Narra Nick:
Eran las dos menos cuarto de la tarde y el sol calentaba como el mismo infierno.
Kyle y yo llevábamos desde las nueve de la mañana en el centro de la rotonda sujetando los carteles que indicaban nuestro lavadero de coches.
-Tío creo que después de acabar con esta mierda me meteré en un baño de cubitos de hielo y no saldré de allí hasta que esté morado por el frío.- Me dijo Kyle.
Llevábamos horas al sol asándonos como pollos y sudando como cerdos. Y posiblemente estuviéramos requemados de las horas expuestas al sol. Por mucha buena voluntad que tuvieran las chicas de darnos garrafones de agua para echárnosla encima para soportar el calor, este seguía insistiendo en achicharrarnos.
-Roxy se ha pasado, una cosa era hacer el primer turno, pero no toda la mañana.- Continuó Kyle con sus quejas.
-Kyle, toda la mañana es el primer turno. ¿O no te acuerdas de lo que hemos pactado esta mañana? Pero aguanta un poco más hermano, que solo nos quedan quince minutos para terminar.- Le dije para intentar animarlo.
-Lo sé, esto nos pasa por bocazas.
Ahí le di la razón a mi amigo, se suponía que nuestro turno era hasta las doce, pero como somos unos bocazas y además esta mañana refrescaba, le dijimos a Roxy que podíamos soportar perfectamente toda la mañana.
Al principio no había problema, pero cuando ha empezado a salir el sol, ha sido cuando hemos empezado a sudar la gota gorda.
Pero como ya quedaba menos para acabar, puse mi mejor cara y empecé a mover el cartel que sostenía con energía por si podríamos traer a un par de clientes más.
-No sé ni cómo tienes fuerzas para hacer eso aún.- Dijo mi amigo, que cada vez se agachaba más hasta caer rendido al suelo y poder descansar.
-Vamos tío, que hoy hemos tenido muchos clientes, no te puedes rendir ahora.- Dije yo dándole patadas en el culo para que se levante.
Está bien.- Dijo levantándose perezosamente. –Mira por ahí llega otro cliente.- Comentó señalando al frente.
Y al ver ese coche lo primero que se me pasó por la cabeza fue lanzar la piedra más grande que tuviese a mi alcance.
-¿Qué cojones hace ese capullo aquí?- Dije al borde de los nervios.
Cuando el enorme Rolls Royce azul llega a nuestra altura, al bajar la ventanilla me encuentro con el pingüino y su amigo Christopher en el asiento del copiloto.
-Vaya, vaya, vaya. Chris pero mira ¿a quién tenemos aquí? Nicolas nunca pensé que estarías tan necesitado de dinero como para mendigar en la calle.- Dice el muy idiota, poniendo su estúpida sonrisa de niño pijo egocéntrico.
Su comentario me tocó los huevos, pero me puse a reírme en su cara por el chiste que se me había ocurrido.
-¿Y se puede saber de qué te ríes?- Dijo Christopher.
-Parece mentira que con el dinero que tienen tus papis no pudiesen pagar una escuela lo suficientemente buena como para enseñarte a leer. La verdad es que hasta me das pena. Pobre...- Le dije al idiota del pingüino, que no hizo otra cosa que ponerme una cara de perro. Definitivamente si un perro y un pingüino se lo hubiesen montado, hubieran tenido un hijo con una cara como la de este tío.
-Eh tíos dejadnos en paz, que solo estamos haciendo nuestro trabajo.- Intervino mi amigo Kyle.
-¿A ver? ¡Anda mira Chris! Si estos dos trabajan en un lavadero de coches. Pues mira que bien, me va a hacer falta tener el coche reluciente para mi cita, ¿no crees tú?- Dijo James a lo que Christopher asintió con la cabeza.
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La otra cara de la realidad.
Novela JuvenilCatherine Bennet es una joven de 16 años de buena familia, dotada de una buena educación, buenos modales, con unos amigos que pertenecen a su mismo estatus social... Hasta ahí todo normal, pero Catherine no quiere eso, ella no quiere fingir ser la h...