16:45

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Adoraba la Navidad.

Chiara respiró una sonrisa golpeando los dedos contra el volante del Fiat 500, tarareando la famosísima canción de Mariah Carey que sonaba por la radio, mientras esperaba a que aquel semáforo cambiara de color y poder seguir.

Adoraba aquellas últimas fechas de diciembre, de hecho, no recordaba otra cosa en su vida que no fuese amar la Navidad desde niña y pasando por la adolescencia hasta llegar a la adultez. Adoraba la felicidad que le llenaba el cuerpo, el nerviosismo y la anticipación, la sensación y los colores en las calles, incluso el frío que acompañaba las fechas. Adoraba hacer regalos y estar rodeada de su familia, adoraba el chocolate caliente y los calendarios de adviento; adoraba cada villancico que...

¡Beep! ¡Beep!

El ruido de aquel claxon le hizo detener el golpeteo de los dedos y mirar por el retrovisor, el semáforo se había puesto en verde de nuevo, un segundo después volvió a pisar el embrague y metió primera para arrancar el coche.

Chiara adoraba la Navidad, incluso con lluvia, tormenta y el fucking tráfico de Madrid el 24 de diciembre.

Adoraba cada minuto, cada día en aquel último mes del año; Chiara adoraba la esperanza en aquellos días. Era como leerse el final de un libro; un libro lleno de recuerdos de un año, tanto buenos como malos. Podía haber sido un año maravilloso, o una gran mierda, pero los cierres siempre traían la esperanza de algo nuevo, de algo por vivir... y la Navidad era eso. El final y el principio de algo.

Chiara adoraba Nochebuena, pasando por Navidad y Nochevieja, y a pesar de haber crecido en una familia medio inglesa, y medio menorquina, también adoraba el 6 de enero, el día de los reyes.

El chasquido de la lengua contra el paladar le salió solo, y de forma inconsciente, tras ver que tenía que dar otra vuelta a la manzana para seguir buscando un lugar donde aparcar; una cosa que no adoraba era que a su jefa se le hubiera metido en la cabeza a las 16:45 de la tarde del 24 de diciembre tener que hacer recados como si no hubiera más días, como si no hubiera otro momento en el que ir a buscar un maldito vestido para una maldita fiesta benéfica que no iba a ser hasta pasado año nuevo.

–No, no...–se dijo así misma en su coche, destensando las manos sobre el volante–. Tengo una hora y ya. Acabaré esta eterna lista y podré olvidarme de...–giró rápidamente la cabeza para ver lo que había dejado atrás con el Fiat–. Fuck, eso era un hueco. Damn it!

Tardó cinco minutos más en encontrar otro sitio para aparcar y, corriendo por las calles con aquel paraguas doblado por varias varillas de color rosa, Chiara entró en el estudio de costura de Ismael Espejo sacudiendo sus hombros en el umbral de la puerta para quitarse el exceso de agua:

–Chiara, no te esperaba hoy–escuchó aquella voz con acento andaluz–. Qué bueno verte.

–Arancha, siempre trabajando, eh.

Durante medio segundo, ajustó la vista con aquellas gafas de pasta negra sobre el puente de su nariz por culpa de toda aquella luz, y alguna que otra gota que tenía sobre el cristal, y se pasó la mano libre por el pelo mojado apartándose de la cara.

Hohoho, Merry Christmas–ironizó Arancha con la voz grave imitando a Papa Noel–. Ni siquiera en Nochebuena tengo libre, ese es mi regalo.

La medio inglesa puso los ojos en blanco y acabó por adentrarse en el estudio una vez se sentía más presentable tras toda aquella lluvia que le había caído encima, a pesar de llevar paraguas. Observó con detenimiento el estudio de costura, que siempre llegaba a sorprenderle lo amplió y grande que era, con aquellas vigas metálicas y paredes blancas, con pinturas por todas partes, todas aquellas telas colgando en sus soportes...

All I Want For Christmas Is YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora