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–¿Y ahora, qué?

La pregunta de Violeta le había pillado un poco a contrapié, quizás porque había estado tan metida en sus propios pensamientos que no había pensando en cuál era el siguiente paso en aquella noche tan especial. Así que Chiara tardó un par de segundos en ordenar todos sus pensamientos, pero cuando le llegó la inspiración se levantó de un salto del suelo:

–¿Tienes pintura de cara o quizás maquillaje que no quieras usar nunca más?

Incluso desde el suelo y solo alzando la barbilla, Violeta miró a Chiara contrayendo los labios y alzando una de sus cejas, pero como todas las otras veces, finalmente se resignó a hacer lo que le pedía Chiara.

En cuestión de minutos, habían vuelto a encender todas las luces del ático, y mientras Violeta subía al lavabo a por el maquillaje correspondiente, Chiara había aprovechado a preparar la zona para que nada se llegase a manchar, ni los muebles caros ni el suelo.

–¿Estás lista, Violeta?

La pelirroja dejó caer los estuches de maquillaje sobre la mesa de café y volvió a la misma posición de minutos antes, admirando toda la zona -al menos cubriendo un metro cuadrado- llena de trapos de cocina por el suelo y la pequeña mesa.

–Me tendrás que explicar qué vamos a hacer primero–se sentó al estilo indio, quedando enfrente de Chiara y con la mesa de café del salón entre ellas.

–Es un juego.

–¿Un juego?

–Un simple juego que se inventó mi padre cuando éramos niños, sobre todo cuando quería que dejáramos en paz a nuestra madre–explicó con paciencia y dejando que fuera Violeta la que quisiera introducirse en la historia.

–¿Cuatro niños nerviosos la noche de Santa Claus?–chistó moviendo la cabeza de lado a lado la granadina, imaginando el panorama de aquellas navidades pasadas en la vida de Chiara–. No veo el motivo para querer distraer...

Exactly–la balear empezó a abrir los estuches de maquillaje buscando algo en concreto en ellos, mientras que Violeta tan solo la miraba atentamente sintiendo el calor de la chimenea a su espalda. Por puro mecanismo, miró el IPhone y comprobó la hora, faltaban diez minutos para las ocho..., se le estaban pasando las horas volando junto con Chiara–. Normalmente, este juego lo hacíamos después de comer, así teníamos tiempo de ducharnos los cuatro y eso... pero bueno, somos adultas. No será para taaanto.

–¡¿Vas a pintarme?!

Instintivamente, Violeta se separó de allí, arrastrando el culo por el suelo medio metro hacia atrás.

–Chica lista–respondió ante la exclamación de su jefa y bufó con burla al verla reaccionar de aquella manera–, pero para ser precisa, vamos a pintarnos mutuamente.

–Chiara...

–Antes que digas que no, por mucho que quieras decirlo–la señaló con el dedo y luego lo movió con decisión para que se volviera a acercar a ella y a la mesa llena de maquillaje esparcido–, déjame que te explique.

–Está bien.

La asistenta puso la mano en el pecho de la sorpresa:

–Oh–exclamó, para luego guiñar el ojo–. Ha sido más rápido de lo que pensaba que sería convencerte.

–Eres imbécil.

En aquel momento, Violeta soltó una carcajada al ver -ahora sí- la cara de sorpresa de Chiara ante aquel ataque, pero rápidamente la inglesa se recuperó y le lanzó una de las esponjas de maquillaje que había por ahí tiradas y descartadas. Aunque a pesar del lanzamiento, la pequeña esponja no llegó ni a darle a la granadina, ni siquiera a rozar, así que Chiara utilizó también el ataque verbal para vengarse:

All I Want For Christmas Is YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora