Capítulo 5

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Aquí os dejo un nuevo capítulo de esta historia. ¿Se arreglarán alguna vez las tensiones entre Emma y Regina?

Antes de que empecéis a leer, he de deciros que los personajes no me pertenecen, son de OUAT ABC, así como algunas de las historias.

Me podéis dejar vuestra opinión en los comentarios.

Sin más dilación, podéis empezar a leer.

Después de que la alcaldesa dejara con la palabra en la boca a Emma, dejándola incapaz de explicarse, Emma no había podido comer, dormir, ni hacer nada salvo pensar en cómo solucionarlo. A pesar de que no estaba segura de sus sentimientos hacia la morena, nunca había sido su intención marearla y menos hacerle daño.

Por eso esa mañana decidió acompañar a Henry al colegio.

-¿Seguro que pueden vernos juntos? –preguntó Henry temeroso.

-No hay de qué preocuparse –respondió la rubia segura- Si a tu madre le molesta que te acompañe al autobús del cole estoy dispuesta a hablar con ella.

-Qué valiente –dijo su hijo antes de subirse al autobús.

Emma se quedó observando cómo se alejaba lentamente el autobús amarillo.

Decidió ir a desayunar a la cafetería de la ciudad. El coche del sheriff Graham se interpuso en su camino hacia el Granny's.

-Buenos días –dijo cortésmente el hombre.

-¿Viene a detenerme? –quizá eso le acercara a Regina.

-No, vengo a hablarle de una oferta de trabajo –el sheriff sacó una tarjeta- Podría ser mi ayudante.

Seguro que Regina le dijo que se la ofreciera. No es una ciudad con mucho crimen, y si para un sheriff falta el trabajo, imagine para dos. Emma le dedicó una sonrisa. Saber que Regina todavía se preocupaba por ella, le había quitado un peso de encima.

Se sentó a leer el periódico en el Granny's. Pidió lo de siempre y Ruby, con su mejor sonrisa, sus pantalones más cortos y sus movimientos más sensuales le llevó la taza de chocolate.

Estaba enfrascada en la lectura de una noticia cuando la voz más seductora que jamás haya escuchado le interrumpió:

-¿Qué tal su paseo con Henry? –Regina Mills se sentó en la silla de delante de la rubia. Llevaba una falda muy corta y una camisa escotada. Su look habitual- Pues sí, lo sé todo. Tranquila, no me importa -¿eso era referido a lo de Ruby o a lo de Henry?

-¿A no? –la siguió el juego. Sabía que en realidad hablaba de que se acostara con Ruby.

-No, usted ya no me preocupa, señorita Swan.

¿Regina había conseguido realmente olvidarse de ella? ¿En tan solo una noche? La rubia tragó saliva. Una parte de ella quería que la alcaldesa no se olvidara tan rápidamente.

-Verá, he estado investigando su pasado –continuó la morena. "Sorprendente" pensó la rubia- y el resultado me tranquiliza. Todo se reduce al número siete –Emma asintió, ese es su máximo número de orgasmos durante una noche.

-¿Siete? –preguntó la rubia haciendo que no la entendía.

-Siete es su número de domicilios en la última década. Su estancia más larga han sido dos años. Oiga, ¿por qué le gusta tanto vivir en Tallahassee? –la rubia sonrió para sí, recordando lo que pasó en aquella ciudad.

-Oiga –la trató de usted- ya he encontrado piso en esta ciudad.

-Lo sé –Dios aquella mujer la estaba observando siempre- Con la señorita Blanchard. ¿Cuánto dura su alquiler? Oh! Pero si no tiene –Regina estaba siendo dura con ella, y eso le encantaba. Se había prometido a sí misma que no se lo pondría nada fácil a la rubia. La había rechazado y nadie lo había hecho antes. Hubo un silencio en el que sus miradas se intensificaron- ¿Se da cuenta? –susurró la alcaldesa- Para que una cosa crezca, señorita, ha de echar raíces, y usted, no tiene ninguna. Las personas no cambian, se engañan pensando que pueden.

-No me conoce –se justificó Emma. Aunque al parecer estaba haciendo grandes esfuerzos en conseguirlo.

-No, creo que sí –Regina se sentía segura de sí misma. Se acercó más a la rubia para susurrarle- Solo le pido que mientras va dando tumbos por la vida, piense en lo mejor para Henry. Tal vez prefiera cortar por lo sano, al final pasará eso –Regina pudo notar en su mirada que aquello le dolió. "Perfecto" pensó, justo lo que ella quería- Disfrute de su chocolate –dijo saboreando la victoria. Había hecho daño a Emma, aunque su corazón parecía estar aún más destrozado que cuando entró en la cafetería. ¿Se estaba volviendo más blanda? Ya se lo advirtió su madre, el amor ablandece el corazón. Debía de dejar de pensar en Emma si quería seguir disfrutando de su poder.

Emma se quedó pensativa. No era así como había imaginado su encuentro con la alcaldesa. Regina la había hecho daño... Sin embargo, en su mente seguían las insinuantes piernas de la alcaldesa. Deseaba poder acariciarlas. Se levantó pensando en cómo sería poder estar entre aquellas fibrosas piernas cuando se derramó el chocolate encima.

-Genial –se quejó. Se había vuelto a manchar la camiseta y esta vez, también el pantalón.

Ruby llegó corriendo con un trapo, aunque sus ojos miraban a otra parte. Parecían como si la devorasen. No quería volver a acostarse con Ruby. En realidad, ahora que lo pensaba, no quería acostarse con nadie más salvo Regina. Se había dado cuenta del calor que sentía mientras la alcaldesa le hablaba.

-¿Hay alguna lavandería aquí? –preguntó Emma apresurada. Ruby la miró extrañada, pero asintió a modo de respuesta.

-Sé que piensas lo contrario –dijo Regina mientras se aplicaba brillo en los labios- Pero no disfruto de las reuniones municipales –miró a su hijo- A ver, ¿conoces las reglas?

-Sí –dijo Henry.

-Estupendo –le colocó una mano en la barbilla para que le mirase directamente a los ojos- Bajo ningún concepto salgas de casa.

-¿No puedo ver a mi mamá?

-Ella no es tu madre –Regina elevó el tono. Henry le había recordado otra vez a la rubia, y con ello, sus sentimientos hacia ella. No era el mejor momento para acordarse de ella, no antes de lo que estaba a punto de hacer- Solamente está aquí de paso. Sino obedeces habrá consecuencias –amenazó mientras se alejaba con paso firme- Vuelvo a las cinco en punto.

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