoy atrapada, no sé cuánto tiempo ha de durar, pero soy consciente de que mucho, sobre todo porque estoy en el Everest y no se trata sólo de eso, sino que estoy en un castillo rodeada de demonios, en la cima de una montaña que lo único que tiene enfrente son más montañas. Estoy como en algún sitio, pero en ninguna parte. Perdida en el espacio y fuera de alcance.

— No soy tan malo, Victoria. También soy un hombre bueno, pero tú no quieres verlo y no me das la oportunidad de demostrártelo. Todo lo que te está pasando es porque Darío suele dejarse llevar por los impulsos y no piensa en las consecuencias. Si yo tuviese una mujer como tú, sin duda habría renunciado a la vida de mafioso y me habría perdido con ella por el mundo, pero a él le gusta el poder y por sus venas fluye una sangre viciada de asesinatos y dominación, y eso no le hace mejor que yo. Ambos somos iguales, pero estás cegada por tu amor hacia él, y crees que los demás somos malvados, cuando en realidad no es así—. Abre la cerradura y deja la puerta abierta.

Aunque haya abierto esta celda, estoy muy lejos de ser libre.

Si este hombre se está comparando con Darío, está claro que no tiene ni idea de que yo he visto cosas en mi marido que probablemente él nunca vio, pero no voy a explicarle algo a alguien con quien no tengo el placer de conversar.

— No puedo ser de otra manera contigo... me secuestraste, ¡maldita sea! y encima me atacaste, me golpeaste y me hiciste un corte en la pierna con un cuchillo, ¡está claro que no tienes nada de bondad en ti!

Me apoyo en la pared y observo cómo la sombra de una sola bombilla abarca la mitad de su rostro, dejando la otra mitad resplandeciente como un demonio que intenta cambiar de aspecto.

— De aquí no escaparás, y si Darío llega hasta aquí, probablemente morirá antes de encontrar el primer pico de montaña que le llevará hasta ti, así que intenta ser más cooperativa, porque no voy a matarte, eres demasiado hermosa y eso te salva, porque no puedo matar a un ser humano tan perfecto...

Invade el reducido espacio que tenía y su aroma acaramelado se filtra en mis fosas nasales, provocándome náuseas. Me acaricia la mejilla despacio y aparto la mirada porque no me gusta que me toque, pero tampoco quiero resistirme, ya que me encuentro sin fuerzas para nada.

Me gira la cabeza, obligándome a mirarlo y lo hago. Permito que sus verdosos ojos penetren en mi alma porque, aunque sé que es él quien causa mi sufrimiento, también es el único que puede curarlo.

Su mirada es feroz, fría como la Antártida y eso no me atrae, me repugna muchísimo porque simplemente es como un bloque de hielo. La piel blanca le da un encanto peligroso, y el cabello teñido de gris le hace parecer como un ser con poderes no tocados por nosotros los humanos... y eso es jodidamente desconcertante.

Se aproxima cada vez más a mi rostro, como si quisiera percibir los latidos de mi corazón y detenerlos. Noto cómo su mano enreda la mía, como si le perteneciera, y deja un breve beso en ella, dejándome sin respiración.

— ¿Por qué dejaste de respirar... tanto miedo me tienes? — Me mira a los ojos mientras atrapa un mechón de mi cabello entre sus dedos y se entretiene con él, pasándomelo por detrás de la oreja.

— No es que tenga miedo... es que estoy agotada... y tú me estás quitando el poco aire que me quedaba.

— Entiendo—. Me observa en silencio durante unos segundos que parecen años — Necesitas un baño, apestas a muerto—. Arruga la nariz y sonríe con la comisura de los labios.

No puedo renunciar a ella +21  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora