Elizabeth era una mujer con encanto, la profundidad de sus ojos naranjas destacaba aquella suave piel morena, su cabello castaño se contoneaba al son de su caminar, esa joven desbordaba sensualidad, sus labios delgados y rosados hacían gesticulaciones al saludar que provocaban una obsesión en las personas, pronto seria mi turno de saludarla, he de admitirlo, estaba bastante nerviosa y de alguna forma me sentía amenazada.
No quería odiarla, a fin de cuentas no la conocía. Es más, para mi era conveniente que Leonard cayera en sus encantos, eso aligeraría mucho las cosas, mi suposición es que esta sensación tan estresante proviene de la Catalina original y sobre aquellas percepciones internas que vienen de encargo con el personaje de la novela, al no sentirse suficiente nunca. Catalina en ningún momento se consideró la más bonita o la mejor y jamás creyó que alguien la erigiría para vivir un romance. Ella no se sentía amada.
La tristeza me abrazó con frialdad, apoderándose de mi y de mis concepciones exteriores, sin embargo, continúe saludando: desde parejas adultas hasta atractivos burócratas musculosos que me lanzaban miradas felinas llenas de deseo, la tristeza se fue en cuanto vi a un moreno con una quijada bien definida, brazos fuertes y unas piernas muy prominentes, ese día le agradecí a dios más de dos veces por haber creado tanta perfección masculina.
Sophie se encontraba en una situación aún más intensa, me codeaba cada 5 minutos para mostrarme a alguien nuevo, sus ojos se derretían con cada nuevo hombre que era presentado, pude presenciar como casi se desmaya después de saludar a un conde que no le importo romper las reglas sociales y le dio un beso en la mano, tras ello Sophie cayó sobre mi con la mano en la frente "Catalina, sostenme" fue lo que dijo, después de ello recupero fuerzas en cuanto se presentó el siguiente y se abanicaba con fuerza cada que compartía miradas con el susodicho.
Hubo uno que llamó mi atención en especial, un príncipe de ojos violetas bastante reservado, noté que solo le dedicaba 5 segundos de mirada a cada persona, lo cual me pareció bastante extraño, tenia una sonrisa que mostraba una impecable dentadura y las ranuras en sus cachetes delgados y bien contorneados provocaron en mi una atracción sexual incontrolable, sus manos eran gruesas, los pectorales se le remarcaban en la playera. Trate de respirar, no pude, pero fingí que si porque en cuestión de nada ya lo tenia enfrente mío.
Le lance una mirada mordaz al inclinarme, retándolo al tiempo que realizaba una lenta inclinación.
——El Príncipe Frederick Clifford, del Reino de Arcelia.
——Catalina Winston, hija del Duque Winston.
En ese preciso momento el príncipe tomo mi mano y con una reverencia, me dio un beso mirándome directamente a los ojos.
——Mi lady——respondió una voy tan gruesa, que sentí como me desnudaba solo con las cuerdas vocales.
Se me enchino la piel—— su alteza real—— contesté, aguantando la respiración y tratando de no mirarlo tan directamente, ya que, seguramente terminaría más roja que un jitomate.
El joven tardo varios segundos en soltar mi mano, sentí como movía sus dedos con delicadeza, eso me puso más nerviosa de la emoción, el contacto con él se sentía cálido y muy muy intenso.
——Joven príncipe, es hora de continuar—— anunció el chaperón.
Fue ahí cuando dejamos de observarnos tan detenidamente y el caballero continuó con las demás presentaciones, tras eso mi cuerpo volvió a ingresar oxigeno hasta llegar a mis arterias y cerebro, justo en ese momento me pregunté: ¿Quién es ese hombre? trate de recordar en que parte de la novela salía o si tenía algún espacio de protagonismo, pero no me vino nada a la cabeza.
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Catalina la Duquesa de la Familia Winston
Ficción históricaCatalina Winston no recuerda nada de su pasado, lo único que sabe es que revivió como la villana de su novela favorita de romance histórico. Adaptándose a su nueva vida llena de lujos, joyas, vestidos y bailes, Catalina decide que quiere evitar el t...