Felix es un estudiante disciplinado y talentoso en gimnasia, conocido por su enfoque y habilidades en inglés. Es serio y reservado, pero no teme responder si alguien lo provoca, especialmente a alguien como Hyunjin.
Hyunjin es el "chico malo" de la...
Felix estaba agotado. Ese cansancio, esa sensación de vacío, ya se había convertido en algo casi rutinario. El estrés, las discusiones en casa, la necesidad constante de mantenerse firme frente a todo… Pero, en medio de su agotamiento, su teléfono vibró, una notificación de Hyunjin.
Hyunjin: "Holaa, ¿cómo estás?"
Felix no pudo evitar reírse con el mensaje. A pesar de todo lo que pasaba, Hyunjin siempre lograba hacerle sonreír, aunque fuera por un segundo.
Felix: "Bien, ¿y tú?"
Hyunjin: "Bien. Lix, te escribo para proponerte algo…"
Felix frunció el ceño ligeramente, curioso.
Felix: "¿Qué pasa?"
Hyunjin: "¿Quieres salir con tu lindo novio? Descubrí una nueva cafetería, tal vez te guste."
Felix sonrió mientras leía el mensaje. Le encantaría salir con él, escapar de la rutina, pero sabía que eso no era tan sencillo.
Felix: "Ay, Hyun, sabes que no puedo salir así, por qué si, tendría que hablar con mi mamá. Tal vez hablo con ella hoy en el almuerzo, mi hermana está con mis abuelos."
Hyunjin: "Está bien, habla con ella. Recuerda que te amo mucho, adiós."
Felix se quedó un momento mirando el teléfono, pensando en lo que acababa de decir. Sabía que hablar con su mamá no iba a ser fácil, pero no podía seguir ocultando sus sentimientos. Y, al final, sabía que Hyunjin valía la pena, que era alguien con quien quería estar, sin importar lo complicado que pudiera ser.
Con un suspiro, Félix guardó el teléfono y se preparó para la conversación que sabía que debía tener.
En ese instante, la voz de su madre lo sacó de sus pensamientos.
Mamá: "Ya serví, baja a comer."
Félix respiró hondo y se levantó de la cama, dejando atrás el mensaje de Hyunjin que todavía le calentaba el pecho. Sabía que no podía seguir postergando lo que tenía que decir. Esa conversación con su madre lo esperaba, y el temor de cómo reaccionaría lo acompañaba en cada paso hacia la cocina.
Al bajar las escaleras, vio a su madre sentada en la mesa, sirviendo la comida. Ella le sonrió, como siempre, con esa calidez que solo ella sabía transmitir. Félix se sentó en la silla frente a ella, el peso de la conversación sobre sus hombros.
Mamá: "¿Cómo te sientes hoy?"
Félix: "Bien, mamá. Pero… hay algo de lo que quiero hablar contigo."
La madre levantó una ceja, sorprendida, pero aún con esa mirada tranquila y comprensiva.
Mamá: "¿Qué pasa, hijo?"
Félix tragó saliva, preparándose para lo que tenía que decir. A pesar de la paz que su madre siempre trataba de transmitir, no podía evitar sentirse nervioso, como si cada palabra fuera un paso hacia lo desconocido.
Félix: "Mamá… hay algo importante. Hyunjin… él… es mi novio."
El silencio llenó la cocina por un momento, como si las palabras de Félix flotaran en el aire. Su madre lo miró con intensidad, pero no dijo nada, solo lo observó, como esperando que Félix continuara.
Félix: "Sé que esto puede ser sorpresivo para ti, pero… quiero que lo sepas. No quiero seguir escondiendo quién soy."
La madre de Félix sonrió suavemente, y con un gesto lleno de amor, le acarició la mano.
Mamá: "Hijo, yo solo quiero que seas feliz. Si él te hace feliz, yo lo acepto. Lo importante es que seas tú mismo."
Félix sintió una mezcla de alivio y gratitud. Había temido más de lo que debía, pero su madre lo entendía. Ella siempre había estado allí para él, y sabía que, a pesar de las dificultades, el amor entre ellos era más fuerte que cualquier obstáculo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
En la tarde con Hyunjin
Hyunjin: "Hola"
Hyunjin corrió hacia Félix con una sonrisa brillante y lo abrazó con fuerza, como si el mundo se detuviera solo en ese momento.
Hyunjin: "Te extrañé."
Félix se dejó abrazar, sintiendo una calidez que lo envolvía por completo. A pesar de todo lo que había pasado en casa, de la incertidumbre y los miedos, los brazos de Hyunjin eran su refugio, su lugar seguro.
Félix: "Yo también te extrañé, Hyun."
Hyunjin se apartó ligeramente, mirando a Félix a los ojos con una mirada llena de ternura. La complicidad entre ellos era evidente, y aunque sabían que no podían ser tan abiertos frente a los demás, no necesitaban palabras para entenderse.
Hyunjin: "¿Hablaste con tu mamá?"
Félix asintió, una sonrisa tímida curvando sus labios.
Félix: "Sí, lo hice. Me aceptó, aunque… me costó un poco decírselo. Pero lo importante es que ahora lo sabe, y me siento más tranquilo."
Hyunjin: "Qué bien, Lix. Me alegra tanto escuchar eso."
Hyunjin lo miró fijamente, una chispa de alegría brillando en sus ojos.
Hyunjin: "Entonces, ¿qué me dices? ¿Nos vamos a esa cafetería?"
Félix se rió suavemente, tomando la mano de Hyunjin. Su corazón latía con fuerza, no solo por la emoción de pasar un tiempo con él, sino por el simple hecho de que todo parecía estar encajando, incluso en medio de la tormenta.
Félix: "Sí, vamos. Creo que ambos nos merecemos un buen momento juntos."
Y, con eso, ambos caminaron hacia la cafetería, sabiendo que, al menos por ese día, el mundo podía esperar.
La mamá de Félix observó en silencio desde la ventana mientras los dos chicos caminaban hacia la cafetería. Un suspiro suave escapó de sus labios, y una sonrisa se dibujó en su rostro. Aunque no había escuchado las palabras, el gesto era claro: Hyunjin había ido a buscar a su hijo, lo había abrazado con ternura, y algo en esa escena le transmitió una sensación de paz.
“Qué lindos,” murmuró para sí misma, con una mezcla de emoción y aceptación. Había algo en la forma en que Hyunjin trataba a Félix que la hacía sentirse tranquila, como si su hijo finalmente hubiera encontrado a alguien que lo valoraba y lo cuidaba de una manera genuina. En los últimos meses, había visto cómo Félix se esforzaba, cómo lidiaba con todo a su manera, y ahora, con Hyunjin a su lado, parecía que algo en él había cambiado, algo en él estaba floreciendo.
Con una leve sonrisa, la mamá de Félix se apartó de la ventana y se recostó un momento en el sofá. Aunque sabía que el camino no siempre sería fácil para ellos, sentía que, al menos por ese día, su hijo estaba en buenas manos. Él era feliz, y eso era lo único que realmente importaba.
Por un instante, se permitió sentir esperanza, sabiendo que el amor, en todas sus formas, era lo que realmente podía sanar y ayudar a sanar lo que la vida a veces había roto.
De alguna manera, sentía que su hijo había dado un paso importante.