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En la piel de la ira.

Camino sin zapatos por la orilla del mar. El firmamento inunda el cielo con puntos luminosos en la infinidad de la oscuridad.
Las olas rompen con suavidad, dejando ver una luz tenue por el reflejo de las estrellas y la luna.

La brisa marina despeina mi cabello, moviéndose dirección al mar. Las debiles olas chocan con la suave piel de mi pies, dejándome congelada. Pero aun así, sigo caminando.

Estoy pérdida en mis pensamientos. Estoy pérdida desde que el se marchó.

Ya no hay un guía, todo es un caos.

Suspiro, admirando por un momento el bonito paisaje de las costas de Piltover. Nunca me habia percatado de lo relajante que podía ser el mar.

Necesito su presencia.

¿Como iba a hacer su trabajo? Como iba a simplemente reemplazarlo.

La gente aclama el nombre de Silco, un nombre fuerte y temeroso que ha dejado huella en una ciudad, ahora, dominada por los de arriba.

Su nombre es ahora una leyenda más.

Y este es el riesgo del poder. Morir. Y dejar de existir.

Con cuidado, me senté en la cálida arena, que ahora mismo la sensación era fría al no tener el sol deslumbrante. Los granos de arena se pegan en la parte baja de mi atuendo, pero no le doy importancia. Solo necesito un descanso antes de la fuerte tormenta.

Me encogí de hombros, mirando la infinita tumba de mi padre. El oscuro océano se ha tragado su cuerpo, y ahora es parte más de la naturaleza.

El infinito mar, el lugar donde Silco merece descansar.

Misterioso, y honorable.

Me abrazo a mi misma, escondiendo mi rostro en mis rodillas mientras era cautiva del sonido de las aguas en calma, y las gaviotas gritar desde lo lejos. Ahora mismo, me siento hipnotizada, conectada con el ambiente. Simplemente es un espectáculo para mis cinco sentidos, que pienso disfrutar.

Mi vista se perdió en la infinidad de las vistas oceánicas, amando la sensación de sentirme unida a el. Incluso, cada ola contra mi cuerpo se siente como suaves caricias de consuelo. Me pregunto si puedes sentirme, aqui sentada, a tu lado. Disfrutando de tu compañía en la oscuridad. 

—¿Porque tuviste que irte?—Susurré, más bien sonó a un lamento. Ese lamento se lo llevó el viento, porque jamas hubo una respuesta a la pregunta. 

La relación con Silco, era un amor y odio. Eramos como el perro y el gato.

La sensación cálida de unos brazos pasando por mis hombros, rodeándome. Me sobresalté, mirando a todas partes sin ver a nadie más en la costa. Aunque esa sensación reconfortante, se me hace bastante familiar.

—Hija..— Su voz resonó.

Abrí los ojos asimilando rápidamente que eso no fue real. Fue un simple sueño aunque ya era costumbre torturarme por cuestiones de mi padre. Mi atención se la llevó el lugar desconocido, donde había dormido. Y además, no solo dormir.

Me faltan mis bragas.

Me senté por un momento en la cama, respirando jadeante mientras observo el lugar con curiosidad. No es la primera vez que sueño con mi padre, es la tortura que tengo cada vez que descanso. ¿Me siento culpable? No lo se.

𝐮𝐥𝐭𝐫𝐚𝐯𝐢𝐨𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚. || 𝐕𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora