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Nicki estaba sentada en el sofá de la habitación del hotel donde se quedaba Samantha, su mirada fija en el vacío mientras sus pensamientos se mezclaban. No quería regresar a su casa, no quería encontrarse con Miko ni con las preguntas que aún rondaban en su cabeza. Sabía que si iba, tal vez encontraría a Miko allí, y no sabía cómo enfrentarse a ella después de todo lo que había pasado.

Recordaba la última vez que Miko la había llevado a la casa de su familia, el cálido recibimiento que había sentido, cómo Miko la había cuidado como si fueran más que amigas, y cómo esa misma mujer, en un giro doloroso, la había dejado vacía. Recordar aquellos momentos solo la hacía sentirse más perdida, más confundida. No podía entender cómo algo tan bonito había terminado tan rápido, y menos cómo Miko había dado un paso atrás.

Hace unos días, había recibido una llamada que la había dejado aún más desorientada. Alejandro, su novio de años, la había dejado por teléfono. Sin explicaciones, sin un motivo claro. Solo palabras frías y rápidas. Él la había cortado, dejándola con mil dudas y un vacío que no lograba llenar. Esa llamada fue el principio de todo: la confusión, la tristeza, la incertidumbre sobre sus propios sentimientos.

Samantha había estado allí, como siempre, ayudándola a superar el golpe. La había llevado al hotel, diciéndole que necesitaba estar lejos de todo por un tiempo, que no podía enfrentar todo de golpe. Samantha había sido un apoyo constante, una amiga fiel que nunca la dejó sola, incluso cuando el dolor de la ruptura con Alejandro la hacía sentir como si el mundo se desmoronara a su alrededor.

Nicki suspiró, mirando el teléfono que descansaba sobre la mesa. La llamada de Alejandro había sido breve, pero su efecto había sido devastador. Mientras tanto, Miko, de alguna manera, había ocupado un lugar que no esperaba en su corazón, sin que ella misma lo comprendiera del todo.

- No sé qué quiero, mi Sam -dijo finalmente Nicki, alzando la vista hacia su amiga, que estaba sentada cerca, observándola con atención-. Todo está tan confundido... Alejandro, Miko... Yo misma.

Samantha asintió con comprensión, sin apresurarse a dar respuestas, solo dejando que Nicki hablara.

- Quiero respuestas, pero no sé si las voy a encontrar -continuó Nicki, su voz cargada de emociones.

- Nicki, tengo que decirte algo, y espero que no te lo tomes a mal -comenzó Samantha, mirándola con una mezcla de empatía y seriedad-. Creo que necesitas hablar con Miko... pero de verdad, hablar en serio.

Nicki suspiró, abrazándose las piernas. Sabía que Samantha tenía razón, pero el dolor y la confusión aún pesaban demasiado en su corazón.

- ¿De qué serviría? -murmuró, mirando hacia el suelo-. Siento que ella solo me usó para llenar algún vacío que tenía, y no sé si quiero escuchar su respuesta.

Samantha puso una mano sobre el hombro de Nicki, en un gesto de apoyo.

- Entiendo que tengas miedo, y te prometo que no estoy minimizando lo que te hizo. Pero si no hablás con ella, si no le preguntás directamente si te usó o si realmente siente algo por vos, te vas a quedar con esa duda para siempre. Y, Nicki, a veces hablar es la única manera de resolver las cosas.

Nicki la miró, con los ojos aún llenos de tristeza, pero con una chispa de esperanza en el fondo.

- ¿Y qué pasa si me dice que sí, que solo fui eso?

Samantha la apretó suavemente en un abrazo y, sin soltarla, le respondió:

- Entonces, lo sabrás. Y aunque duela, al menos vas a tener una respuesta y vas a poder cerrar esta historia. Pero Nicki, no podés seguir huyendo de la verdad. Hablar puede darte la oportunidad de sanar o de, al menos, entender qué pasó realmente.

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Amantes - Young Miko y Nicki Nicole Donde viven las historias. Descúbrelo ahora