Cuando aquella figura tétrica y sombría cayó desde las insondables alturas, el suelo tembló con tal furia que las entrañas del mundo parecieron retorcerse. Un susurro de horror se extendió por el aire y todos supimos, sin necesidad de palabras, que esa presencia enigmática no solo nos observaba, sino que nos acechaba. Las aves del cielo, que hasta entonces surcaban el firmamento con libertad, comenzaron a gritar con un alarido antinatural y huir, aterradas, como si conocieran la verdad que nosotros aún no podíamos comprender: aquello que descendía no era de este mundo.
El silencio que siguió fue tan profundo que nuestros propios corazones parecían latir demasiado fuerte, marcando el paso de la inevitable confrontación. Nos miramos entre nosotros, nuestros rostros pálidos y vacíos, como si cada uno leyera el mismo oscuro destino en los ojos de los demás. Sin pensarlo, quisimos desactivar la alarma de medición de energía, conscientes de que cualquier señal que pudiera revelar nuestra presencia sería el faro que guiaría a aquella criatura hacia nosotros.
Pero en ese instante, el medidor comenzó a emitir un zumbido bajo, casi imperceptible, como un lamento lejano. El aire se volvió espeso, denso, como si todo a nuestro alrededor estuviera a punto de desmoronarse bajo un peso invisible. Luego, el medidor comenzó a calentarse, una oleada de calor intenso que nos hizo sudar frío. De repente, se tornó de un morado profundo, casi negro, como si la energía misma estuviera siendo absorbida por un vacío abismal.
El grito de las aves se apagó al instante, y la quietud fue aún más perturbadora. Fue entonces cuando lo sentimos. El aire se cortó, y una sombra infinita emergió de la oscuridad, deslizándose hacia nosotros como un espectro de la muerte misma. Nos giramos, horrorizados, y ante nuestros ojos apareció aquella figura, aún más terrible de lo que habíamos imaginado. Con una calma infernal, su voz surgió, grave, como si viniera del mismo abismo afirmó — te dije que nos veríamos en el otro lado.
Inmediatamente, Brianda activó la intangibilidad, un último recurso desesperado ante la presencia del ser que se alzaba ante ellas como una sombra inmortal. Su corazón latía con desesperación, pero la única opción era enfrentarse a lo imposible. Alison, con los ojos llenos de furia y miedo, desató un ataque con su misteriosa espada de plasma. La hoja se mostró con intensidad, cortando el aire con el eco de una promesa de muerte. Pero no pasó nada. La espada, tan afilada y mortal, se desintegró en el vacío, incapaz de atravesar a esa figura que se mantenía firme, inmutable, como si no existiera en el mismo plano que ellas.
El encapuchado había regresado. Su silueta, sombría y ajena al sufrimiento humano, permaneció inalterada, como un monumento a la fatalidad. Cada intento de Alison era inútil, sus fuerzas vacías contra una entidad que se deslizaba por las mismas fisuras de la realidad. La desesperación se apoderó de ellas, pero no había tiempo para rendirse, no había más caminos.
Entonces, en un acto tan repentino como apocalíptico, el encapuchado levantó una mano, y un poder insondable lo recorrió. El aire se comprimió con una fuerza brutal, y antes de que Alison pudiera reaccionar, fue lanzada hacia las rocas cercanas. Su cuerpo chocó con ellas, el sonido de huesos rotos y el crujir de la tierra resonaron en el aire. El impacto fue como un golpe al mismo tiempo de la tierra y del destino, un recordatorio de lo insignificantes que eran ante aquella presencia.
Con una calma cruel, el encapuchado habló, su voz un susurro helado que se clavó en sus corazones: —No estorbes. He venido a hablar con esos dos.
El peso de sus palabras se estrelló sobre ellas como un peso irrompible, mientras la figura, tan distante y tan cerca, las dejaba al borde de la desesperación más absoluta.
Alison, tras recibir el golpe brutal, estaba en un estado casi irreversible. Todo se veía borroso ante sus ojos, la sangre enturbiaba su visión mientras el dolor se extendía como una pesadilla interminable. Podía sentir cómo sus huesos, quebrados y desechos, no eran más que fragmentos inútiles de lo que alguna vez fue su cuerpo. Sin embargo, el sistema del cubo de energía trataba de repararla, de devolverle algo de vida, pero no era suficiente. No era nunca suficiente.
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Viaje hacia el corazón de la oscuridad (EN CURSO)
FantasyCloe Smith nació en un mundo de tinieblas, donde la luz era solo un sueño y un enigma. Nadie sabía de dónde venía, si existía o cómo crearla. Solo se contaban historias de un tiempo lejano, cuando el sol iluminaba el cielo y las estrellas brillaban...