CAPÍTULO 1

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No podría explicar lo que pasó hace ni siquiera un segundo atrás. No sé porque me encuentro así, como si estuviera suspendida en el espacio, como si no hiciera parte de éste mundo, como si no fuera yo. No sé explicarlo.

Mi mente está completamente en blanco cuando abro los ojos, mi vista se va aclarando un poco y lo único que veo es un techo impecable, blanco y liso; y creo que me está costando demasiado caer en la noción del tiempo. Me siento desorientada, como si acabara de llegar de un extraño y largo viaje a un lugar desconocido. Sé quién soy, pero nada más; y entonces, comienzo a sentir miedo. No sé porque, pero siento mucho miedo. No veo a nadie, no sé cómo llegué aquí a lo que me doy cuenta que es un hospital. El pitido constante que resuena en toda la habitación me roba la atención por unos segundos, es molesto, podría enloquecer con él. Quiero levantarme pero me doy cuenta que me siento como atada a esa cama, aunque literalmente no lo estoy, alcanzó a ver un poco y me doy cuenta que estoy conectada a un montón de cables y tubos. Tantos que cuesta contarlos... uno traspasa mis fosas nasales. Otro, tiene forma de pinza, sujeto al dedo índice de mi mano izquierda, y puedo sentir unos parches pegados a mi pecho... ah y la molesta aguja incrustada en el dorso de mi mano, supongo que está hidratándome, lo cual quiere decir que llevo tiempo aquí dormida, o como sea que haya estado.

Mis ojos vuelven a cerrarse por sí solos, estoy soñolienta, débil y tengo las extremidades entumecidas y rígidas. Vuelvo a abrirlos luego de algunos largos segundos y ésta vez lo que veo es el rostro de un hombre que tardo en reconocer, quien cuando me ve, mira hacia arriba y suspira profundo ahuecando las mejillas como si sintiera un gran alivio.

-Hija... por fin despertaste mi amor ¿Cómo te sientes?

-Papá -Comienzo a ubicarme de a poco. Intento hablar pero ¡Vaya! Mi voz se rompe, está fina como un hilo y me cuesta sacarla. ¿Cuánto tiempo llevo sin usarla?

-Sshh calma mi amor -Me tranquiliza mi padre, mientras acaricia con su mano un poco áspera y gruesa sobre mi frente-Debes estar tranquila -me besa en la frente quedándose allí -Dios, no sabes el susto que me diste Anahí, casi te pierdo -lo oigo sollozar. Aunque no puedo verlo porque su rostro esta encima de mi cabeza mientras besa aún mi frente. Está llorando y mi alma se estremece un poco, tal vez sea porque jamás lo he visto llorar, no lo sé. Y sé que si está llorando es porque definitivamente algo muy malo me pasó

-¿Hace cuanto estoy aquí?

-17 días. -Me sorprendo pero mi debilidad no me deja mostrar gesto alguno. Todo es interiormente.

- ¿Qué hago aquí?¿Que me pasó papá? -El me mira un poco confundido

- ¿No recuerdas? -Cuestiona, yo niego moviendo la cabeza suavemente. El baja la mirada un segundo pero mi mente está ansiosa y antes de que pueda responder se me viene la imagen de mi esposo y ansío verlo ya

-Poncho... - Susurro - ¿Dónde está Poncho? ¿Por qué no está aquí? - Veo que frunce el entrecejo

-Hija... ¿Quieres ver a Poncho?

- Si... es mi esposo, quiero ver a mi esposo... y mi hija ¿Dónde está Abril? -Lo miro y parece como si su respiración se hubiera detenido, mientras me mira como si fuera una criatura extraña, nunca antes vista. ¿Por qué no responde mis preguntas?

-Llamaré al médico. Espera un momento -Se aleja enseguida sin dejar de mirarme. Quiero pedirle que no se vaya pero las fuerzas no me dan para hablar antes de que cruce la puerta. No quería que se fuera. No estoy acostumbrada a sentir miedo pero en este momento lo siento. Me siento como una pequeña niña perdida y mi corazón ha comenzado a latir muy fuerte ahora que me encuentro sola. Mis ojos bien abiertos comienzan a fijarse a mí alrededor. A la derecha hay un sillón azul turquí, justo bajo una ventana con persianas blancas por la cual entra un poco la luz del sol. A mi lado hay otro asiento sencillo. Miro a la izquierda donde hay una mesita con una humilde cafetera y una taza al lado que tiene al borde una mancha lineal de café, y más cerca de mí, hay una bolsa de suero colgando desde arriba de una delgada barra de metal. Mi mirada se fija en cada cosa, como si intentara que algo, por más mínimo que fuera me diera una pista de por qué demonios estoy aquí.


La Memoria Del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora