Narra Maia:
Me desperté por culpa de los rayos de sol que alumbraban con fuerza mis ojos y el canto de diversos pájaros. Me incorporé de la cama desperezándose suavemente mis brazos escuchando el crujir de mis huesos, bostecé soñolienta.
Me quité suavemente la sábanas de encima y me senté en el borde de la cama y me coloque mis pantuflas con forma de congénito que me había regalado mi abuelo por navidad, caminé hacia el baño, me cepillé los dientes, tuve una Peléa con mi peine...
La misma rutina de todas la mañanas, baje las escaleras, toda la casa se encontraba en silencio...Fui a la cocina, mi padre se encontraba leyendo el periódico y bebiendo tranquilamente una taza de café, no siquiera me miró a pasar junto a su lado, llevaba una bata azul marino y su pelo azabache con unas cuantas canas esparcidas estaba ligeramente despeinado.
-Buenos días. -Dijo mi padre con la voz adormilada.
-Buenos días.- Le respondí con una sonrisa, la cual se borró instantáneamente al ver como ni siquiera me miraba.
Me acerqué a la puerta metálica de la nevera observando el papelillo amarillo fluorescente que estaba escrito con la letra cursiva de mi madre, el cual decía:
Cariño, hoy he debido salir más temprano por motivos de trabajo,el café esta en la encimera y he dejado tostadas de mermelada y mantequilla para ambos.
¡Que disfrutéis las tostadas!
Con cariño, Mama.
Arranqué el papel lo arrugué y lo tiré a la basura, siempre tenía una excusa para no desayunar en familia, tanto ella como Papá, siempre con algún pretexto, si no es el trabajo, es que tiene que pararse antes en una tienda y si no, pues que debe comprar algo.
Seguramente hayan discutido entre ellos y están evitándose otra vez.
Cojí una taza y la llené con un poco de café, al lado de la cafetera se encontraban dos tostadas encima de un plato, lo cojí y me senté en la silla que estaba justo frente a mi padre.
Desayuné en un sepulcral silencio, dejé el plato con las migajas y la taza en el fregadero y cuando pase por al lado de mi padre para salir, me detube al oír su voz:
-Maia necesitó que vayas a la panadería a comprar pan de molde, se ha acabado. - Me dijo mientras daba un sorbo a su café.
-Esta bien Papá.
Subí las escaleras sin ganas, me cambié de ropa, poniéndome un jersey rosa, unos vaqueros largos y unas botas.
Abrí mi ventana para ver si hacía mucho frío y una ráfaga de aire gélido me lo confirmó, haciendo que mis dientes repiquetearan. Cerré la ventana tan rápido como la abrí y tomé mi abrigo para salir de mi cuarto en dirección a la puerta principal.
Mi padre, que se hayaba en el sofá viendo la televisión se giró y dijo:- El dinero está en la mesa.
Cojí el dinero, lo guardé en el bolsillo y salí hacia la calle. Al cerrar la puerta suspiré y una nube de vapor salió de mi boca.
La panadería quedaba a unas pocas calles así que iría andando, mientras andaba miraba a mi alrededor, unos niños jugando a la pelota en un callejón, las casa cubiertas de nieve, los pequeños charcos que había en la acera, unos bancos cuyos tenían un tanto de humedad.
Al cabo de un tiempo llegue a la panadería.La panadería era un puestecito de colores alegres y llamativos que se situaba al final de la calle, al adentrarme en la tiendecita sonaron las campanillas que se colocaban encima de la puerta para saber cuando esta era abierta, y algun cliente entraba. Dentro de la tienda el hambiente era calido y agradable, olia a pan recién horneado.
Al cabo de unos segundos apareció de detrás de una cortina una señora que rondaba los cincuenta años. Su pelo le llegaba por los hombros, el cual era rizado y de un color achocolatado con algunas canas esparcidas. Llevaba pintada una agradable sonrisa en la cara, remarcando así las arrugas que la adornaban. Llevaba puesto un jersey de cuello alto verde, al igual que sus ojos, y unos pantalones vaqueros largos.
-¿ En qué puedo ayudarte, linda? - Su voz era suave y tranquila.
- Deme una bolsa de pan de molde, por favor.- Le respondí con educación, la señora me transmitía alegría, y de ella emanaba tranquilidad.
-En seguida te la traigo, cielo. - Dijo para despúes dar media vuelta y adentrarse por la cortina.
Unos minutos despúes, la señora apareció con una bolsa de plástico, donde se suponía que estaba el pan. La puso sobre el mostrador y dijo:
-Aquí tienes linda.- Me entregó la bolsa.
Miré el contenido de la bolsa y sonreí complacida al ver lo que había pedido. Metí la mano en el bolsillo y saqué lo que le debía, lo puse en su mano y en dirijí hacia la puerta.
Justo antes de salir me giré, y miré a la señora.- Gracias.- Dije suavemente, la sonrisa de la mujer se expandió más aún y dijo.
-No hay por que darlas cielo.
Una vez la señora dijo eso, suspiré y salí de la tienda adentrándome al la gélida atmósfera que se ayaba en el exterior. Un escalofrío recorrió mi columna por culpa de una brisa de aire azotó mi cara. De regreso a casa me pare en una calle, por raro que parezca estaba desierta, ni niños, ni ancianos...
Me senté en unos de los bancos a pensar el porqué de la pelea de mis padres. Últimamente discuten mucho más de lo normal. Intenté quitarle importancia al asunto diciendo:
- Seguramente sea porque no pasan tiempo conmigo estos últimos meses y se echen la culpa mutuamente.
Me levanté y caminé pausadamente ha mi casa. Llamé a la puerta y me abrió mi madre, la miré extrañada y fruncí el ceño, ella no volvía a casa hasta por la tarde, en su cara se podía detectar un deje de tristeza. Se puso a un lado para que pudiera pasar, mi padre estaba sentado en el sofá para dos, al cerrar mi madre se sentó a su lado, yo me senté en un sofá color crema para una persona, que había al lado del sofá en el que estaban mis padres.
-Maia, tu padre y yo debemos hablar contigo.
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I'm not afraid of you.(Editando)
VampireMe acorraló contra un árbol, mi espalda chocó contra la corteza propinando un golpe en mi cabeza, solté un quejido de dolor. Sus brazos se encontraban a ambos lados. Sus ojos me miraban fríos y furiosos, por un momento me perdí en ellos, observando...