Narra Nick:
Estaba al final de la calle de la casa de Cath, sentado en mi querida camioneta. Había llegado a un pacto con mi tío, ya que fue él el que prometió mantenerme hasta que encontrara un trabajo. El pacto consistía en que él me mandaba dinero todas las semanas para mis gastos si yo no me acercaba al pingüino nunca más. Por mí encantado, aunque a mi tío no le hiciera gracia que me marchase de aquí, yo por mi parte estaba más contento que un crío con un juguete nuevo.
Le había enviado un mensaje a Cath diciendo que la esperaba al final de la calle porque el plan de ir a recogerla debajo de su balcón como Romeo y Julieta era un poco difícil teniendo en cuenta que había para escalar un muro de tres metros, sin ningún punto de apoyo, y era una lástima que el equipo para escalar me lo hubiera dejado en los otros pantalones. La única manera de entrar era por la puerta trasera, que podía abrir fácilmente, pero a la mañana siguiente en cuanto se diesen cuenta de que la puerta está forzada, no tardarían en revisar las cámaras de vigilancia y por esas alturas ya estaría en prisión.
La verdad no sé cómo hemos llegado a este punto tan extraño de lo que sea que haya entre nosotros, teniendo en cuenta que nos conocimos hace tres días y el primero me llevé un guantazo por listo, pero quien no arriesga no gana ¿no?
Pero fíjate ahora, estoy esperándola en mi camioneta, que por cierto llega tarde, para llevarla a la hoguera que han organizado Kyle y los demás. Cuando miro la hora en el móvil y veo que son las 23:00 oigo mi puerta abrirse y me la encuentro montándose en el asiento del copiloto mientras que da un resoplido.
-Vaya unas horas.- Digo guardando el móvil.
-Oh cállate.- Dice mientras intenta calmar la respiración. -Tú no sabes por lo que he tenido que pasar.
Me giro para verle la cara que esta roja por el esfuerzo. Lleva unos pantalones cortos y una camiseta azul de tirantes corta también. -Ni que hubieras corrido un maratón.- Me burlo con una sonrisa en la cara, me hace gracia ver lo agobiada que está en estos momentos mientras consigue calmarse.
Me lanza una mirada que si pudiera lanzaría rayos. -Perdona, pero no fui yo la que tuvo la brillante idea de aparcar al final de la calle, que por si no te habías dando cuenta... ¡Mi casa está justo al empezar la calle y he tenido que correr como una loca para llegar hasta aquí sin que nadie me viera!
Me quedo un rato en silencio observándola y añado. -Tampoco es para tanto, ¿Cuánto hay dos, tres metros de distancia? No es tanto para que me traigas esa cara de cansancio.
-No soy un atleta ¿vale? Lo mío es la música no el deporte, eso es más cosa de mi hermano.- En el momento en que lo dice se tapa la boca con las manos rápidamente.
-¿Tienes un hermano? No recuerdo haberlo visto y mi tío no habló de él.
-Sí... pero él se fue hace mucho tiempo, ahora mismo está en Groenlandia haciendo un trabajo de investigación y lo veo muy poco, no me gusta hablar de él porque le echo de menos y él era el único al que recurría cuando necesitaba ayuda porque era el único que me entendía... y no sé porque te estoy contando esto, tal vez porque me recuerdas un poco a él, que tontería.- Dice riendo y llorando a la vez.
-Bueno tranquila, siento haber sacado el tema.- Digo pasándole un pañuelo para que se limpie las lágrimas. -Y ahora cuéntame tu fantástica huida.- Digo arrancando el motor y poniéndonos en marcha.
-Pues resulta...
<<Estaba en la mesa con mis padres y al mismo acabar de cenar me voy a mi cuarto fingiendo dolor de cabeza y...
-¿Dolor de cabeza? ¿En serio? Eso está muy usado ya.- Interrumpo.
-¿Te importa? Mi madre siempre tiene jaquecas y el médico dijo que eso podía ser hereditario ya que mi abuela también las tuvo, así que ¿Por qué no?
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La otra cara de la realidad.
Teen FictionCatherine Bennet es una joven de 16 años de buena familia, dotada de una buena educación, buenos modales, con unos amigos que pertenecen a su mismo estatus social... Hasta ahí todo normal, pero Catherine no quiere eso, ella no quiere fingir ser la h...