Los lobos de medianoche

Capitulo IX

Capitulo IX

Fares se levantó esa mañana con un sabor amargo en su boca. El hechicero lo había llamado urgentemente en sus sueños, odiaba cuando Botrus se tomaba ese tipo de libertades, él habría querido ir directo a la habitación de Nubia y pasar el día con ella pero ese era una fantasía que nunca llegaba a ocurrir. Sus obligaciones no se lo permitían pero si dependiera de él, lo habría mandado todo al demonio y habría escapado con Nubia hace mucho tiempo.

Se había enamorado desde el primer día en que la vio y en lo único que podía pensar era en ella, por eso no se había contenido y le había dado su primer beso de esa manera. Fares sabía  que era como una niña y se había aprovechado de su debilidad para besarla. No se arrepentía de ello, cada vez que besaba Nubia, sentía que todo valía la pena y que su día no había sido tan horrible como él pensaba pero ahora las obligaciones del día le recordaban que debía salir a cumplir su deber como Príncipe.

Él nunca había querido ser de la realeza, había pasado toda su juventud viajando por Heles, tenía un espíritu aventurero y nunca le había agradado la idea de quedarse en un solo lugar, había viajado tanto y consigo traía muchos recuerdos. Principalmente pinturas de artistas de otras regiones y la mayoría de sus paisajes eran de viajes.

En ese tiempo, Fares habría podido jurar que había alcanzado la felicidad de la que hablaban los libros de Omi, sin embargo, todo eso había cambiado el día en que llego un mensajero diciéndole que su padre estaba muy enfermo. Sabía lo importante que era para su padre el reino, sus abuelos habían sido unos pésimos gobernantes de Nuhria pero el Rey  era un héroe lo había revolucionado todo y poco a poco se veían los cambios en su ciudad por eso no dudo ni un instante en volver a su hogar, tenía una deuda con él, debía seguir sus pasos y convertirse en el Rey de Nuhria.

Fares viajo largos e interminables días por el desierto amargo y cruel con tan solo la compañía de un caballo y de las estrellas que siempre le habían gustado. Desde pequeño, había querido conocer a una Khalida pero  nunca lo dejaba ir a las reuniones de los Dioses, lo que no sabía era que al llegar lo esperaba la noticia de que se casaría con una. Al principio, el Amir se sentió abrumado no sabía cómo tomar un regalo como ese, no había mujer en el mundo que lo tentara a tomar el siguiente paso, quizás una estrella tendría mejor suerte.

Para él, era como si Nubia fuera un gran sol que iluminaba sus días y compensaba su necesidad de aventura por todo Heles. Ella era todo lo que desea y sabía que nunca dejaría de quererla porque la había amado desde el primer momento en que sus ojos se posaron en ella. En ese momento, Fares lo supo, ella sería su Reina, aun así no tenía tiempo de pensar en su amada, el llamado del hechicero retumbaba en su cabeza.

La torre donde vivía el Visir, estaba escondida por magia, sólo los que él quería podían verla y si pasabas por eso lugar seria como si nunca estuviera allí. A Botrus le gustaba la soledad y Fares no era ningún tonto, sabía que sus intenciones no eran buenas y desde un principio le había puesto trabas a su romance con Nubia pero tenía la certeza que lograría sacarlo de la corte, una vez que se convirtiera en Rey buscaría otro Visir.

Su torre era un lugar muy tétrico para su gusto, apenas y tenía luz, estaba cubierta por todo tipo de hechizos que te harían alucinar con diferentes criaturas. El príncipe sabía que Botrus sacaba sus poderos de los yinn y la mayoría de la clase de alta de Nuhria los usaba de esclavos. También, era consciente de que Ninive era una yinn pero no podía hacer nada todavía, su padre había querido usar los poderes de los yinn para salvar a Nuhria y aunque había sido momentáneamente, Botrus se había aprovechado de ello y hecho todo un mercado de esclavos, cuando su padre enfermo. El Príncipe había estado tentando a decirle pero se le partía el corazón con dañar la visión que tenía de Nuhria y de cómo el Visir estaba destruyendo todo lo que había construido.