CAPÍTULO 2

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Esa tarde fué extraña; demasiados silencios incómodos, miradas sin expresión, sentimientos distorsionados y caras entristecidas; nadie nos atrevíamos a preguntar, cada uno pensaba en sus cosas, y nadie queríamos compartirlas.
Los que parecían estar bien eran Ruyi y Jorge, que eran los que más aportaron esa tarde al guión. Alodia miraba el móvil muchas veces, con pausas de 2 o 3 minutos para mirar a otro lado, como queriendo ignorar lo que aparecía en la pantalla de su iphone, aún no había tenido tiempo para hablar con ella a solas, pero no creo que estuviera por la labor de contármelo.
Popu también estaba serio, pero supuse que sería por la actitud incómoda que mostrábamos casi todos.
Yo no estaba triste, sino pensativa, como simpre, pero esa tarde tenía que refelxionar lo que había pasado la tarde anterior.

Acababa de llegar al estadium para empezar mi entrenamiento; iba a atletismo desde primaria, y me entusiasmaba especialmente el salto con pértiga, en el que quedé 3 veces campeóna de aragón y 2 veces subcampeona; a mí me daba la impresión de que no me esforzaba lo suficiente y mi entrenador me lo solía recordar, pero entre los deberes, exámenes y mis clases extra de piano, me era imposible. Sin embargo, ya era verano, podía a partir de ahora acudir más a menudo.
Eran las 6:50 de un lunes de junio, faltaban 10 minutos para que empezara el calentamiento, me senté en las escaleras que llevan a la pista de atletismo y dejé la mochila en un ricón, hacía demasiado calor, cogí la botella de agua de la mochila y bebí un trago, después la volví a dejar y saqué el móvil para consultar los whatsapps, mis compañeros escribían que varios llegarían tarde, otros en 5 minutos y el resto no contestaba.
Pasaron los minutos, eran las 7:00, ví de lejos que llegaba mi entrenador con uno de mis compañeros y otro chico que no conocía; mi compañero ya de 20 años se fué a cambiar al vestuatio para ponerse la ropa deportiva, yo ya la llevaba puesta y esperé a que mi entrenador llegara y me diera explicación del chico nuevo.
Llegó a donde estaba yo y me dijo:
-Hola María, este es vuestro nuevo compañero de entrenamiento, se llama Marc, y es de tu edad, ¿17 no?
Yo asentí con la cabeza mientras saludaba a mi entrenador y posteriormente a Marc.
Empezaron a llegar más compañeros y salió del vestuario el que faltaba, así que empezamos a correr.
Yo era la más pequeña del grupo, todos tenían de 20 años para arriba; yo, como había dicho mi entrenador, tenía 17, y ahora tenía a alguien más de mi edad.
Cuando empezamos a correr me preguntó:
-¿Cómo te llamas?- con una voz muy dulce.
-María- respondí al instante. Me extrañaba que me lo preguntara porque mi entrenador ya había dicho mi nombre en la presentación, deduje que era distraído, ya teníamos otra cosa en común junto con la edad, pero proto obtuve reacción.
-¡Ay, es verdad! Félix lo acaba de decir- nos reimos.
Y no solo me hizo reír entonces, estuvimos todo el entrenamiento riéndonos, también nos sirvió para conocernos más.
Cuando acabó el entrenamiento nos dimos los números de teléfono para agregarlo al grupo de whatsapp de deporte, nos seguimos en istagram y nos hicimos amigos en facebook.
Tras despedirnos me fuí en tranvía a casa, no me había cansado en el entrenamiento, hoy había sido flojito, tampoco me había cansado de reírme, ese chico nuevo me me caía genial, y apenas lo había conocido. No voy a negar que desde que lo ví, tenía una chispa que me atraía; no sé si era su bonito pelo rubio que brillaba con los rayos de sol, o sus bonitos ojos claros que te miraban fija y firmemente con un toque de ternura, o su perfecta sonrisa con los deintes más blancos que la nieve, o quizás su forma de hacerme sonreir. Me parecía guapo, muy guapo y simpático, el chico perfecto, y tenía nombre, un nombre simple, sencillo pero me encantaba: Marc.

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