Romance. Misterio.
Inglaterra año 1808
Myla Lennox es una señorita de zona rural, acostumbrada a su vida sencilla, mantenida principalmente por su hermano William a quien su padre adora.
Un día común y sin esperarlo, es dejada en casa de un compl...
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Se acomodó en el sillón intentado que el peso de su cuerpo no cayera sobre su pierna dolorida, aunque durante el tiempo transcurrido, el dolor se había extendido hasta la punta de su pie, lo que le dificultaría aún más sonreír y hacer palmas luego de cada actuación.
La temática de la noche no podía ser otra que las fábulas de Esopo y claro que los anfitriones no habían escatimado en ideas ni vestuario. Emily había alardeado toda la cena respecto a lo costosos que habían sido, lo esmerado de cada una de las prendas y la delicadeza de las máscaras; todo esto posible gracias a la ayuda de su prometido y bajo la supervisión de su madre, quien no dejaba de asentir y hacer alardes de que todas las palabras de su hija se quedaban cortas para describir semejantes maravillas.
Luego de la llegada de la salida de campo, con ánimos y estruendosas risas, anunciaron las parejas de actuación y claro que no se sorprendió al ver su nombre junto al de Derrick y el de Sophia Lawrens junto al de Max.
No había podido ponerle al tanto de la conversación que había oído entre Harlow y Dexheimer, y dejó de pensar en ello cuando vio a Sophia sacar de la delicada bolsa de terciopelo la fábula que les tocaba en suerte, y claro que había hecho todo un espectáculo de entusiasmo y risas para luego aferrarse al brazo de Max y dialogar largo rato en la esquina del salón respecto a sus papeles. Por alguna razón que prefería ignorar, su dolor había aumentado extendiéndose hasta su estómago y cerrándolo por completo, convirtiéndose en marcadas náuseas y un fuerte dolor de cabeza. Suspiró maldiciendo su suerte y miró nuevamente el papel en su mano. No podía evitar que el disgusto que le provocaba leer "La tortuga y la liebre", remarcara aún más su rostro desahuciado. Rodó los ojos por décima vez y apretó su pecho al imaginar lo que había en el baúl de vestuario que estaba junto al rincón del salón, aguardando la hora indicada para ser abierto.
Claro que había escogido un vestido verde de su vestuario; apostaba que sería lo más fácil de combinar con lo que fuera que saliera de aquel baúl y que la hiciera parecer una tortuga. Al contrario de su fastidio, Derrick se veía de lo más entusiasmado, le encantaba la idea de ponerse una máscara y alardear de sus atributos, así fueran reales o ficticios, y estaba encantado con que ella fuera la lenta tortuga que finalmente le daría una lección.
Grande fue el alboroto cuando todas las damas se acercaron al baúl, prácticamente corriendo, llenas de entusiasmo. Myla, en cambio, se acercó lentamente, inspirando profundo y achinando la mirada. Los caballeros aguardaban detrás del tumulto para expresar algún mordaz comentario, mientras bebían una copa y sonreían con sorna.
Inmediatamente después que se abrió la tapa, no cesaban expresiones de admiración como "¡Ohhh!", "Maravilloso", "¡Qué preciosura, pero de repente silencio seguido de risas y un murmullo que cesaba a medida que se acercaba, temiendo lo que ya suponía.
—Myla, ¿eras la tortuga, verdad? —No podía ser otra que la fastidiosa señorita Lawrens quien le entregaba lo que parecía una máscara y una capa. Por detrás de ella y con ojos picarescos, el resto de señoritas divirtiéndose a costa de su desgracia.