¿Quién podría imaginar que el alfa más, serio y adinerado se vería atrapado por los encantos de un tierno omega? Pero este no es un omega cualquiera; se trata de uno verdaderamente singular. No es que posea un poder extraordinario, sino que su esen...
En el centro de la habitación, Luis estaba de pie, mirando por la ventana. Su figura se recortaba contra la luz tenue, y Jeon sintió una mezcla de rabia y nostalgia al verlo.
-Luis- pronunció con voz grave, rompiendo el silencio. Luis se dio la vuelta, su expresión era una mezcla de sorpresa y desafío.
-Jeon-, respondió, su tono desafiador. -No esperaba que vinieras- dijo con uan sonrisa
Jeon se acercó más, su mirada fija en los ojos de Luis. -No estoy aquí para jugar. Sabes perfectamente que ago aquí -
Luis se cruzó de brazos, su postura desafiante. -¿Y qué te hace pensar que te tengo miedo?-
Jeon sonrió, una sonrisa fría y calculadora. -Porque sabes que, al final, siempre cumplo mis promesas. Y esta vez, no habrá vuelta atrás-
La tensión en el aire era palpable, y ambos hombres sabían que la conversación estaba a punto de tomar un giro decisivo. Jeon estaba listo para lo que fuera necesario
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Jeon había cruzado el umbral de la cabaña cuando una mezcla intensa de vainilla y leche lo envolvió. Era un aroma que evocaba recuerdos, pero para su lobo interno, era una señal de desesperación.
Sin previo aviso, su instinto lo llevó a atacar a Luis.
Luis, sorprendido, reaccionó rápidamente. Ambos alfas se encontraron en una feroz batalla, intercambiando golpes que resonaban en las paredes de la cabaña. La tensión en el aire era palpable, cada movimiento cargado de una rabia contenida.
—¿Dónde está mi omega? !!!!—gritó Nochu, su voz llena de desesperación mientras sujetaba con fuerza el cuello de Luis.— donde lo tienes?!!!—
Luis sonrió con desdén, disfrutando del sufrimiento ajeno.
—Tu omega está muerto -—respondió con frialdad— Lo maté con mis propias manos...
La ira de Jeon se desató como un torrente. Golpeó a Luis en la cabeza con una fuerza devastadora, dejándolo aturdido.
—No me mientas, hijo de puta —rugió Jeon mientras revisaba frenéticamente cada rincón de la cabaña— ¡Jimin! ¡Jimin!
Su grito resonaba en las paredes vacías mientras arrojaba muebles y objetos por doquier en busca de su amado omega. La desesperación se apoderó de él al no encontrar nada. Regresó a donde había dejado a Luis.
—Hijo de puta —murmuró entre dientes, sintiendo cómo la furia hervía dentro de él.
De repente, un golpe en su cabeza lo hizo caer al suelo. Luis había logrado ejecutar su plan con éxito y sonreía triunfante.
—Tal y como quería tenerte —susurró Luis, acercándose con un aire victorioso— Jeon Jungkook.