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Antes de dirigirnos a su departamento, dijo querer ir a un lugar especial. Lo sé, lo sé, parece algo que solo puede suceder en películas. Esas películas de Hollywood en donde chicas jóvenes y en extremo bonitas, conquistan al hombre perfecto y rico solo mirándolos con sus caras de mosca muerta, incapaces de romper un plato. ¡Qué rabia! Sé que te dije que me encantan las películas románticas de ese tipo, pero la verdad es que me provocan mucha envidia. Me restriegan en el rostro que nunca tendré lo que ellas. Si te fijas, por más que traten de hacernos creer que son chicas comunes y corrientes, exentas de belleza o algo especial, la verdad es que son hermosas y talentosas. Me pregunto si solo las bonitas e inteligentes tienen derecho a un cuento de hadas. Las feas que toman malas decisiones y no tienen una pizca de amor propio como yo también merecen ser felices al lado de un hombre. No, solas no, porque necesitamos a alguien que nos haga felices, pues nosotras somos incapaces de hacerlo, ya que constantemente buscamos fuera lo que no sabemos que tenemos dentro de nosotras mismas.

Lo siento, ya me he desviado del tema principal. Procederé a continuar la historia. Nos fuimos del restaurante y como era de esperarse él pagó todo, a pesar de que yo insistí en pagar todo lo que consumí, aún sabiendo que no tenía suficiente dinero. No quiero imaginar qué hubiese pasado si él decidía aceptar que yo pagase. "Nada fuera de lo normal, otro acto vergonzoso para agregar a mi top 30 de situaciones en las que he perdido la dignidad". Pensé orgullosa en mis adentros. De camino a ese lugar especial, todo parecía normal. Íbamos en su auto escuchando baladas románticas y charlando de las cosas que nos hacen sentir felices y causan emoción. Él habló por un rato sobre su deseo de volver a casarse, tener hijos y vivir sus últimos años de vida en una isla trópical. Le provocaba mucha ilusión salir de la fría Europa. Pasar sus días en la playa tomando agua de coco y piña colada. Yo le dije que mi sueño era ir a Suiza y viajar por las montañas en tren, ser una nómada, viajar por el mundo sando, conociendo viviendo, sin que mi madre se oponga o piense que he perdido la cordura. También le comente de mi obsesión con la película navideña "Expreso Polar" y mi anhelo de visitar el pueblo de Papá Noel en Finlandia. Mientras le contaba esto empecé a llorar. Lo que le conté es un sueño muy importante. Representa la magia que una vez tuve, pero ahora que soy adulta no existe más.

Walter detuvo el auto a la orilla de la carretera, me beso en la frente y dijo "Te llevaré a esos lugares mágicos con los que tanto sueñas". Cerré los ojos y esperé un beso suyo en los labios, pero nunca llegó. Volvió a poner en marcha el auto y continuamos nuestro camino. En un principio sentí molestia, pues ese era el momento perfecto para tener ese gran primer beso. Luego recordé que durante la cena pedí un bistec encebollado y unos camarones al ajillo, era muy probable que tuviera mal aliento. Solo a mí se me ocurre comer cebolla y ajo durante una cita. Discretamente olí mi aliento y pues no estaba tan mal, así que no pude entender, por qué no hubo beso. Estaba perdida en esos pensamientos cuando me percaté de que habíamos salido de la ciudad. No se divisaba ninguna casa o negocio, solo árboles. Empezamos a subir por una colina y yo ya había dejado atrás toda esa mierda espiritual sobre el universo que había estado practicando. "Hola, papito Dios, soy yo de nuevo". Dije en mis adentros. Me encomendé a todos los Santos que conocía y empecé a rezar.

"Esto hace que recuerde una película que vi recientemente", le dije tratando de mantener la compostura a pesar de que estaba a punto de vomitar a causa de los nervios. Él no dijo nada, solo miró y sonrió. Ante esta respuesta solo debí callar y saltar del auto hacia la carretera, pero no, tuve que seguir hablando. "Si, a una en donde una chica conoce a un hombre por internet, quedan para verse y este la lleva a un bosque oscuro en donde la mata y la corta en pedazos para enterrarla... una peli muy entretenida, la amé". Walter río a carcajadas, yo no sabía cómo reaccionar, cada segundo que pasaba hacía que todo se volviera más perturbador. Estaba aterrada, más que nada enojada. '¡Voy a morir virgen!' Era en todo lo que podía pensar. No en mis padres que morirían de tristeza al ver por las noticias que encontraron en un país lejano, a su única hija cortada en pedazos o en mis gatos que, bueno, no voy a mentir, ellos estarían felices. Lo que quiero decir es que es muy extraño que en un momento de tanto peligro yo solo pensara en sexo.

El diario póstumo de ÁgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora