Estoy segura de que piensas que soy una exagerada, dramática que solo le gusta llamar la atención y para ser honesta, tienes toda la razón. Sin embargo, lo que sucedió en mi primer día de clases debería estar en el periódico como la cosa más vergonzosa que le ha sucedido a una persona desde, escúchame bien, los tiempos de Adán y Eva. Bueno, bueno, quizás no fue algo tan vergonzoso, pero sí pasé un muy mal momento.
Como sabes he estado deprimida desde que llegué, y toda esta tristeza se multiplicó cuando recordé aquel incidente de mi niñez, del cual sigo sin estar preparada para hablar. Lo que te quiero decir es que me tomó semana y media volver a poner un pie fuera de la cama. Eso quiere decir que fui por primera vez a la Universidad dos semanas después de iniciadas las clases. Lo sé, fue muy irresponsable de mi parte, pero deberían empezar a considerar los problemas emocionales como una excusa válida para faltar a la Universidad. De esa forma no hubiese tenido que inventar que estaba sufriendo de una intoxicación por alimentos y que había tenido que pasar los últimos días en el baño debido a una diarrea explosiva. Pude inventar algo menos vergonzoso, pero decir que padecía de diarrea era algo más creíble, ¿quien se inventaría algo tan bochornoso solo por gusto? Lo sé, soy un genio.
Mi primer día de clases comenzó bien, mejor dicho más que bien. La universidad a la que asisto está repleta de chicos guapisimos.¡Dios! Nunca sé hacia donde mirar, pues no importa el lugar a donde vea, siempre hay un hombre apuesto. Siempre escuché que los europeos eran guapos, pero no imaginé la magnitud de su belleza. Bueno, ya dejemos de hablar de hombres y concentrémonos en mí y en ese desastroso primer día.
Espera, lo siento, ¿ya te conté sobre el maestro de piano? Estoy segura de que no lo hice, así que deja que te cuente esto primero. Mide 1.88, lo que ya es mucho decir, su pelo es ondulado de color castaño claro y sus ojos, sus ojos tienen un gris casi transparente. Cuando te mira, sientes que te traspasa el alma. Escuché que tiene 35 años, la edad perfecta para que entremos en una relación. Mientras estuve sentada en su clase, no pude dejar de imaginar escenarios románticos en los que él y yo éramos los protagonistas. Estaba tan sumergida en esa clase de pensamientos que él notó que en realidad no estaba prestando atención a su clase.
"Señorita, ¿podría venir al frente y tocar para nosotros la pieza que les he enseñado?" Quedé atónita cuando él me pidió aquello, por obvias razones, no tenía idea de qué tocar.
"Por favor, levántese y toque para nosotros." Insistió mirándome fijamente. Yo estaba helada. Me levanté de la silla y bajé con disimulo la minifalda blanca que llevaba ese día. Moví el banquillo y me senté frente al piano. Fue una escena realmente patética. Yo miraba el piano y luego al profesor, miraba el piano y luego al profesor, así lo hice durante casi un minuto. Por obra y gracia del espíritu santo el profesor notó la incomodidad.
"¿Cuál es su nombre, señorita?" Preguntó, notablemente molesto. Yo no perdí tiempo y le dije que había estado enferma las últimas dos semanas y que ese era mi primer día.
"Ah, entonces usted era la persona con problemas intestinales. Estoy feliz de que ya esté mejor". Su cara se iluminó y sonrió hermosamente al decir eso. Yo solo asentí y sonreí con timidez, tenía miedo que dijera frente a todo el curso que tuve diarrea.
"Quite esa cara, en este momento le ayudaré a que se ponga al tanto de todo". Estuve a punto de decirle que no se preocupara, pues terminando la clase le pediría ayuda a algún compañero. Sin embargo, antes de que yo pudiera decir una palabra, ya nuestros dedos estaban entrelazados en el piano. Sus manos eran suaves y cálidas. Estábamos tan cerca, que el olor de su perfume hizo que sintiera cosas inexplicables. Sentí algo húmedo en mi falda, pero no le presté atención, pues de seguro era una reacción normal del cuerpo. ¿Quién no sentiría aquello estando así de cerca de un hombre tan guapo? Yo no.
Con sus manos sobre las mías, Klaus (el profesor) tocó una hermosa canción. Durante todo el tiempo que nuestros dedos estuvieron entrelazados, yo experimenté un éxtasis total.
"Ya puede volver a su asiento, tiene usted mucho talento. Guiarla fue muy fácil". Sentí una gran alegría al escuchar estas palabras de su parte. Todo iba bien, perfecto, parecía el inicio de una ardiente historia de amor prohibido. Sin embargo, olvidé un pequeño detalle. Soy Agatha y todo lo que hago sale mal. Solo me levanté de la silla y en un abrir y cerrar de ojos estaba fuera del salón hablando con el profesor, el cual se notaba un poco tímido.
"Señorita, creo que debería ir al baño y revisar su ropa en la parte de atrás... se ha manchado". Esa fue la humedad que sentí mientras tocábamos el piano, creí que solo estaba muy excitada.
"¿¡Que!?" Fue lo único que pude decir. Acto seguido entré al baño que por suerte estaba justo al lado del salón. Había un gran espejo y efectivamente tenía una gran mancha roja en la falda BLANCA que llevaba. Lo primero que debía hacer era encontrar una toalla sanitaria. El baño tenía una máquina, pero yo no llevaba dinero, el bolso con todas mis cosas estaba en el aula. Traté de mantener la calma y tomé todo el papel de baño que pude y lo coloqué dentro de la ropa interior. El siguiente problema que debía resolver era el de la bandera de Japón. Aproveché que estaba sola en el baño y lavé la parte con la mancha en el lavamanos. No quedó totalmente limpia, pero se disimulaba "bien".
Estaba muy avergonzada por lo sucedido, pues sin duda algún compañero tuvo que haber visto la mancha. En cambio, lo que realmente hizo que muriera de vergüenza era el hecho de que el profesor si vio la mancha. Sé que no debería sentir pena, pues la menstruación es un proceso natural y ninguna mujer está exenta de mancharse. Parada en la puerta del baño trataba de convencerme de entrar al aula, en eso el profesor salió del salón.
"Toma esto, puedes usarlo y me lo regresas después". El profesor me prestó su suéter. Él mide 1.88 y yo 1.55, así que pude usarlo como vestido. En ese momento sentía mucha vergüenza y no tuve tiempo de analizar lo sucedido, pero ahora que estoy más calmada... Puedo asegurar que el profesor está loco de amor por mí. Sí, sí, ya sé que solo nos hemos visto una vez, pero me prestó su suéter y esa es una señal imposible de ignorar.
ESTÁS LEYENDO
El diario póstumo de Ágatha
De TodoÁgatha murió debido a que tenía el corazón roto y dejó como prueba un diario en donde narra cómo es vivir cada día cuando tu corazón está hecho pedazos.