Capítulo 14

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Los pasillos del castillo estaban más animados de lo habitual, con sirvientes corriendo para preparar la llegada de las grandes casas del reino. Azor apenas notaba el ajetreo mientras avanzaba con determinación hacia los establos. Necesitaba el espacio abierto, el aire fresco del bosque para despejar su mente. Allí, entre los caballos y el olor a heno, podía encontrar una paz que el castillo no le ofrecía.

Al llegar al establo, su caballo negro, Umbra, relinchó suavemente al verlo. Azor acarició la crin del animal, encontrando un consuelo momentáneo en el contacto. Con movimientos automáticos, comenzó a ensillarlo, ajustando con precisión las correas. El eco de los cascos resonando en el suelo de piedra lo desconectó momentáneamente de sus pensamientos. Finalmente, montó a Umbra y, con un suave tirón de las riendas, salió al galope por la puerta principal.

 Finalmente, montó a Umbra y, con un suave tirón de las riendas, salió al galope por la puerta principal

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Los guardias lo vieron pasar, pero ninguno intentó detenerlo. Azor era conocido por sus escapadas, y en ese momento, todos comprendían que necesitaba espacio. El trote de su caballo se convirtió rápidamente en un galope mientras se dirigía hacia el bosque que rodeaba el castillo, dejando atrás las preocupaciones y las intrigas familiares.

Mientras tanto, el castillo Itami comenzaba a llenarse de visitantes. Las primeras en llegar fueron las familias más cercanas, como los Woodstrong. Lord Jevan, acompañado de su esposa y su hija menor, Liana, llegó con un séquito modesto pero elegante. Jevan, un hombre de porte imponente y carácter firme ofreció un saludo respetuoso a Lord Tristan y Ariel.

—Mis felicitaciones por el ascenso de vuestra casa, Lord Tristan —dijo Jevan, inclinando ligeramente la cabeza—

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—Mis felicitaciones por el ascenso de vuestra casa, Lord Tristan —dijo Jevan, inclinando ligeramente la cabeza—. Estoy seguro de que Ariel será un rey digno del legado de Aldric.

—Agradezco tus palabras, Jevan. Tu presencia honra esta ocasión —respondió Tristan con una leve sonrisa.

Liana, una joven de catorce años con cabello rizado y ojos vivaces, observaba con curiosidad a los presentes. Era la primera vez que visitaba el castillo, y la magnificencia de la arquitectura y la solemnidad del momento la tenían cautivada. Mientras su madre hablaba con Milicent Reed, esposa de Ariel, Liana se acercó tímidamente a Alana, admirando la espada que llevaba colgada al cinto.

La luz del ocasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora