Capítulo 9: Promesas y Realidades

20 3 0
                                    


El día de la boda de Jacaerys Velaryon y Lucenya Targaryen llegó con un amanecer teñido de rojo y dorado, como si los propios dragones del cielo bendijeran la unión. En Dragonstone, la Fortaleza de los Dragones estaba decorada con estandartes carmesí y negro que ondeaban al viento, mientras el aire se llenaba del aroma del incienso valyrio y las llamas danzaban en los braseros ceremoniales.

La ceremonia se llevó a cabo en un patio elevado, con vistas al mar. Los invitados se reunieron en círculo alrededor de los novios, mientras Daemon Targaryen, con su porte regio, sostenía el cuenco de fuego valyrio. Rhaenyra, con un vestido de escamas plateadas y un manto rojo sangre, observaba con orgullo.

—Es un día digno de nuestra casa —dijo Rhaenyra a Daemon mientras el maestre cantaba las palabras rituales en alto valyrio.
—Es más que eso —respondió Daemon—. Es un día en el que la sangre de los dragones se fortalece.

Lucenya y Jacaerys estaban de pie frente a la pira ceremonial, ambos vestidos en tonos que evocaban el fuego y las alas de sus dragones. Ella lucía un vestido con bordados de llamas que brillaban con cada movimiento, y su cabello plateado estaba entretejido con una corona de rubíes y ónix. Jacaerys, por su parte, llevaba una túnica de negro y oro, con la insignia de los Velaryon en el pecho.

—Nunca había visto algo tan hermoso como tú hoy, Lucenya —le susurró Jacaerys mientras tomaba su mano frente al fuego.
—Ni yo a alguien tan valiente como tú, hermano —respondió ella, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

El maestre levantó el fuego valyrio en un cáliz de cristal y ambos bebieron, sellando su unión bajo la antigua tradición de los Targaryen. Cuando se besaron, los dragones rugieron desde sus perchas en las montañas, y el sonido resonó como un eco divino.

Durante el banquete, la atmósfera era festiva. Se sirvieron platos exquisitos de todo Westeros: pescados frescos de Driftmark, frutas exóticas traídas de Essos y vinos de Dorne. Los invitados levantaban copas en honor a los recién casados, mientras las risas y las historias llenaban el gran salón.

Corlys Velaryon, el Señor de las Mareas, ofreció un brindis:

—Por mi nieto Jacaerys y su esposa, mi querida Lucenya. Que los dragones siempre velen por su amor y su linaje.

Rhaenyra levantó su copa en respuesta.

—Que su unión sea un símbolo de fortaleza para nuestra casa.

Mientras tanto, en una mesa apartada, Daemon observaba todo con ojos agudos. Hablaba con una sonrisa, pero su tono era siempre calculador.

—Esta boda es solo el principio —dijo a Rhaenyra en voz baja—. Pronto, nuestra familia será más poderosa que nunca.

Los novios se movían entre los invitados, recibiendo felicitaciones. Cuando Lucenya llegó a la mesa de los niños, sus hermanos pequeños, Aegon el Joven y Viserys, la miraron con ojos llenos de admiración.

—¿Serás una reina ahora? —preguntó Aegon, su voz infantil llena de curiosidad.
—No todavía, pequeño dragón —respondió ella con una sonrisa, acariciando su cabello—. Pero algún día.

Mientras en Dragonstone todo era festejo y alegría, algo completamente diferente se vivía en la Fortaleza Roja.

Aegon, a pesar de ser un príncipe de la casa más poderosa de Westeros, había pasado gran parte de su vida en la sombra de los demás. Su naturaleza arrogante y hedonista lo había alejado de su familia, especialmente de Lucenya, con quien siempre tuvo una relación llena de tensiones. Aunque su apariencia era propia de un Targaryen cabello plateado como la luna y ojos que parecían contener llamas ocultas, su carácter impulsivo y sus excesos lo habían definido más que sus virtudes.

Crowns Of Fire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora