7. SI MI CORAZÓN PUDIERA HABLAR, AULLARÍA DENTRO DE MÍ AHORA

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Aviso importante: capítulo con un fuerte impacto emocional.

NARRA VICTORIA

Siento pánico porque no deja de mirarme y no parece morirse. Me entran mil escalofríos y el sudor se me acumula en la frente. Tengo calor, mucho calor y no me encuentro bien. No entiendo por qué no se ha muerto. Sus manos me sujetan con fuerza las muñecas y su sonrisa diabólica se ensancha cada vez más, haciéndole parecer el gato de Alicia en el País de las Maravillas.

Dios, ¿qué demonios me pasa?

— ¿De verdad creías que te dejaría matarme tan fácilmente? No lo olvides, cariño, soy un mafioso, no un imbécil—. Se desata el cordón de la bata y me ata las manos y me tira boca arriba en la cama.

Durante todo este tiempo llevaba un chaleco protector debajo, y la hoja del cuchillo no le atravesó el pecho, sino que quedó atrapada en el mismo. Corre las cortinas del todo y la habitación está tan oscura que apenas veo nada. Oigo sus pasos cuando se acerca a la cama y me estremezco del miedo. No entiendo por qué estoy tan acalorada y tengo la mandíbula rígida, como si estuviera masticando algo, pero no es así.

Siento bochorno y miles de sombras aparecen y desaparecen frente a mí. Miro al techo, a las paredes, y veo sombras que danzan, ¿de quién demonios son si sólo estamos él y yo aquí?

— ¿Estás caliente? — También me ata las piernas y mi cuerpo se tensa.

Lloro, pero no siento las lágrimas caer por mis mejillas, como si el fuego que llevo dentro las secara con rapidez. Me abrasa hasta el rostro, y todo desciende, hasta detenerse justo entre mis piernas. Me apetecen mil cosas y nada a la vez. Lo deseo, pero ¿él me desea a mí?

Darío me observa desde el borde de la cama y lo único que quiero es abrazarle y decirle que detenga la llama que amenaza con destrozarme. Siento su presencia a mi derecha, luego a mi izquierda, luego a mi derecha otra vez y se encarama encima de mí.

— Darío, ayúdame... no puedo moverme.

Noto la dureza de su miembro sobre mi vientre y siento cómo me estruja la mandíbula con fuerza, obligándome a abrir la boca. Me introduce tres pastillas en la boca, pero mi lengua está entumecida para sentir nada y un sabor extraño inunda mi paladar. Mis dientes se entrechocan y mis ojos se ciegan, y tengo la sensación de desmayarme, pero en realidad no, y los latidos de mi corazón se disparan más deprisa de lo que lo hacían hace pocos minutos.

— Eso es lo que te pasa por ser una atrevida.

Sus labios se unen a los míos formando un beso furioso. Abro los ojos y su cabello gris me cosquillea en la frente mientras sus manos me agarran por la cintura.

— Tú no eres Darío—. Levanto el vientre intentando apartarlo, pero sin conseguirlo, y siento cómo me baja los pantalones del pijama hasta los tobillos, dejándome tan solo con el par de braguitas rojas que parecen hipnotizarlo mientras me mira.

— No soy Darío, pero tengo lo mismo que él para satisfacerte, por lo que no notarás mucha diferencia.

— ¿Cómo? No, no...

Me desabrocha los botones de la parte de arriba del pijama, dejándome expuesta ante él y mi cuerpo suplica que me acaricie, pero mi mente me advierte de que hay algo que no va bien conmigo. Empiezo a gritar, a chillar, pero esta vez saca un polvo blanco de su bolsillo y me lo echa en la lengua, que enseguida se disuelve.

Me siento jodidamente cachonda y no entiendo nada. Darío vuelve a mirarme y sus hoyuelos no son tan pronunciados como yo sé, en cambio sus iris que son compuestos de mil fragmentos de cristal tallado, brillan y emanan tranquilidad, y yo lo deseo más que nunca.

No puedo renunciar a ella +21  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora