Después de la excursión, en sus respectivas casas:
Felix estaba más que feliz por todo lo que había vivido en la excursión, venía en una burbuja de felicidad hasta que la realidad lo golpeó, y su burbuja se rompió
Apenas cruzó el umbral, escuchó las voces de sus padres discutiendo en la sala. Sus palabras, llenas de reproches y resentimientos, retumbaban en cada rincón. Félix cerró los ojos por un instante, tratando de aferrarse al recuerdo de su día, pero era imposible. Los gritos de sus padres lo sacaron de su pequeña burbuja de felicidad, devolviéndolo a una realidad que nunca terminaba de cambiar.
No pasó mucho tiempo antes de que escuchara la puerta principal cerrarse con un golpe, y supo sin siquiera mirar que su padre se había ido otra vez. Era siempre lo mismo: cada discusión terminaba con él marchándose, dejándolos a él y a su madre solos, cargando con el peso de las palabras no dichas y la tensión que quedaba en el ambiente.
Félix se dejó caer en su cama, mirando al techo mientras sentía cómo esa felicidad que había experimentado hace solo unos momentos se disolvía, dejando solo un vacío en su lugar. Había pasado un día increíble, rodeado de risas y buenos momentos, pero ahora todo eso parecía tan lejano.
Suspiró, intentando recuperar al menos un poco de la alegría que había sentido. Sin embargo, sabía que cada regreso a casa era un recordatorio de que su felicidad siempre estaba condicionada, atrapada en una realidad que, por más que quisiera, no podía cambiar.
Félix estaba tirado en su cama, mirando al techo, cuando escuchó una suave llamada desde la puerta de su cuarto.
—Félix, ¿puedo pasar? —preguntó su madre con una voz cálida.
—Claro, mamá —respondió él, acomodándose un poco.
Su madre entró y se sentó en el borde de la cama, observándolo con una pequeña sonrisa llena de ternura.
—¿Cómo te fue en la excursión? Te vi tan contento cuando llegaste —le dijo, acariciándole el cabello.
Félix suspiró y sonrió levemente, aunque no podía evitar que su expresión se ensombreciera un poco.
—Estuvo genial, mamá. La pasé muy bien, pero… luego llegué aquí y... ya sabes —se encogió de hombros, evitando mirarla a los ojos.
Ella lo miró con compasión y le tomó la mano, apretándola suavemente.
—Cariño, siento mucho que tengas que pasar por esto. Ojalá pudiera darte la estabilidad y la tranquilidad que mereces. Pero quiero que sepas que, aunque papá y yo tengamos nuestros problemas, eso no tiene nada que ver contigo. Tú eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida.
Félix le devolvió la mirada, sintiéndose un poco mejor.
—Gracias, mamá. Sé que tú siempre estás aquí para mí… es solo que a veces siento que papá no lo está.
Su madre lo abrazó, envolviéndolo con calidez.
—Es comprensible que te sientas así, y lamento que las cosas sean complicadas. Pero quiero que te quedes con esto: tú eres amado. Muchísimo. Y sé que es difícil, pero recuerda que siempre estaré aquí, pase lo que pase.
Félix sonrió, un poco más aliviado, y apoyó la cabeza en el hombro de su madre.
—Te quiero, mamá. Gracias por escucharme.
Ella le dio un beso en la frente.
—Yo también te quiero, mi vida. Y recuerda, siempre tendrás un refugio aquí conmigo.
Al día siguiente, Félix estaba en la sala cuando escuchó que sus padres empezaban a discutir en la cocina. Al principio intentó ignorarlo, como había hecho muchas veces antes, pero las voces comenzaron a subir de tono hasta que se escuchó un golpe.
Curioso y preocupado, Félix se acercó y vio a su padre gritando, fuera de control, y a su madre intentando calmarlo, pidiéndole que bajara la voz. De repente, su padre giró hacia Félix, quien estaba en la puerta, y soltó un comentario hiriente. Félix intentó defenderse, pero su padre, ciego de rabia, le dio un golpe en la cara que lo hizo tambalearse.
—¡No te metas en esto! —gritó su padre, enfurecido.
Su madre reaccionó de inmediato. Sin pensarlo, se arrojó entre ellos, poniéndose de rodillas en el suelo, con los brazos extendidos en un intento de proteger a su hijo.
—¡Por favor, basta! —le suplicó, su voz rota por el miedo y el dolor.
Pero su padre, en su enojo, la apartó con brusquedad. Félix intentó ayudar a su madre, pero ella lo miró con ojos desesperados, haciéndole un gesto para que se alejara, para que no se expusiera más a la violencia.
Después de lo que pareció una eternidad, su padre finalmente salió de la casa, golpeando la puerta al salir. Félix respiró hondo, intentando contener las lágrimas y la furia que hervía en su pecho.
Su hermana entró en la cocina al escuchar el estruendo y, al ver a su madre llorando en el suelo, se arrodilló junto a ella, abrazándola y susurrándole palabras de consuelo. Félix sintió que la impotencia lo consumía; su rabia y dolor necesitaban salir de alguna forma, pero no quería desmoronarse frente a ellas.
Félix salió de la casa, aún con el corazón acelerado y la mente hecha un torbellino. Necesitaba desahogarse, y la idea de quedarse ahí era insoportable. Se dirigió al parque donde había una cancha de voleibol y algunos equipos de gimnasia al aire libre.
Empezó con lo que mejor conocía: los ejercicios de gimnasia. Subió a las barras y se dejó llevar por la secuencia de movimientos, concentrándose en la precisión y el ritmo. Con cada salto y cada giro, sentía que la tensión empezaba a disiparse un poco. El esfuerzo físico, la concentración en cada movimiento… todo eso lo alejaba, aunque fuera momentáneamente, de lo que había ocurrido en casa.
Después, se dirigió a la cancha de voleibol, donde golpeó la pelota una y otra vez contra la pared. Cada golpe representaba un poco de la frustración que cargaba en el pecho, una forma de liberar esa rabia contenida. Finalmente, cuando sintió que su respiración se calmaba, se sentó en el césped de la cancha, observando el cielo, todavía tratando de procesar todo.
Sabía que, por mucho que intentara escapar, los problemas en casa seguían ahí. Pero en esos momentos de ejercicio y sudor, al menos lograba sentir un poco de alivio, algo de paz para poder continuar.
Félix se sumergió en el deporte no solo por pasión, sino como un refugio donde su alma, rota y desgarrada, podía hallar un respiro. En cada entrenamiento, en cada movimiento, buscaba escapar de la cruel realidad que lo perseguía, como si cada golpe, cada pase, cada paso de danza pudieran disipar las sombras que lo acechaban.
Vilvil ⭐
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En secreto
FanfictionFelix es un estudiante disciplinado y talentoso en gimnasia, conocido por su enfoque y habilidades en inglés. Es serio y reservado, pero no teme responder si alguien lo provoca, especialmente a alguien como Hyunjin. Hyunjin es el "chico malo" de la...