¿Quién podría imaginar que el alfa más, serio y adinerado se vería atrapado por los encantos de un tierno omega? Pero este no es un omega cualquiera; se trata de uno verdaderamente singular. No es que posea un poder extraordinario, sino que su esen...
Las imágenes de él, de nosotros, se cuelan en mi mente, una película que se reproduce en bucle. Lo veo jugando con nuestros cachorros en el jardín de nuestra casa cerca del lago, su risa melodiosa llenando el aire. Lo veo disfrutando juntoa nuestroscachorros, con esa sonrisa que me derretía el corazón. Lo veo... y mi corazón se rompe de nuevo.
La muerte de mi omega fue lo peor que me ha pasado. Lo único que me queda es el vacío que dejó, un hueco que nada ni nadie podrá llenar.
Las lágrimas brotan de mis ojos, mezclándose con el agua fría. Le pido al cielo que me lleve con él, que me permita volver a sentir su calor, su aroma, su presencia. Quiero amanecer a su lado, tomar su mano y aferrarme a él para siempre.
Me sumerjo más profundo, buscando un escape en la oscuridad, un descanso del dolor. Quiero estar con él, aunque sea en la muerte.
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NARRADORA
Dos horas después 14:12
Jungkook se encontraba recostada en el enorme sofá de la habitacion con varioa papeles en la mesa, factura, Ticket, recibos y planos cosas q debía de ver con determinación.
Jungkook se quedó mirando los papeles dispersos sobre la mesa, pero su mente no estaba en ellos. Cada línea, cada cifra, se desdibujaba ante la imagen de su omega, cuya risa solía llenar su cielo.
La ausencia era un eco ensordecedor que lo seguía a todas partes, un recordatorio constante de lo que había perdido. Por no ser una persona común y corriente.
Algo que lo consume es la culpa.
Se incorporó lentamente, sintiendo el peso de la tristeza en su pecho. La ropa negra que llevaba puesta se había convertido en su segunda piel, un símbolo de su duelo que lo aislaba aún más del mundo
el psonido interrumpió sus pensamientos: el timbre del teléfono. Miró la pantalla y vio el nombre de Namjoon. Un suspiro escapó de sus labios; no estaba seguro de si quería hablar, pero sabía que Namjoon no se rendiría fácilmente.
-Hola -contestó, tratando de sonar más animado de lo que se sentía.
-Jungkook, ¿cómo estás? -la voz de Namjoon era cálida, pero había una preocupación latente en ella.
-buen , por qué?-respondió, sintiendo que cada palabra era un esfuerzo-. Solo revisando algunas cosas.
-¿Te gustaría que pasara? Ya terminé la reunión con los directores.
Jungkook sintió un nudo en el estómago. La idea de compañía era tentadora, pero también aterradora. No quería que nadie lo viera así, atrapado en su propio dolor.
-No gracias Nam, prefiero terminar esto lo antes posible-finalmente dijo- y ocuparme de ese bastardo
Nam sin más acepto
_ esta bien, mañana voy y te cuento todo _ jeon iso un sonido de afirmación y colgó la llamada.
Jeon deja el celular al un lado frunció el ceño mientras repasaba los papeles esparcidos sobre su escritorio.
Era una montaña de información, un torbellino de cifras y nombres que le recordaban la complejidad de su doble vida. No era solo el dueño de una empresa importante, también era el líder de un vasto imperio criminal, un jefe de la mafia.
Enemigos por donde vea, robos de mercancía, amenazas constantes, todo se acumulaba en su mente, un mar de preocupaciones que lo perseguían día y noche. Más en estos días.
Desde muy joven Jeon se había visto envuelto en este mundo. No era algo de lo que se sintiera orgulloso, pero era una elección que había hecho.
Había aprendido a navegar en las aguas turbias del crimen, a convertir la violencia en una herramienta, a usar la astucia como escudo.
Jeon Jungkook era conocido en toda Asia como uno de los traficantes de armas y drogas más exitosos, un nombre que inspiraba miedo y respeto a partes iguales.
Sin embargo, había algo que Jeon no toleraba, algo que le revolvía el estómago: el trato con personas vulnerables. Niños, mujeres, cualquier ser humano que no pudiera defenderse, estaba fuera de sus límites. Prefería negociar con sus iguales, con hombres que entendían las reglas del juego, que compartían el mismo código de honor, aunque fuera un código retorcido.
En ese momento, la puerta se abrió de golpe, interrumpiendo sus pensamientos. Un hombre corpulento, con la cara marcada por cicatrices, entró en la habitación.
Señor jeon n, tenemos un problema", dijo el hombre, su voz grave por aver interrumpido
Jeon levantó la vista, sus ojos oscuros y penetrantes se posaron en el hombre.
"Habla", dijo, su tono frío y calculador.
El hombre se aclaró la garganta y comenzó a hablar, relatando un nuevo desafío, un nuevo obstáculo en el camino de Jeon. Uno nuevo
Jeon escuchó con atención, su mente trabajando a toda velocidad.