One Shots | COD

► K: No. 02

König y tú llevaban un par de años casados. Habían logrado formar una familia prontamente pero a pesar de ello él estaba encantado con tener hijos, especialmente porque le había tocado una pequeña y hermosa princesa.

Él siempre había soñado en que si algún día tenía hijos quería una niña para poder consentirla y volverla una caprichosa.

"A la hija del coronel no ha de faltarle nada"

Siempre que querías te daba dinero para ir de compras, para arreglarte las uñas o tal vez si querías hacerte algo en el pelo.

El lenguaje principal del amor de König siempre fueron los regalos. Y por tanto consentirlas a ambas era su mayor placer.

Uno de esos días le habías encargado un trabajo muy importante mientras salías.

Ir al supermercado.

Preparó el pequeño asiento de bebé para su acompañante y durante gran parte del camino hablaba con ella en su idioma natal porque deseaba que tuviera también la costumbre de que se hablara alemán incluso desde tan pronto.

Una vez en su destino, colocó la cangurera que le habías conseguido  y allí a la bebé sin una pizca de vergüenza. Él era padre y su única preocupación era la comodidad de su hija.

Sus grandes manos sostenían un pequeño pedazo de papel mientras movilizaba el carrito por los grandes y mayormente desalojados pasillos del local.

Había visto como la pequeña extendía sus manitas hacía las estanterías del pasillo de juguetes y de inmediato se acercó.

— ¿Quieres eso eh?

Sonrió pero al leer el papel de las compras tenía grandemente escrito en letras rojas una advertencia.

"NO COMPRAR MÁS JUGUETES"

Rió bajo imaginando tu cara regañándolo.

— Parece que mamá nos tiene algunos limitaciones.

La pequeña solo lo miraba sonriente, sin entender absolutamente nada de lo que decía pero feliz de que hablara con ella. La voz de su padre la calmaba mucho, era su lugar seguro.

Disfrutaban simplemente la compañía mutua mientras él tarareaba cualquier melodía y ella aplaudía con emoción por su habilidoso papá mientras jugaba con los bordes de su pasamontañas.

— ¡Oh, pero que niña tan hermosa!

Una voz femenina los sacó de su espacio a ambos, mirando como una mujer de mediana estatura visualmente joven se acercaba con su carrito casi vacío.

— Sí, lo es. — Contestó sin mucha emoción, siguiendo el orden de la lista sin detenerse para seguir la conversación.

— Déjame adivinar ¿Padre soltero? — Siguió hablando caminando a la par.

— No, de hecho mi esposa está esperando que le lleve las cosas que ha pedido.

— Oh, ya veo. — Sonríe. — Pues qué mal enviar a su hombre solo al supermercado, cualquiera podría robárselo. — Bromeó.

König frunció al ceño y sin darse cuenta había hecho que la niña se disgustara. Sus pequeñas manos apretaron su máscara y presionó su carita contra al tela.

— Papá. — Balbuceó.

— ¿La escuchó? Ella quiere que se largue.

— Pero..

— ¿Es sorda?

— Que grosero. — Gruñó, desviándose por otro pasillo sin quitar la mala mirada hacia el hombre.

— Papá.

— Eso es, pequeña parlanchina, nadie me está "robando" ¿Verdad? O es que eres una celosa igual que tu madre. — Dijo divertido.

En el regreso a casa abrió la puerta torpemente con las bolsas y la bebé en la cangurera.

— Estamos de vuelta Liebling ¿Estás en casa?

— Bienvenidos. — Contestaste con una sonrisa ayudando a cargar a la niña para que él pudiera bajar mejor las compras. — ¿Cómo se portó?

— Fue buena, siempre lo es. — Sonrió. — Aunque no le gustó que una mujer intentara coquetearme.

— ¿Es así? — Reiste brevemente — Entonces tendré que enviarla más seguido contigo, así evito que te coqueteen por ahí.

— Eso no está mal. — Dejó las bolsas en el suelo. — Pero solo con una condición. — Murmuró quedando de pie frente a ti.

— ¿Cuál?

— Que cuando llegue a casa demuestres a quien pertenezco. — Susurró contra tu oreja provocándote un escalofrío.

— ¡König!

Él rió ampliamente, amaba ponerte nerviosa y como reaccionabas ante eso.

Te dió un breve beso en la frente para acomodar sus cosas, de vez en cuando echando una pequeña mirada enamorada hacia tu ubicación.