All I Want For Christmas Is You

19:30

Violeta miró aquellos tres pequeños angelitos entre sus manos, que los había sacado de una de las bolsas de rafia; eran figuras de cristal con un pequeño hilo para sostenerse en el árbol. Con el dedo perfiló la superficie delicada con cuidado, sintiendo el frío y la rugosidad de esta, parecían unas piezas especiales y artesanales que tenían algunos años a sus espaldas porque uno de los angelitos tenía solo una de las dos alas ... sin embargo, eran preciosos.

Eran caras angelicales, bien perfiladas, de un cristal blanco-transparente.

Frank Sinatra sonaba por los altavoces del ático al ritmo de Let it snow! Let It Snow! Let It Snow!

En aquellos momentos, Violeta levantó la mirada hacia Chiara que cantaba con toda la potencia de su voz, dando pequeños giros sobre sí misma mientras se dejaba llevar por la canción. Sentada en el sofá, dejó que su cuerpo descansara sobre los cojines del sofá sin dejar de mirar a Chiara en aquellos momentos poner un set de luces encima de la chimenea y colgar un par de calcetines también de Papá Noel sobre esta. Se movía como pez en el agua, con una facilidad para cantar y bailar, hasta cuando se tropezaba parecía que lo hacía con gracia y felicidad. Violeta bufó divertida al verla dar otro traspié con zócalo saliente de la chimenea, ganándose una mirada de reprimenda de la menorquina.

La pelirroja rápidamente apartó la mirada y borró la sonrisa de su rostro recorriendo con los ojos su hogar, que parecía muy diferente a quince minutos atrás. Su asistente había puesto alguna que otra figurita sobre las estanterías y en la mesita de café, y también había colocado regalos "falsos" estratégicamente cerca de la chimenea. Lazos rojos y verdes, set de luces, angelitos y regalos... y su salón parecía completamente diferente.

Habían llegado al acuerdo de que Chiara se encargaría de decorar por el salón y el comedor, ninguna zona más, mientras que Violeta se encargaría de montar el pequeño árbol. El problema era que Violeta no había conseguido poner más que un par de bolas de Navidad en él, simplemente había encontrado aquellos pequeños angelitos y los había encontrado reconfortantes, como si realmente hubiera una historia tras ellos que quisiera preguntar a Chiara.

–¿Tienes alguna escalera?

Había estado tan embelesada primero viendo bailar a Chiara por el salón y cantando tan bien, y luego con toda aquella extraña decoración con la que no conseguía acostumbrarse, que Violeta había perdido totalmente la concentración.

–¿Mmh?

Y ni siquiera había escuchado la pregunta.

–¿Algún taburete al que me pueda subir o algo?

–¿Para qué?

Fue en aquel momento en el que vio entre sus manos algo verde, Violeta focalizó su vista sobre las manos de la menorquina y entonces cayó en la cuenta de lo que era.

Era muérdago.

–No, no, no–con cuidado soltó los angelitos en la cajita en la que los había encontrado y se levantó de su sofá en dirección a Chiara, cerca de la chimenea eléctrica–. Eso sí que no, no vas a poner muérdago.

–¿Por qué no?–la menorquina arrugó el rostro sin comprender a qué venía aquella reacción–. Es tradición ponerlo.

–No, lo siento.

–Pero...

Violeta agarró sus manos para arrebatárselo, haciendo que hubiera algún que otro forcejeó entre ambas. Por un lado, Chiara no iba a permitir que se lo quitara tan fácilmente de las manos. Y por otro lado, la granadina apretó contra los dedos de la asistente, sintiendo la calidez y la suavidad de su piel, y luego tiró haciendo que sus cuerpos quedaran algo más cerca.